Inicio Historias Vida y obra de Julio Martínez Prádanos, en el centenario de su natalicio

Vida y obra de Julio Martínez Prádanos, en el centenario de su natalicio

Por Heriberto Llanos Ibarra

Cuando un hombre ha caminado exitosamente por los senderos de la prosa, la oratoria, la tertulia y la sabiduría, cuando ha logrado escalar las gradas hasta el Olimpo de los absortos, cuando ha convivido con las habilidades de Thot (1), Hermes (2) y Demóstenes (3), cuando su legado ha sido inmortalizado a través de su docta pluma, en imperecederas crónicas redactadas en una vieja máquina de escribir o palabras hiladas a la perfección a través de un micrófono. Resulta difícil y casi imposible el escribir de su vida y obra, convirtiéndose ello en una quimera y un reto pretencioso de realizar. He aquí los detalles de la historia de don Julio Martínez Prádanos, en el centenario de su natalicio, reconocido como uno de los más destacados periodistas nacionales. Un camino lleno de recovecos, pasiones, amores, anécdotas y de momentos memorables, un hombre que a través de su legado se ha convertido en una fábula. La historia lo reconocerá como un personaje casi novelesco. 

Su crianza en una familia española

A los pies de los cerros Ñielol y Conun Huenu, en el valle serpenteado por el Río Cautín, se asentaron a principios del siglo XX, José Martínez Nogales y Julia Prádanos Rodríguez, pareja de inmigrantes españoles. Él proveniente de la región de Extremadura. y ella de la ciudad de Valladolid. Después de haberse casado el 8 de enero de 1921 en Santiago, llegaron a la ciudad de Temuco en busca de prosperidad a sus vidas. José, comerciante como muchos hispanos migrantes, se instaló con su tienda “Blanco y Negro”, una camisería en la que ofrecía elegantes sombreros de paja, lujosas camisas, suspensores, pañuelos y finas corbatas.

En el albergue de esta familia de tradiciones españolas, en un invernal sábado de 1923, el 23 de junio nació Julio Martínez Prádanos, quien sería el único hijo que tendría la familia. Transcurridos poco menos de dos años, los negocios de José no andaban del todo bien, por lo cual la venta de la tienda de camisas fue inminente. En busca de una nueva oportunidad para sus vidas, la familia Martínez Prádanos regresó a Santiago, para vivir en el centro de la capital, en una residencial, ubicada en la calle Monjitas 341, propiedad de la madre de José ‘Pepe’ Abad Suárez.

Julio Martínez Prádanos, con aproximadamente un año de edad (foto: JM por siempre 2008, Canal 13).

Julio en su niñez se crió con el entrañable cariño y la estricta enseñanza de su madre, quien le inculcó, como buena vallisoletana, el pulcro uso del español, así como también el estudio por la música, destacando el pequeño Julio como un buen intérprete de piano y violín ya siendo un joven. Mientras su padre llevaba el sustento a la familia, como vendedor de la fábrica de calcetines Moletto Hermanos, no descuidaba la formación cultural de su hijo, llevándolo frecuentemente a espectáculos de zarzuela o al Teatro Municipal de Santiago.

El antiguo Colegio San Pedro Nolasco, que en ese tiempo estaba ubicado en Huérfanos 669, fue su casa educacional, donde tempranamente demostró sus cualidades y dotes discursivos, e interés por el canto, no escatimando oportunidades en tomar el micrófono ante cualquier acto escolar que se presentara. Lo mismo si se trataba de escribir comentarios deportivos en el diario mural del colegio, para lo cual gastaba gran parte de su esmirriada mesada en revistas y suplementos deportivos. No era raro ver a Julio en su recreo, sentado en una grada, ensimismado leyendo algún fascículo de la revista Estadio. Estos intereses, de alguna forma lo distrajeron permanentemente de sus deberes académicos, no siendo un estudiante destacado. 

Así transcurrió hasta entonces la apacible vida del joven Julio, con sus compañeros y amigos del barrio que estudiaban en el mismo colegio, teniendo como distracción la asistencia a las rotativas del cine Club de Señoras (después cine Río), ubicado en la calle Monjitas 743, o concurrir a jugar las interminables pichangas en el Parque Forestal, en las cuales Julio era el de los menos dotados en el dominio de la pelota, y que de seguro debió ser elegido de los últimos en la conformación de los equipos por parte de ‘los capitanes’, debiendo resignarse con custodiar el improvisado pórtico, señalizado por dos montones de chalecos y chaquetas, que simulaban los postes del arco. 

Temuco en 1920-1930, ciudad de nacimiento de Julio Martínez (foto: www.enterreno.com).

En marzo de 1941, cuando Julio empezaba a cursar su último año de estudios, su padre evidenció fuertes molestias estomacales, lo que finalmente tuvo un triste desenlace tres meses después, el viernes 20 de junio, cuando su padre falleció producto de un cáncer gástrico.

El mismo Julio Martínez relata esta escena de su vida, en donde el facultativo del Hospital El Salvador, que había operado a don José, le daba la triste noticia: “Vas a tener que ser bien hombrecito, lo que tiene tu padre es irreversible, sentenció el doctor Félix de Amesti”.

Ese fue un duro golpe, que afectó profundamente a Julio y a su madre, pero había que levantarse y seguir bregando ante los enrevesados momentos que se les venían. Es así que doña Julia empezó con un modesto taller de costura, donde partió confeccionando banderas chilenas, para luego, con mayor destreza, convertirse en una solicitada modista del barrio. Por su parte, el joven Julio, ya egresado de sexto humanidades y habiendo rendido el bachillerato, vio frustrada su intención de estudiar derecho y debió aceptar la oferta del rector de su colegio, padre Rafael Undurraga. Así, el 1 de marzo de 1942 Julio empezó a trabajar como secretario en su ex colegio, aprendiendo a manejar por primera vez las teclas de la máquina de escribir, labor que ejerció por algún tiempo.

Los patios del antiguo colegio San Pedro Nolasco, donde se educó Julio Martínez (foto: Facebook CSPN ex alumnos).

Su cariño y afición por los deportes

Desde que tuvo conciencia, Julio se prendó siempre de las actividades deportivas. El amor por el fútbol, el tenis, el básquetbol y el box, por mencionar los de su mayor predilección, le otorgaron sentido a su vida, reconociendo que para la práctica de estos nunca tuvo habilidades. Su devoción por el fútbol fue heredada de su padre, quien lo llevaba frecuentemente a los estadios. Como consecuencia de aquello, su deseo de niñez siempre fue ser futbolista, tan así que a los ocho años decidió probar suerte en el equipo por el cual le había inculcado cariño su progenitor. A la cancha de Santa Laura fue a tratar de demostrar sus condiciones futboleras…pero no, don Andrés García Fernández, el mismo dirigente histórico, precursor de las divisiones menores de Unión Española y autor intelectual de las ‘generaciones doradas’ del club hispano en los años 30 y 40, le aconsejó después de la práctica, buscar e intentar en otras disciplinas.

Así lo contaba Julio Martínez en el programa de televisión Nuestra Hora: “Pensaba ser futbolista, me probé en las infantiles de Unión Española, un viejo dirigente hispano, don Andrés García, me dio un consejo, que seguí de inmediato: Dedíquese a otra cosa”.

Siendo algo mayor, fugazmente practicó tenis, dando algunos raquetazos en el Club Internacional de Bellavista, donde fue socio. También se convirtió en asiduo visitante a la Academia Brunswick, en la calle Merced 741, lugar en que disfrutó del billar.

Fue fundador, dirigente y jugador del Club Estudiantes, que participaba en la liga ‘Amigos del Fútbol’, donde llegó a ser su presidente. En esta instancia, como compañero de equipo conoció a su amigo, el joven locutor argentino, Carlos Alberto Palma, ‘Palmita’, que sería el eslabón inicial de su vida como locutor.

Ya siendo un reconocido periodista, no era raro verlo de buzo, acompañando en los entrenamientos a los jugadores de equipos o selecciones que acompañaba en giras por el extranjero.

Sus emociones futboleras siempre estuvieron comprometidas con el club de su vida, la Unión Española, donde su padre lo hizo socio a los diez años de edad. Por su puesto, por la selección chilena se desvivió apasionadamente, y siempre mostró un dejo de simpatía por Green Cross Temuco o Deportes Temuco, en honor a la tierra que lo vio nacer.

Julio Martínez entrenando con jugadores de la selección chilena en Irlanda, durante la gira a Europa en 1960 (foto: facebook Clásicos del Fútbol).

Su ópera prima

Luego de dejar su trabajo en el colegio San Pedro Nolasco, ingresó en el puesto de su padre a trabajar como vendedor a la empresa Moletto, labor en la cual tuvo buenos dividendos gracias a su facundia y poder de convencimiento. Pero su vida laboral tendría un giro impensado, cuando el país conmemoraba sus 135 años de independencia. Ese martes 18 de septiembre de 1945, el joven Julio se aprestaba a celebrar las festividades patrias junto a su amigo Carlos Alberto Palma, ‘Palmita’, al que fue a encontrar esa tarde a la radio Prat en la calle Ahumada, lugar donde éste trabajaba. Ya estando Julio en la emisora, un afligido radiocontrolador, ante la ausencia de los locutores oficiales, y a que el programa Clínica Deportiva debía salir al aire, se dirigió al imberbe desconocido y le preguntó:

– ¿Sabes hablar por micrófono?

– Sí, respondió Julio, sin titubear.

Orrego, (apellido del radio-operador) rápidamente lo sentó en la cabina de locución, y Julio estuvo cerca de media hora improvisando, ocasión en que aprovechó de comentar con lujo de detalles el partido de tenis que había visto por casualidad, dos días antes, en el Club Internacional de Bellavista, donde jugaron por el certamen de Fiestas Patrias el chileno Marcelo Taverne Lachaise y e joven argentino Enrique Morea, con sorpresivo triunfo del nacional por 6-2, 6-3 y 6-4 sobre la segunda raqueta del tenis trasandino. Luego prosiguió leyendo y comentando los cables del deporte internacional que le habían pasado.

El afamado Carlos Cariola Villagrán, director del programa y que lo había escuchado desde su casa, al día siguiente preguntó:

– ¿Quién fue ese que habló ayer?

– Ese amigo flaco (Julio) que siempre viene a buscar a Palma, contestó Orrego.

Dígale que venga a hablar conmigo.

Fue así como el 22 de septiembre de 1945, a la edad de 22 años Julio Martínez era contratado por Carlos Cariola en la misma radio Prat, para ser integrante del programa Clínica Deportiva’. Por cierto, sin dejar aún su labor de vendedor.

Julio Martínez en sus primeros años como locutor (foto: Emol).

La trayectoria en el micrófono, la máquina de escribir y las cámaras de televisión

Fue tal su éxito radial como relator deportivo, que el 1 de enero de 1949 firmó contrato con la prestigiosa radio Agricultura, lugar donde se consolidó como referente nacional en la locución deportiva, siendo conocido como ‘JM’ y llegando a ser director del área de deportes.

Luego de 19 años en esta emisora, “cambia camiseta” y se incorpora a la radio Corporación. Siguió después en el programa “Deporte Total” en la radio Minería hasta 1998, para finalizar en la radio Monumental.

En 1946, paralelamente a su despliegue en el micrófono, se inició en la prensa escrita debutando con su pluma en el diario La Hora’. Es ahí donde su amigo Raúl González Alfaro le aconsejó: “Usted dedíquese al periodismo, tiene disciplina, vocación y es decente”. Atrás quedaría la maleta con calcetines.

Tres años después, fecha en que se cierra este periódico, Julio Martínez recala en el diario Las Últimas Noticias, donde popularizó sus afamadas crónicas deportivas en su columna “Bajo la Marquesina”’, donde daba cuenta del pensar y sentir del ciudadano común con sus acertadas opiniones del fútbol, boxeo, tenis, atletismo y del deporte que se le pusiera por delante. También el diario La Segunda sabría de sus columnas deportivas.

Después del Mundial de Fútbol de 1950 en Brasil, se integró a la emblemática revista Estadio, donde firmaba sus crónicas como “Jumar”. También sus columnas se publicaron en el diario Mundo Deportivo de Buenos Aires y en La Prensa de Lima.

Por su puesto que en la emergente televisión chilena su rostro sería rápidamente requerido. Es así como en abril de 1967, Eliodoro Rodríguez lo llamó para incorporarse al Canal 13 de la Universidad Católica de Chile, e integrar la recién creada área deportiva de esa corporación. No solo se quedó opinando de las vicisitudes del balompié, de los raquetazos sobre la arcilla o del jab o uppercut sobre un cuadrilátero, sino que también fue parte del programa de opinión A esta hora se improvisa, donde se solazaba dando su parecer ante cualquier temática de la actualidad de aquella época. Lo mismo ocurrió después, al ser contertulio del programa “Almorzando en el 13’. En esa estación televisiva permaneció hasta los últimos días de su vida, donde son recordados aún sus lúcidos análisis deportivos de los domingos o sábados en la noche en el noticiero Teletrece, donde acostumbraba a cerrar sus comentarios con alguna reflexión de cualquier hecho del momento.

Julio Martínez Prádanos a los 26 años de edad, previo al Mundial de Fútbol de Brasil 1950, en la foto de su pasaporte (31 de enero de 1950).

Sus amigos y la bohemia

Fue un gran amante del tango y de la bohemia santiaguina. En los 60 se reunía todas las tardes con sus amigos en el restaurante Nuria o en el café Santos. No fumaba ni tomaba café, prefería una copa de vino, coñac o jerez. ‘JM’ fue un trasnochador empedernido, después de concluir sus brillantes artículos en el diario muy cerca de la media noche, o luego de comentar algún evento deportivo, salía raudo hacía el Club Brunswick o el Capri para reunirse con sus amigos Renato González, Pedro Fornazzari, Rodolfo Soto y Osvaldo Márquez, entre otros, para sostener interminables tertulias de trasnoche.

En su paso por la radio Corporación conoció a don Renato González Moraga, ‘Míster Huifa’, y a Raúl Prado Cavada. Al primero siempre lo consideró su gran maestro, y al segundo, su amigo de toda la vida. En el diario La Hora compartió con quien también sería su gran amigo, Raúl González Alfaro, quien fue su mentor para tomar la pluma y desarrollar el periodismo escrito. 

Los guiños con la política

En la década del 50, antes del Mundial de Fútbol de Chile en 1962, dos organizadores de éste, Ernesto Alvear Retamal y Carlos Dittborn Pinto, lo conminaron varias veces a asistir a las reuniones de la Democracia Cristiana para integrarse a la falange. Por orden de su partido, Carlos Dittborn intentó convencer a su amigo Julio Martínez a fin de que éste postulara a un escaño en el Congreso en representación de la Democracia Cristiana, pero el periodista finalmente declinó aceptar la propuesta. El comunicador nunca manifestó abiertamente su tendencia política, pero quienes lo conocieron de cerca dicen que admiraba profundamente a Eduardo Frei Montalva. 

Declaró en varias entrevistas: “Jamás di mi voto a candidatos de extrema derecha o de extrema izquierda”. Julio se ufanó siempre de tener buen ojo para la política: “Hago vaticinios muy acertados, aunque nunca ha pertenecido a partido alguno”. 

Lo mismo ocurrió con los dirigentes políticos Ángel Faivovich Hitzcovich y Jacobo Schaulsohn Numhauser, que lo invitaron a ser parte de los registros del Partido Radical.

“Usted es el típico exponente de la clase media chilena, tiene facilidad de expresión y tiene carisma”, sentenció un político en el programa De Profundis del canal televisivo de la Universidad Católica de Valparaíso.

Julio Martínez durante una de sus miles de conversaciones (foto: www.historia.usach.cl).

Las mujeres de su vida

Julio Martínez siempre declaró que en su adolescencia sufrió por amor. Las mujeres de las cuales se enamoró habitualmente se terminaban casando con otros.  

Su madre, Julia Prádanos, fue una mujer sobreprotectora con su único hijo, condición que se pensaría ocurrió solo en su infancia y juventud, pero no. Siendo ya Julio un hombre hecho y derecho, esta intrincada relación se mantuvo. Fue tan así que Julio, en sus asiduas asistencias al café Sao Paulo, conoció a la que sería el gran amor de su vida, Norma Adriana González, oriunda de Talca y que en ese tiempo trabajaba en aquel lugar. Mantuvieron una relación en secreto, a espaldas de su madre por largo tiempo. Después de una década de haberse conocido, un día decidieron casarse a escondidas, lo que concretaron el 4 de marzo de 1964, y Julio seguiría viviendo con su madre en el departamento que compartían en calle Miguel Claro de Providencia, frente al Liceo José Victorino Lastarria, hasta que doña Julia falleció a la edad de 92 años, un 7 de julio de 1976, después de lo cual recién pudo vivir junto a su esposa. 

“Mi madre no podía aceptar que yo me casara con una mujer separada y con dos hijos”, declaró siempre Julio Martínez. 

Además, agregaría: “El sacrificio no lo hice yo, porque yo pasaba por soltero, por soltero alegre y trasnochador, el sacrificio lo hizo Norma” (Homenaje Gigante, Sábados Gigantes, 4 de abril de 1981).

En el matrimonio con Norma, Julio nunca tuvo hijos, pero sí producto de otra relación amorosa con Fresia Colina Ilabaca. El 1 de febrero de 1955 nació su único hijo, el que heredó su nombre, Julio Antonio Martínez Colina, actual concejal de Ñuñoa. 

Julio Martínez Prádanos junto a su esposa Norma Adriana González y su hijo Julio Martínez Colina, en 1993 al recibir el premio “Hombre de Radio 1993” (foto: Emol).

Retórica para el bronce

Es indiscutible que Julio Martínez fue un ícono de las comunicaciones, caracterizado por el buen uso del vocabulario. Siempre hilvanaba frases certeras y discursos célebres, que han sido motivo de amplio desarrollo, destacando aquel relato radial en la Copa del Mundo de Chile 1962, en el encuentro del 10 de junio entre la selección chilena y la de la Unión Soviética disputado en el estadio Carlos Dittborn de Arica, cuando en una jugada de Leonel Sánchez que, entrando por la izquierda fue derribado en el área por el defensor soviético Givi Chojeli, y que el referee neerlandés Leopold Sylvain Horn, en forma errónea sanciona foul pero fuera del área. Tras el tiro libre que convierte en gol el mismo Leonel venciendo al portero Lev Yashin, Julio Martínez comenta los acontecimientos de la jugada, en un relato que logra traspasar a los oyentes la emoción de un momento sublime: “Goool chileno, goool chileno, un tiro libre impresionante de Leonel Sánchez y la pelota en la red, ¡Justicia Divina!, ¡Justicia Divina!, amables oyentes…”. 

Sus relatos mundialeros fueron editados en un disco, “Momentos Estelares”, el que vendió más de 70.000 copias.

Carátula del disco ‘Momentos Estelares’ del Mundial de Fútbol de Chile de 1962, con los relatos de Julio Martínez (foto: www. generacionmampato.blogspot.com).

El 8 de diciembre de 1978, en la clausura de la primera Teletón que se realizaba en el país, Julio Martínez subió al escenario para entregar un discurso que permanece en la memoria de todos los chilenos, que en parte decía: “¿Saben ustedes qué es lo que hay en cada niño que sonríe? Un canto a la vida, un canto a la dicha, y un canto al amor. Muchas gracias”.

Para los adeptos de Unión Española, son recordadas las palabras que mencionó al final del noticiario deportivo de Teletrece, en momentos en que se suponía la venta del Estadio Santa Laura y del club: “Santa Laura no, la Unión no, no se toca eso. Yo puedo contar la historia de Santa Laura, por su puesto, desde el año 33 para adelante. Santa Laura no, Unión Española no, por lo menos mientras yo esté aquí en este panel”.

Galardones a su trayectoria

Sin haber cursado estudios formales de periodismo, por su larga y exitosa trayectoria en los medios de  comunicación, obtuvo el título en grado Honoris Causa. Recibió el Premio Nacional del Periodismo Deportivo en 1970, y en 1988 fue galardonado con el Premio de la Real Academia de la Lengua, por su correcto y avezado uso del idioma. También recibió el Premio Embotelladora Andina (1994) y el Premio Amador Yarur Banna del Club Palestino, reconocimiento que lo designó como el mejor periodista chileno del siglo XX. El 2001 recibió el premio Raúl Prado Cavada que otorga Colo Colo.

En abril de 1993, la directiva de Unión Española inauguró la sala de prensa del Estadio Santa Laura, bautizándola con el nombre de Julio Martínez Prádanos, en homenaje a su exitosa carrera periodística y al amor encomiable que siempre demostró por los colores de la institución hispana. En el evento el presidente hispano de entonces, Manuel Suárez, descubrió una placa recordatoria.

Por su parte, la 10° Compañía de Bomberos de Santiago, conocida como Bomba España, lo declaró socio honorífico de la institución.

Como parte de la celebración de los 50 años de la televisión en Chile, el 20 de noviembre de 2007, el Senado le otorgó la Medalla de Oro por su trayectoria en las pantallas de Canal 13. 

El 3 de octubre de 1995, Julio Martínez Prádanos fue galardonado con el Premio Nacional de Periodismo, tras una extensa deliberación del jurado conformado por su presidente, el Ministro de Educación Sergio Molina, Jaime Lavados, rector de la Universidad de Chile, Armando Roa, Silvia Pellegrini y la periodista Pilar Vergara, ganadora del mismo premio en 1994.

Así lo recordaba el propio Julio Martínez, al llamado telefónico que recibió del propio Ministro Sergio Molina: 

– ¿Cómo se encuentra don Julio?

– Muy bien, gracias.

– Ahora se va a sentir mejor, porque usted ha sido designado Premio Nacional de Periodismo.

El diario La Nación del 11 de octubre de 1995 publicó: “No fui a la universidad”, lo que dijo al recibir el premio. “No tuve ese privilegio, pero respeto profundamente a los que lo hicieron, porque son mejores que nosotros, los que fuimos a la universidad de la vida, de la que estoy tan agradecido. El Premio Nacional de Periodismo me lo merezco, y debía de ser para mí hace dos años, pero me lo ganaron dos periodistas mujeres, Raquel Corre y Pilar Vergara”.

Ya en forma póstuma, el 5 de julio del 2008, a poco más de seis meses de su muerte, se publicaba en el Diario Oficial la ley que modificaba el nombre del Estadio Nacional, monumento histórico, pasando a ser Estadio Nacional Julio Martínez Prádanos.

Julio Martínez recibiendo uno de sus tantos galardones (foto: Emol) 

Se apagó un micrófono

El miércoles 2 de enero de 2008, siendo las 8 horas con 38 minutos, en la tranquilidad de su hogar en Providencia se dejaría de escuchar definitivamente la voz de Julio Martínez Prádanos. Producto de un paro cardiorrespiratorio y de su deteriorado estado de salud, a consecuencia de un cáncer a la próstata que sobrellevó por largos diez años, fallecía el querido ‘JM’.

La noticia de su fallecimiento caló profundamente en la opinión pública, y numerosa fue la asistencia de periodistas, rostros del espectáculo y de las comunicaciones, deportistas, políticos, autoridades, gente común y admiradores que se hicieron presentes en su largo velatorio realizado en la iglesia de la Divina Providencia. Dos días después, su sepelio se realizó en el Cementerio General, no sin antes que la concurrida romería pasara y se detuviera frente al Canal 13, recibiera el florido homenaje en la Pérgola de las Flores, y parara en la entrada principal de su querido Estadio Santa Laura, donde los hinchas del conjunto hispano le rindieron un sentido homenaje en reconocimiento a un hombre que siempre sintió un cariño inconmensurable por los colores de Unión Española.

En el día de su funeral, el féretro de Julio Martínez pasa al frente del estadio Santa Laura, siendo homenajeado por los hinchas de Unión Española (foto: La Furia Roja).

(1) Thot: Dios egipcio de la sabiduría y la escritura.

(2) Hermes: Dios griego de la oratoria, escritura y de la historia.

(3) Demóstenes: uno de los oradores más relevantes de la historia ateniense.

 

Fuentes:

Artículos Relacionados