Fidel Alberto Zuleta Olavarría (1/12/1936-3/06/2020), defensa central de una ejemplar carrera de casi dos décadas, nació en Valparaíso el 1/12/1936. Cuando tenía sólo siete años, Fidel y su familia se trasladaron a la zona interior de la región. Primero al sector de Charravata, en La Cruz, y posteriormente a La Calera, donde residió el resto de su vida.
Zuleta tuvo desde muy pequeño inclinación por el fútbol, siempre como zaguero central, integrándose a las divisiones inferiores del Club Deportivo Chilenitos de La Calera. En 1955 se traslada nuevamente a la costa de la región a cumplir con su servicio militar en la Armada, dado que su padre, Juan Zuleta, trabajaba en la compañía Interoceánica y porque le encantaba el mar.
Un día de ese 1955, jugando por el Cuerpo de Defensa de Costa (actual Infantería de Marina) un amistoso contra Santiago Wanderers, el legendario entrenador ‘caturro’ José Pérez, que prefería jugadores rápidos, aperrados y duros, se fijó en él por lo mismo haciendo que lo ficharan, firmando su primer contrato profesional el mismo año. Desgraciadamente no pudo jugar mucho, ya que en su puesto de back-wing estaba Reinaldo Coloma, que según el propio Zuleta: “No faltaba a ningún partido, ni si quiera se resfriaba”.
En Santiago Wanderers, donde compartió con su primer ídolo Pedro Raúl Sánchez Soya, permaneció dos años en el plantel en los que jugó un solo partido, contra Santiago Morning en el Estadio Nacional (1-1 el 8/07/1956), hasta 1957, cuando se incorpora a Unión La Calera, en calidad de préstamo y en la misma transacción en que se transfirió al cuadro cementero a Raúl ‘Chico’ Torres, que también dejaría huella en los rojos.
El cambio fue beneficioso. Tenía 20 años y llegó a un club con menos exigencias, en donde por fin podría jugar con regularidad. Lo hizo en algunos partidos con el técnico Julio Varela, donde jugaba de lateral derecho, pero fue Salvador Biondi quien lo puso de central. Biondi tenía a Héctor Jiménez en ese puesto, pero a causa de sucesivas lesiones fue Zuleta quien quedó de titular. En Unión La Calera estuvo en una primera etapa entre 1957 y 1962. Al término del préstamo el cuadro cementero haría uso de la opción que tenía, comprándolo en E$ 400.
Ya habiendo logrado la regularidad que buscaba al llegar desde Santiago Wanderers y de campañas más que dignas en el ascenso, para 1961, siendo titular indiscutido en la defensa calerana, el equipo cementero lograba el título y su primer ascenso a la Primera División con Zuleta de capitán en un equipo histórico.
Tendría 2 oportunidades en la Selección chilena, pero sin mayor fortuna. Primero fue una aparición fugaz en la selección “Promesas” que Fernando Riera formó en el periodo de preparación para el Mundial de Chile 1962, pero se lesionó jugando contra Everton en Viña del Mar, rompiéndose la clavícula y permaneciendo 5 meses sin actividad.
Fidel Zuleta 1959
Antes de terminar ese 1962, junto al volante defensivo calerano Sergio Tapia, son contratados por Audax Italiano para la temporada 1963.Eso, a pesar de que eran además pretendidos, juntos o por separado, por Unión Española, Universidad Católica y Colo Colo. El día en que Tapia y Zuleta viajaron a Santiago junto al dirigente calerano Eugenio Messina para firmar el contrato con los itálicos, Colo Colo hizo su última intentona. Con Tapia viajaron a la capital en bus a firmar con los itálicos, pero Colo Colo, al saber del viaje de ambos jugadores, enviaron emisarios al control de Carabineros de Los Pasos de Huechuraba, quienes, simulando un control de rutina, los abordan para convencerlos, llevándolos a la sede de Colo Colo en calle Cienfuegos del centro de Santiago para intentar convencerlos. Tapia y Zuleta se hicieron querer, diciéndoles a los colocolinos que, si había algún problema con Audax Italiano, firmarían por los albos, dejando todo en manos de los dirigentes de ambos equipos, quienes no llegaron a acuerdo, manteniéndose el compromiso previo con los verdes. Llegaron a la sede del Audax Italiano en calle Lira y, tal como estaba hablado con anterioridad y respetando cada palabra pactada, sobre la mesa tenían el contrato y el dinero al contado, llegar y firmar.
En Audax Italiano 1963
Sobre su traspaso, Fidel Zuleta reflexionaba: “Es lógico que aspiráramos a jugar en un cuadro grande, habíamos hecho varias campañas en la Segunda División. Llevamos a Unión La Calera hacia arriba, habíamos cumplido. Además pasaba que en el club esperaban su oportunidad muchachos muy bien dotados, a los que les tapábamos el camino. Nosotros sabíamos perfectamente que nos podían reemplazar a entera satisfacción. Viterbo Valdivia y Héctor Leiva eran dos buenos jugadores que tenían que subir. Había que darle tiraje a la chimenea. Si no perjudicábamos a nadie, ¿por qué no podíamos aspirar a beneficiarnos nosotros con un buen contrato? Siempre tuvimos la idea de ir a uno de los clubes de colonia. Sin menospreciar a nadie, pensábamos que eran más “seguros”, de mayor porvenir. Sabíamos que muchos jugadores, cuando terminaron con el fútbol, se quedaron en algo provechoso y definitivo que les brindó el club. Por eso, cuando nos habló Audax Italiano, no lo pensamos dos veces”.
En Audax Italiano Zuleta permanece hasta 1968, periodo donde tuvo entrenadores como Ladislao Pakozdy, nuevamente a Salvador Biondi y Martín García. En Santiago se realizó como jugador llegando también a ser capitán del equipo. En 1963, la revista Estadio lo eligió como el mejor defensa central del campeonato.
Compartió en Audax Italiano con su ex compañero en Unión La Calera Enrique Antonio Vargas entre 1965 y 1967. En su permanencia en Santiago hizo muy buenos amigos, como los jugadores argentinos Arturo Rodenak y Ernesto Álvarez.
Después del Mundial de Inglaterra 1966 hubo aires de renovación en la Selección chilena, y el argentino Alejandro Scopelli se hizo cargo de la dirección técnica. Para el campeonato Sudamericano de 1967, jugado en Montevideo, Uruguay, y donde Chile salió tercero, Fidel Zuleta fue como reserva de Elías Figueroa, con quien trabajaría en los primeros años del tercer milenio en la Escuela de Fútbol de La Calera. Ese seleccionado lo conformaban, entre otros, 4 jugadores relacionados con Unión La Calera. Eran, en ese entonces jugadores cementeros, Osvaldo ‘Pata Bendita’ Castro y Manuel ‘Mago’ Saavedra, además de Elías Figueroa, que cumplía su primer año en Peñarol, y el mismo Zuleta, que destacaba en el cuadro de la colonia italiana. Por decisión técnica no llegaría a jugar oficialmente con la selección chilena.
Portada de la revista Estadio 1.251 del 2/06/1967
Fue director del Sindicato de Futbolistas Profesionales entre 1966 y 1967, cuando el organismo estuvo presidido por Hugo Lepe. Tras no jugar ningún partido con los itálicos en 1968, para 1969 es contratado por Naval de Talcahuano de la Segunda División, equipo con el que obtendría la Copa Isidro Corbinos 1969, especie de torneo de Apertura del Ascenso en esos años, luego de vencer en la definición por penales a Ferroviarios. Luego de un año, y por sus problemas con el clima sureño, retornó a Unión La Calera para 1970. En los rojos estaban los centrales Germán Concha y Abel González de titulares, y Zuleta partía como suplente junto a Mario Caneo, pero ambos terminarían adueñándose de la titularidad. En Unión La Calera terminó su carrera como jugador en 1972, en donde influyó bastante una seria lesión en los tendones de su hombro izquierdo producto de un fuerte caída en la cancha. Recuerda que fue muy emocionante su despedida en un partido en que Unión La Calera visitó a Colo Colo, por la última fecha del torneo oficial, en un ante un gran marco de público en el Estadio Nacional (Colo Colo 3-1 Unión La Calera, 21/12/1972).
Dejó el fútbol activo totalizando un partido jugado por Santiago Wanderers en Primera División, 74 por Unión La Calera y otros 147 por Audax Italiano. En los tres casos no sumó goles y totalizó sólo cuatro expulsiones en la máxima categoría a pesar de ser defensor central.
Durante su desempeño como zaguero central debió marcar a excelentes jugadores como Honorino ‘Nino’ Landa y Carlos Campos. Según él mismo, su mejor partido en el fútbol profesional fue ante la Universidad Católica en donde anuló completamente a Armando Tobar. Su fuerte era la velocidad y la anticipación, y tuvo una carrera con mucha regularidad, principalmente porque se cuidaba. Su única entretención era cazar tórtolas y conejos y salir a pescar. En el fútbol de Ascenso fue más rudo, pero en la serie de Honor se mostró más técnico, de salir jugando.
Por larguísimos años trabajaría en las divisiones inferiores del club cementero, en todas sus categorías. En su trabajo con los jóvenes fue el formador, junto a Viterbo Valdivia, entre otros, de Marco Antonio Figueroa.
En su calidad de miembro del cuerpo técnico calerano le correspondió asumir la dirección técnica del primer equipo en 5 oportunidades en solitario y otras tantas formando una Comisión Técnica junto a Viterbo Valdivia, casi siempre intentando “apagar incendios” cuando la situación lo ameritaba. En solitario se sentó en la banca cementera por primera vez en 1980, con Valdivia como ayudante, siendo el segundo de tres técnicos que tuvieron los rojos ese año, dirigiendo sólo dos partidos. Luego, en 1983, fue el tercero de cuatro técnicos dirigiendo un solo duelo. En 1984 también dirigió un único partido siendo el segundo técnico de cuatro en el año. En 1987 parte el año en la banca llegando a dirigir dos partidos en dupla con Viterbo Valdivia. La última vez que se sentaría en la banca calerana sería en 1989, año en que tuvo dos pasos por la banca, partiendo el año con 25 partidos dirigidos, y luego terminando el año con otros 15.
Su inconmensurable aporte en las inferiores caleranas, por pura vocación ya que casi siempre lo hizo recibiendo bajos sueldos y lleno de limitaciones, llegaría a su fin tras la llegada de los empresarios argentinos a la propiedad de Unión La Calera S.A.D.P., quienes el 2017 desvincularon sin ninguna razón justificada a quien fuera parte de la historia del club por cerca de 60 años.
Fidel Zuleta siguió viviendo junto a su familia en pleno corazón de La Calera hasta su fallecimiento en la madrugada del 3/06/2020 en su domicilio de calle Prat en el centro calerano, víctima de un cáncer de próstata que sufría desde hacía unos 4 años, algo en lo que seguramente influyó su alejamiento del club de toda su vida, lo que ocurrió en la misma época en que se le descubrió el cáncer. Fidel Zuleta dejó 4 hijos (2 hombres y 2 mujeres), producto de su matrimonio con Marianela Cabezas Chahuán, sobrina del legendario Nicolás Chahuán Nazar. El mayor de sus hijos, Haroldo, se formaría y jugaría por Unión La Calera entre 1982 y 1986, en el mismo puesto que su padre, para después jugar por otros equipos.
Entrevista realizada año 2010 junto a Gustavo Crisóstomo
Usted llegó joven a Unión La Calera, y terminó siendo capitán…
Yo he sido capitán en todos lados, tenía una ascendencia sobre mis compañeros por la forma de encarar los partidos a muerte, siempre, claro, en el límite del reglamento, con una entrega total dentro de la cancha.
¿Qué entrenadores lo dirigieron en Unión La Calera?
Recuerdo a Salvador Biondi, Óscar Andrade, Donato Hernández, Raúl Pino, Julio Varela que era subteniente del ejército, los dos últimos en mi vuelta al club. Hernández fue un jugador muy destacado en Argentina, le gustaba jugar pichangas con nosotros, te descuidabas un poco y te hacía pasar la pelota entre las piernas, era pillo (risas).
¿Analizaba antes a los rivales?
A mí me gustaba estudiar a los rivales y aprender de los centrales que había en ese tiempo: Raúl Sánchez, Humberto Donoso, Washington Villarroel de la Universidad Católica. Siempre me gustó ir a verlos. Cuando yo me fui de Unión La Calera al Audax Italiano tenía mucha velocidad y fuerza, pero después a eso tuve que agregarle otras condiciones. Ahora, si hablamos de un central técnico, me quedo con Elías Figueroa y un central que tenía Cobreloa, Eduardo ‘Mocho’ Gómez.
¿Qué le “debe” usted a Unión La Calera? y ¿Qué le “debe” Unión La Calera a usted?
Yo lamentablemente sólo pude hacer dos cursos de entrenador, iniciador y monitor, el tercero y definitivo no lo pude hacer por la edad. Me hubiese gustado haber dirigido al club en una campaña completa, haber escogido mis jugadores y saber si tenía o no “dedos para el piano”, pero mi lesión al hombro me perjudicó mucho. Ese podría ser el único mea culpa con la institución. En Unión La Calera siempre conocí gente de todos los niveles, le debo mucho al club. El futbolista es de clase media para abajo, si para el estudio no das, debes de buscar la forma de ganarte la vida y que te dé buenos dividendos. Yo he visto futbolistas que han jugado bien y han terminado mal, no tienen casa, ni auto. Yo creo que escogí bien el camino porque ayudé a mis padres, a mis hermanos y conocí a mi señora con quien llevo 48 años casado y todo gracias al futbol.
¿Cómo recuerda a la hinchada de Unión La Calera en el tiempo que usted jugó aquí?
Los caleranos son apasionados, les gusta ganar y siempre cuando tuvimos equipos de mitad de tabla para arriba la gente nos acompañó, en aquellos tiempos salían con nosotros ocho o nueve buses. El hincha calerano es muy leal, pero le gusta la entrega total, cuando ven que los jugadores no mojan la camiseta se nota en la cancha, ya sea porque dejan de ir o te cargan a garabatos.
¿A qué dirigentes recuerda especialmente y por qué?
Con cariño recuerdo a muchos dirigentes de Unión La Calera por ejemplo a Sabino Chahuán, a Nicolás Chahuán o a Contreras, un dirigente de clase media, muy buena persona, y don Arturo Ovalle, quien fue un muy buen presidente.
¿Cómo era eso de las concentraciones con escopeta?
(Risas) Nos concentrábamos tres o cuatro días en partes de campo y llevaba la escopeta para cazar en los ratos libres. En una oportunidad le tiré a un conejo desde el bus en marcha y le erré, después se bajó Héctor Leiva, siguió al conejo y lo pilló y se fue todo el camino bromeando con el animal. Nosotros teníamos un grupo muy afiatado, un grupo bueno. En una oportunidad fuimos al Sábados Gigantes de Don Francisco en canal 13. Estábamos Vargas, Leiva y yo, fue una invitación. Sábados Gigantes recién comenzaba y tocamos una canción brasilera, un bolero y cantamos entre todos (risas).
¿Qué recuerdos tiene del sudamericano de 1967 en Montevideo donde había 4 jugadores directamente relacionados con Unión La Calera: Castro, Figueroa, Saavedra y usted?
Mira, era difícil que un calerano en esos tiempos llegara a Santiago, triunfara y luego fuera llamado a la Selección. Fue la culminación de mi carrera, y encontrarme con tres “caleranos” más aún mejor. Con mayor razón la pasamos bien, conocimos y viajamos bastante, eso es lo lindo del futbolista, es como una luna de miel que se termina finalmente. Todo ahí era cinco estrellas, pero después la realidad es diferente, pero yo no me quejo de lo que hecho en mi vida, me ha gustado la pesca y la caza pero todo dentro de los márgenes.
¿Es el momento más difícil en su estadía por el club aquel descenso a Tercera División en el año 1989 cuando le correspondió ser el técnico?
Sí, prácticamente yo no me consideraba un técnico en aquellos años. Es doloroso, tuve que asumir por ser el jefe del cuerpo técnico, nunca con la ilusión de seguir porque era por unas semanas. Conversó conmigo Juan ‘Gringo’ Issa y me dijo que no le pedirían peras al olmo, y yo le hice ver que a General Velásquez le ganábamos allá, pero que ellos jugaban muy bien como visitantes. Acá no pudimos y en ese tercer partido nos mataron las expulsiones. Se hizo todo lo posible, por eso aún estoy tranquilo.
Ese 1989 el plantel estaba compuesto por jugadores de experiencia como el arquero Gustavo Sánchez, ex seleccionado de Chile, el delantero Ricardo Sabé, el ‘Indio’ Hernán Castro y el peruano Eloy Ortiz, ¿Qué pasó con ellos?
Se los llevó la noche. Fue lo mismo que pasó acá hace unos años atrás en el departamento de Latorre con los jugadores Cañete y Lillo. Yo, ese año 1989, una vez los vi curados pero no quise decir nada. Después no les daba el físico para jugar, y ese fue el motivo por el que no llegaron a fin de año, pero esos tiempos pasaron. Hoy todo es físico, son 90 minutos y si a los 60 te aflojaron las piernas, chao, te fuiste.
¿Cuántas veces ha tenido que “apagar incendios” en el club?
Como cuatro o cinco veces, lo que pasa es que acá no había gente que hicieran los cursos, ahora está Alexis Ortega. Primero entras como iniciador, tienes que tener puntaje para monitor y luego puntaje para entrenador, y después instructor y luego entrenador F.I.F.A. Es como la universidad, a los años te dan el cartón. Acá toman las cosas a la ligera muchas veces. Mario Caneo, siendo un gran jugador, no hizo el curso, y otros que tienen equipos nunca han ido a una charla siquiera. Con el hecho de ser futbolista ya tienes como el 50 % adelantado, ya que al que no tiene las vivencias en el futbol se le hace más difícil. Es necesario tener camarín, las puteadas, las peleas. Todo aporta cuando tienes que dirigir un grupo profesional.
¿Cómo fue ser formador del ‘Fantasma’ Marco Antonio Figueroa?
Roberto ‘Belén’ Chahuán, ex alcalde de la ciudad, lo trajo desde Llay Llay. ‘Belén’ no era dirigente pero sí hincha del club y, aprovechando que tenía un negocio allá, supo de un par de jugadores que podían servir y me los trajo, eran un central de apellido Zamora y un centrodelantero, el ‘Zorro’ Figueroa. En el primer entrenamiento que hicimos con Viterbo Valdivia, estábamos los dos a cargo del equipo, Marco no anduvo bien. Su mérito era que le pegaba muy bien con ambas piernas, además de ir bien arriba. En el primer entrenamiento dejamos a su amigo que jugaba de central y a él le dijimos que volviera la próxima semana, un día jueves, para verlo de nuevo y tomar una decisión con más calma. Después le dijimos a Roberto Chahuán que habíamos dejado al central y él nos dijo: “No, están equivocados, si el otro es mejor”, pero en ese primer momento Figueroa no mostró lo que jugaba, hasta que, a la semana, llegó a entrenar nuevamente y comenzamos el nuevo entrenamiento. Vino un centro, él se elevó y la mandó al fondo del arco de cabeza. Después seguimos entrenando, otro centro, la pesca con la izquierda y adentro, luego otro centro más, una zambullida y adentro, ahí paramos el entrenamiento y le dije a Viterbo: “Ya, anda al tiro a inscribir a este huevón” (risas).
Él tuvo que aguantarse la semana de espera, lo que hoy, con el genio que tiene, parece imposible. Yo cuando lo dirigí nunca tuve un problema con él. Marco se esforzaba mucho y por eso le fue bien. Ahora en lo personal, creo que peca un poquito de soberbia por estos días. Marco es buen tipo, soy testigo que ayudó a sus padres y a sus hermanos. Acá el club lo vendió y fue platita que entró, la gente lo quería mucho. Siempre le traían números ‘9’ y al final siempre terminaba jugando él.
¿En ese tiempo existía la Casa del Jugador?
Acá en Prat había una en ese tiempo. Es el ideal que el club tenga una para las inferiores, que les den una buena alimentación y cuiden de que tengan un comportamiento como corresponde para que esto funcione. Un hincha del club decía que acá no había que concentrar los futbolistas, había que concentrar las mujeres (risas), porque andaban buscando a los jugadores.
Recordamos un equipo juvenil vicecampeón de Chile el año 1987, donde usted era el entrenador, y donde destacaron futuros jugadores profesionales como Zamora, Jamett, Allende o el puntero Farfán, ¿Cómo se gestó ese equipo?
Esos jugadores se juntaron de diferentes equipos de la zona. El equipo jugaba muy bien, fue una de las mejores juveniles que han pasado por el club. Acá se han ganado campeonatos de Apertura, Copas Chile zonales, pero nunca un nacional, hacia allá debemos apuntar. Antes habían salido Carlos ‘Chico’ Pérez y Alberto ‘Chino’ Figueroa por nombrar a algunos, y varios más que se me olvidan.
En el plano de la llegada de jugadores jóvenes al club, ¿Usted cree que sólo la motivación por ser futbolistas profesionales atrae a los jóvenes o ellos llegan por ser hinchas?
Las dos cosas, no podemos filtrar sólo a los hinchas de Unión La Calera o sólo a los que viven en la ciudad. Los niños llegan porque quieren ser futbolistas, es así como tenemos integrados al club a futbolistas de varias ciudades de la región, hasta un grupo de muchachos de Melipilla que se quedaron sin club entrenan en estos días.
¿Cuántos años ha estado ininterrumpidamente como técnico en las divisiones menores del club?
En una oportunidad me desvinculé de Unión La Calera, no recuerdo muy bien cuando, pero llevo muchos años.
¿Alguna anécdota?
Recuerdo que en una oportunidad se me acercó Iván Zamorano, jugando por Cobresal en juveniles. Yo estaba en el banco de los caleranos y me dijo: “Profe, ¿Por qué no me lleva a Unión La Calera?”. Él quería salir del norte, estar más cerca de Santiago y tener más protagonismo, pero no se pudo dar porque el pase era de Cobresal, y cuando terminó el préstamo de Cobreandino debió volver de todas maneras a El Salvador.
¿Cuál es el mejor recuerdo que usted tiene de su paso por Unión La Calera?
Sin duda que dejar al club en Primera División.
¿Qué siente al escuchar los nombres de esta defensa: Pérez en el arco; Vargas, Zuleta, Sandoval, García y Tapia?
Éramos una defensa muy eficaz, quizás no conocida en ese momento a nivel nacional, pero terminamos como la menos batida en el titulo del 61. Sólo nos ganaron Unión San Felipe y Trasandino en el valle del Aconcagua con 35º de calor y jugando al mediodía, con un calor seco que no dejaba respirar.
¿René Meléndez era el motor de ese equipo?
Para mi René Meléndez era el jugador clave, él nos sacó campeones. Dentro del campo de juego te facilitaba todo, el venía ya de vuelta, le pagaron bien, le compraron un camión que a su vez arrendó a la fábrica Cemento Melón. En aquellos tiempos se estilaba mucho que nos pagaran por partido ganado y más aún en los clásicos. Antes de los partidos llegaban al camarín los dirigentes con dinero en efectivo para motivarnos, entrábamos como leones a jugar. El equipo de nosotros era muy bueno, siempre entrábamos a cualquier lado a ganar.
¿Y la presidencia de Arturo Ovalle?
Era cercano a nosotros, un tipo acaudalado, de mundo, pero asequible siempre, aunque estuvo sólo ese año con nosotros, además, el comercio ayudó mucho también, lo que necesitábamos ahí estaba, todos comprometidos, los árabes, los italianos y por supuesto los chilenos.
¿Y la dirección técnica de Óscar Andrade?
Un buen tipo que se encontró con un grupo que quería ganar algo. A veces hay tipos muy buenos para la pelota que nunca ganaron nada, esto es así. Yo gané ese campeonato con Unión La Calera. En ese tiempo nos cuidábamos mucho. Él sabía lo que tenía, y cuando tenía que “apretar tuerca llamaba” a los tres o cuatro jugadores de más ascendencia sobre el grupo, y nos decía: “Ya cabros ¿para dónde vamos?”, y nosotros entendíamos que la disciplina era un tema básico.
¿Y usted como capitán de ese equipo?
Yo comprendía lo que quería el técnico, además, con mis compañeros, nos exigíamos: “¿Nos gustó salir de noche?, ¡ya pues hay que trabajar!, ¿Nos gustó bailar? ¡Ya pues hay que trabajar!”. Nuestro equipo era como una familia, íbamos a concentrar a Pichicuy todos bien unidos.
La temporada 1961 jugaron partidos tanto en el estadio municipal como en el estadio Cemento Melón ¿Por qué se produjo eso?
Porque el municipal estaba en malas condiciones y jugamos algunos partidos allá. En esos tiempos no había tanta restricción por parte de la Central de Fútbol con las normas de infraestructura, eran otros tiempos. Ese estadio, tal como sucede con las mingas chilotas, fue partido en pedazos y trasladado de un sector a otro de la ciudad y luego, cuando la población Cemento Melón dejó de ser privada, se abrió a la comunidad y se comenzaron a vender las casas de la villa. Creo que Unión La Calera debió ser más visionario y haber comprado ese estadio, tendríamos hoy nuestro lugar propio enclavado allí para el futuro. Las generaciones se van formando donde las críes, donde las eduques, el que se forma en la calle tiene modales de calle, eso de futbol callejero que andan haciendo no me gusta para nada, lo primero para jugar al futbol son unos camarines, después queremos jugadores de futbol y ¿de dónde los sacamos?
¿Era de hablar mucho con los delanteros?
No tanto, los miraba solamente, pero había algunos que te conversaban, pero si tenías que darles, les dabas nomás. Antes dejaban dar más los árbitros, la misma jugada del tacle deslizante hoy está prohibida.
¿Sufrió lesiones en su carrera?
Meniscos en la pierna izquierda y se me cortaron los tendones del hombro izquierdo, eso fue lo más grave, quede prácticamente inválido, me tuvieron que operar. Un paraguayo que jugaba en Everton me movió abajo y me botó cuando salté y estaba en el aire tratando de anticiparlo. Es una lesión muy complicada que les ocurre por lo general a los jinetes, y me perjudicó mucho pero igual jugué 17 años.
¿Cómo era su juego?
Algo de técnica tenía, pero mi juego era de fuerza y de la rudeza necesaria para un defensa central. Lo mejor que tenía era el tacle deslizante. Yo nunca lesioné a nadie de gravedad, iba con todo pero al balón, como último hombre no podía dejar pasar a nadie. Yo le decía al ‘Nino’ Landa: “No pasis al lado mío, ándate pal otro lado a hueviar, si no te voy a dar” (risas).
¿El mejor jugador que vio?
Luis ‘Negro’ Wilson, sin dudas.
¿Se declara hincha de Unión La Calera?
De Unión La Calera y de Audax Italiano.
¿Y si juegan Unión La Calera contra Audax Italiano?
Que empatemos (risas). Hice muchos amigos en Audax, conocí a Américo Simonetti, a don Enrico Cánepa. La colonia en general es muy futbolizada, se portaron muy bien conmigo y con Tapia.
¿Influyó usted en la llegada del ‘Toño’ Vargas al Audax Italiano?
Vargas tuvo problemas en Unión La Calera para renovar su contrato unos años después de que me fui. Ahí vine con un dirigente de Audax Italiano a Pichicuy, donde él estaba veraneando, y firmó contrato en el momento. Se le ofreció el dinero correspondiente, leyó el contrato que ya estaba conversado de palabra y listo.
Usted y la familia Zuleta han quedado en el inventario colectivo del club, por ejemplo su hijo jugó también. ¿Está consciente de que su nombre es sinónimo de sangre cementera para varias generaciones de hinchas, jugadores y directivos?
He sido longevo en mi parte futbolística, tengo un premio a la trayectoria que me entregó el club. Con que ustedes me entrevisten yo me siento feliz, es un logro, un honor.
Fidel Zuleta 2010