Los gritos y/o cánticos han sido parte de la cultura deportiva chilena, desde el momento en que estas actividades comenzaron a congregar multitudes. Con ellos, los asistentes buscaron la forma de apoyar a sus clubes e ídolos y transmitirles su presencia. Aplausos, sombreros al aire, pañuelos y los “hurras” (grito de guerra traído por los británicos), fueron las primeras manifestaciones en los campos deportivos; más tarde la entonación de canciones y finalmente la creación de himnos que se hicieron parte del folclore deportivo. Muchas de estas expresiones no estaban ceñidas solo al deporte, a veces manifestaban posiciones políticas, sociales, cuestiones éticas, etc.
En sus orígenes el deporte se vio limitado a su propio ámbito, a pesar de que muchos dirigentes pertenecían a las esferas del poder, pues existía una regla inquebrantable: no se debe mezclar el deporte con la política, religión, o cualquier tema que pudiera generar conflicto con las autoridades o centros de poder.
Desde la década 1900 en adelante, los campeonatos de atletismo y los partidos de fútbol comenzaron a congregar multitudes, las principales rivalidades se desarrollaban entre los habitantes de las principales ciudades de Chile: Iquique, Antofagasta, Coquimbo, Quillota, Valparaíso, Talca, Chillán, Concepción, Talcahuano y Valdivia, concentraban la actividad deportiva del país. Al finalizar la década 1910, el boxeo también comenzará a posicionarse como uno de los principales espectáculos deportivos. Los años 20s sumarán otras disciplinas deportivas que congregarán multitudes, tales como el ciclismo y la natación.
En 1906 se juega el primer intercity entre Asociaciones de fútbol, los protagonistas son Santiago y Valparaíso, quienes comienzan a tener una larga rivalidad. En otros lugares de Chile también emergen “clásicos”, Concepción vs Talcahuano, Coquimbo vs Antofagasta, Talca vs Chillán, etc. Estos encuentros deportivos generan grandes espectáculos masivos y desatan una violencia no conocida hasta aquel momento, los desencuentros no solo ocurren en las tribunas, los dirigentes también son parte de este espectáculo de polarización.
En los largos viajes en tren es donde nacen los primeros cánticos, cambiando la letra a alguna canción popular o entonando alguna poesía. En 1913 se crea el “himno de los Sportmans”, dando muestras que el fútbol está permeando a diversas manifestaciones culturales. El nacimiento de estas nuevas formas generó opiniones diversas en el mundo deportivo, la revista Los Sports da cuenta de esta situación: “El “publico bochero” que asiste a nuestros espectáculos deportivos, debe aprovechar las consideraciones que se hacen en las líneas anteriores, pues “hay que ver” cómo se grita en algunos matches de football, box, natación etc., gritos adornados con palabras groseras que hacen alejarse a las personas educadas de los recintos deportivos, a los jugadores y jueces. El público debe limitarse a aplaudir y a respetar las decisiones del referee, quien es el llamado a fiscalizar.”[1]
Manuel Plaza y el ceacheí
El primer ídolo deportivo que alcanzó fama a nivel latinoamericano y mundial es sin lugar a duda Manuel Plaza: sus proezas en las competencias de fondo y maratón alcanzaron niveles legendarios.
En la Semana Santa de 1927 se organizó el V campeonato sudamericano de atletismo, en aquella cita se enfrentaron las delegaciones de Argentina, Chile y Uruguay. Se desarrolló entre el 14 y 19 de abril en los Campos de Sport de Ñuñoa.
El atletismo chileno por entonces contaba con grandes triunfos, siendo el primer país sudamericano en enviar una delegación a unos Juegos Olímpicos (Estocolmo 1912). Hasta aquel momento se habían efectuado 6 campeonatos sudamericanos de atletismo, donde Chile había obtenido 4 de ellos. Inclusive había logrado el bicampeonato de la Copa América en 1920, trofeo que se disputaba desde 1919.
Año | Sede | Campeón |
1910 | Buenos Aires | Chile |
1918 | Buenos Aires | Chile |
1919 | Montevideo | Chile |
1920 | Santiago | Chile |
1922 | Rio de Janeiro | Argentina |
1924 | Buenos Aires | Argentina |
1926 | Montevideo | Argentina |
Chile contaba con grandes exponentes que esperaban devolver al sitial de honor al atletismo nacional. Sumado a la descollante figura de Manuel Plaza, estaban los atletas Rodolfo Wagner, Carlos Müller, Erwin Herbert, Carlos Yahnke, Serapio Cabello entre otros.
El campeonato se desarrolló con dos grandes protagonistas, Chile y Argentina, los uruguayos con una delegación acotada no lograron ninguna presea dorada. Los primeros 4 días de competencia mostraron un equilibrio de fuerzas, destacando la participación de Manuel Plaza, quien obtuvo 4 medallas de oro (3.000, 5.000, 10.000 y cross-country). En Argentina brilla Juan Piña, obteniendo dos medallas doradas en las pruebas de velocidad (100 y 200 metros).
Los argentinos habían sorprendido a Chile, ya que la batalla no solo estaba en la cancha, sino que también en las tribunas. El viernes 15 de abril quedará marcado para siempre en los anales del deporte chileno, aquel día inició su participación en el campeonato Manuel Plaza, siendo su primera prueba el cross-country, el cual ganó de forma muy holgada; desde la tribuna emergió un rugido que acompañará al deporte chileno por toda la eternidad, la revista Los Sports da cuenta de la situación y la importancia que tuvo en el desarrollo del campeonato: “La primera sorpresa que nos dieron los argentinos fue su claque (barra), formada por los mismos atletas participantes. Un muchacho, armado de una bocina, hacía de maestro director, y antes de que sus compañeros iniciaran una prueba, les alentaban con un grito, que el grupo coreaba:
¡Yú-ra-rá! ¡Yú-rá-rá-Ar-gen-ti-na!
¡Yú-ra-rá! ¡Yú-rá-rá-Ar-gen-ti-na!
¡Yú-ra-rá! ¡Yú-rá-rá-Ar-gen-ti-na!
¡Valero! ¡Atilio! ¡Barucco!
Claro que no podíamos quedar chicos: al siguiente día apareció “Paco Vera”, la figura más simpática del Campeonato, y empezó a repartir unos papelitos, en donde se había escrito la letra de un grito para alentar a los nuestros. Unos pocos ensayos dirigidos por el mismo Paco y las disciplinadas huestes quedaron instruidos:
-¡Un ce-hache-í por Plaza!
-Ce-hache-í; Chi; ele-é le! ¡Chi-chi-chi-lé-le´-lé! ¡¡Chile!! ¡¡Plaza!!”[2]
En las tribunas de Campos de Sports de Nuñoa se escuchó por primera vez a toda una hinchada cantar al unísono CEACHEÍ. Osvaldo “Paco” Vera jamás imaginó, que el cántico creado para apoyar a los chilenos en aquel campeonato iba a quedar para siempre en la historia del deporte chileno. Su masificación tendrá que esperar algunos años, pero se convertirá en el grito de guerra de las huestes chilenas en los futuros triunfos de nuestro deporte.
Terminadas las competencias del domingo, nuestros compatriotas tenían una pequeña ventaja en el cómputo final, debiendo decidirse el campeonato en el decatlón que se desarrollaría en los últimos dos días. El cómputo parcial del domingo 17 de abril era el siguiente:
- Chile: 65 puntos
- Argentina: 60 puntos
- Uruguay: 1 punto
La genialidad de Vera abrió la puerta a un nuevo tipo de manifestación cultural en los recintos deportivos, la revista Los Sports lo destaca: “Visto el buen aprovechamiento de sus alumnos, al siguiente día el Paco les enseño dos nuevos cantitos, como él los llamaba.
Helos aquí:
-¡Un chiribiriríchá-chá, por Alvarado!
-¡Chiribirirí, chá-chá!
¡Chiribirirí, chá-chá!
¡Chiribirirí, chá-chá!
¡Hurrá!, hurrá, hurrá!
¡¡Alvarado!!….
El otro:
-¡Un chécale por Gevert, Yahnke y Cabello!
-¡Chécale, cachécale, cháu-cháu-cháu!
¡Pómale, capómale, páu-páu-paú!
¡!Chécale, capómale, chin-cháu-cháu!
¡Gevert! ¡Yahnke! ¡Cabello!
Esa fue la obra del Paco Vera. ¡Y sabe Chile qué parte le cabe en la victoria a este incendiario del entusiasmo! No lo sabe.”[3]
Serapio Cabello recuerda aquel campeonato con tintes épicos y sobre todo, la prueba de los 1.500 que fue clave en aquella competencia del decatlón: “Fueron unos 1.500 de delirio. El público, que sabía muy bien lo que estaba sucediendo en el puntaje, gritaba enloquecido, y aquello era como para darles aliento hasta a los que se iban cayendo. En ese Sudamericano se escuchó por primera vez, el grito clásico del “Ceacheí”, que había inventado para el campeonato Paco Vera. Antorchas improvisadas con papeles de diario y la cancha ya en la oscuridad. Era cosa digna de verse, les aseguro.”[4]
Paco Vera, historia de un entusiasta
Osvaldo Víctor Manuel Vera Toledo, nació en Santiago el 29 de septiembre de 1905. Sus padres Juan Aurelio Vera Mejías y Úrsula Toledo Arellano. Su niñez se desarrolló en el centro de Santiago, en la casa familiar ubicada en Bandera #878 y en el taller fotográfico de su padre en Alameda N°827. Su padre fue un reconocido fotógrafo de la sociedad chilena, inclusive retrató al presidente Emiliano Figueroa y otras personalidades públicas de la época.
Osvaldo practicó varios deportes, destacó en natación, fútbol y rugby. El origen de su apodo es revelado por su hijo David Vera Meigg: “En aquella época apareció un cartel de reclutamiento de la policía y el parecido con mi padre era evidente, desde aquel momento fue conocido como “el paco” Vera.”
Participó en el Club de natación Quinta Normal, uno de los más poderosos de la capital. Siempre destacó por su simpatía y agudeza mental, los chistes o “tallas” eran naturales en él. Luego de convertirse en el “jefe de la hinchada chilena” ingresó al Green Cross, donde comandó a la ruidosa barra estudiantil que poseían los verdes. La revista Los Sports en 1929 da cuenta del nivel de popularidad alcanzado por Vera: “Tan descomunal era la pelotera armada en la barra del Green Cross por el embudo de Paco Vera, que casi no prestamos atención a lo que sucedía en la pileta del Estadio Militar. Él absorbía la atención del público y de los periodistas que tuvimos la mala idea de tomar asiento cerca de la claque (barra) de los verdes. Tuvo sus consecuencias para nosotros la actitud dinámica y desconcertante de Vera, porque terminada la fiesta, nos vimos en la necesidad de averiguar entre los asistentes los resultados de las diferentes pruebas disputadas. No habíamos reparado en ella, sino en la gresca provocada por el intolerable Paco.
Como se imaginará el lector, a las manifestaciones de entusiasmo con que se caracterizaban las huestes verdes, respondían con insistía los chivateos ensordecedores de la claque de Playa Ancha. Así había instantes en que no oíamos absolutamente nada; el boche era infernal. Y entonces sucedía lo inevitable: una ovación de las graderías y un rosario de pifias de parte de los porteños, picados estos ultimo por su amor propio. Pero los recursos de Paco no se agotaban con esto. Había tenido la hábil precaución de entrar en las tribunas llevando una cantidad enorme de cartones verdes. Con ellos formó en su claque una gigantesca insignia de Green Cross, que se mecía majestuosamente en los brazos de quienes la sostenían.”[5]
Con este tipo de manifestaciones, Osvaldo Vera comenzaba a delinear el espectáculo de barras que alcanzaría su máximo nivel con el desarrollo de los clásicos universitarios.
También destacó en rugby en las décadas del 20 y 30, siendo uno los principales promotores en la capital; el diario La Nación en la previa del clásico partido anual entre chilenos vs extranjeros destaca: “El paco Vera, gran propulsor de este deporte, y capitán de Chilenos, nos dice que este año espera ganar a Extranjeros, para dejar demostrado que entre los nacionales también se ha sabido asimilar la difícil y complicada técnica de este juego, que hasta hace poco era solo patrimonio de los ingleses. Cree que este match será uno de los más fuertes y mejores de la presente temporada, termina diciéndonos el “Paco”, nuestro más entusiasta y criollo jugador de rugby.”[6]
En su vida profesional se dedicó al igual que su padre a la fotografía y más tarde tuvo una larga carrera como funcionario del Ministerio de Obras Públicas. Estuvo ligado a la vida política y social de Santiago, generando lazos y amistades con destacados personajes, artistas, poetas y políticos de la época. Se casó en 1930 con Cloe Meigg Aguayo con quien tuvo 4 hijos. Falleció el 10 de noviembre de 1964, sus restos descansan en el Cementerio Católico de Santiago.
Los universitarios y el ceacheí
Fueron los universitarios los primeros en comenzar a utilizar el ceacheí. Tradicionalmente se indica que Julio Cordero y sus compañeros de arquitectura de la Universidad de Chile en un viaje a Antofagasta a bordo del barco Reina del Pacífico, dieron vida al Romántico Viajero, canción que se convertiría en el himno del Club Universidad Chile; dicha creación literaria y musical en su última estrofa cierra con el clásico ceacheí, corría el año 1933.
La barra universitaria tenía fama de bullanguera (ruidosa). En las competencias interuniversitarias y en los clásicos partidos de fútbol frente a la Universidad Católica, el bullicio y las bromas comenzaban a marcar el fenómeno de masas que se desarrollará a fines de los años 30s, conocido popularmente como “clásico universitario”.
El 17 de abril de 1938 Universidad de Chile rinde su examen de suficiencia para ingresar al fútbol profesional, si bien es cierto, pierde por 1-2 frente a Audax Italiano, los directivos de la Asociación Central de Fútbol (ACF) aceptan su postulación. Una semana más tarde, el 23 de abril se enfrenta al popular Colo-Colo en la cancha de carabineros; en aquel partido llama la atención de los periodistas uno de los cánticos que emerge de la tribuna, La Nación deja testimonio en la crónica de aquel sábado de fútbol:
“C-h-i, Chi, l-e, le;
Chi, chi, chi, le, le, le,
U-ni-ver-si-dad-de-Chi-le-
¡Simian! ¡Simian! ¡Simian!
Esta fue el arma de los estudiantes en el amistoso con Colo-Colo y, cuidado amigos, que a los albos les subió la temperatura a 40 grados, cuando les llevaban 2 a 0.”[7]
El partido terminó en empate a 3 tantos, el todopoderoso Colo-Colo, campeón invicto de la temporada anterior, no había podido vencer al equipo amateur de Universidad de Chile. El fútbol chileno comenzaba a percibir la importancia de las hinchadas.
El ingreso de Universidad Católica al fútbol profesional al año siguiente iniciará una época dorada de los espectáculos de las barras, por supuesto que los cruzados harían su propia versión del ceacheí para competir en igualdad de condiciones frente a la “U”, con ello nace el conocido ceatoleí.
En 1979 Universidad de Chile obtenía la Copa Chile frente a Colo-Colo, con quién cimentaba una gran rivalidad, para entonces el ceacheí era parte esencial de los gritos de gran parte de los clubes: “Sonó el pitazo y fue el delirio. Se buscaron los jugadores de azul para fundirse en un abrazo y corrieron los ayudantes y los reservas a participar del festejo. Pero la fiesta grande estaba arriba. Las tímidas antorchas prendidas desde antes anticipando la victoria se multiplicaban llenando las estrellas del sector sur e iluminando las banderas. Muchos “ceacheí” se habían coreado durante la tarde. El “ceacheí” que patentó la “U” y el “ceacheí” que copió Colo-Colo.”[8]
1951: Ezequiel Ramírez y un grito en la noche de Buenos Aires
Entre 25 de febrero y 9 de marzo de 1951 se desarrolló por primera vez el campeonato deportivo más importante de América: Los Juegos Panamericanos. En su primera versión Chile destacó entre las cuatro mejores delegaciones, solo por detrás de Argentina, Estados Unidos y Cuba. Uno de los grandes triunfos de aquella épica participación fue el oro conseguido por el ciclista Ezequiel Ramírez en la prueba australiana. En la noche de Buenos Aires se escuchó el grito de triunfo, revista Estadio da cuenta del momento: “Cómodamente y con más de cien metros de ventaja Exequiel Ramírez se clasificó campeón de australiana en los Primeros Juegos Panamericanos. ¡Qué silencio impresionante confirmó esa victoria! Un silencio enorme, de plomo. Un silencio de caras mustias y brazos caídos… Tan grande, que parecía homenaje. Aislado, en medio de la noche porteña un grito: ¡Ceacheí, chi! Ele-e, le! ¡Chi-chi-chi-le-le-le! ¡Viva Chi-le!…”[9]
1956: Melbourne y el boxeo
Para llegar a Melbourne nuestros compatriotas debieron recorrer 23.126 kilómetros. Dentro de la delegación, viajaba un grupo de boxeadores amateur, quienes darían la sorpresa junto con Marlene Ahrens. La celebración de las medallas llevó al otro lado del mundo nuestro nuevo grito de guerra, Estadio deja testimonio: “Mientras los basquetbolistas jugaban con Filipinas, Marlene Ahrens se encaramaba a la fama en su titánica lucha con las lanzadoras rusas. Cada cual en lo suyo. Esa vez, sin embargo, Tapia y Lucas encontraron sorpresa. Al llegar al camarín, no estaban solos. Había mucha gente. Todo el equipo de basquetbol. Y varios más… Unos pugilistas rumanos nos quedaron mirando. No comprendían nuestra alegría. Tapia y Lucas son dos mocetones modestos. Nortino uno. Sureño el otro. Para ellos, el viaje ya era un sueño. Los abrazos, los gritos de esos compañeros inesperados, los llevaron a lo inexpresable. Por Ramón Tapia un Ceacheí…. Por Carlos Lucas, un ¡Ceacheí! …. Por Claudio Barrientos un ¡Ceacheí!… Urra, Mahanna, Silva, Arredondo, Salvadores, Bernedo, todos los muchachos del cesto. Los boxeadores reían…. Solo decían, gracias. Muchas gracias. Cada vez que me encuentro con Tapia me dice lo mismo: ¿Se acuerda de Melbourne? Cuando le pegue al rumano…. – Si, Ramón, me acuerdo. No lo olvido. Fue en el camarín…”[10]
1960: El ceacheí en Europa
Luego de ser elegido nuestro país como sede del Mundial de fútbol de 1962, Chile comenzó su preparación con una gira por Europa. El 16 de marzo nuestros compatriotas son derrotados de forma inapelable 0-6 frente a Francia en París. Luego se trasladan Stuttgart con el fin de medir fuerza frente a los alemanes, con un lleno total del Neckarstadion, Chile cayó estrechamente por 1-2, lo particular de este partido se vivió en las tribunas: “Diez minutos antes aparecen los equipos. Juntos y al paso. Se forman frente a la tribuna y se escucha nuestro himno. Bien ejecutado. Impecable. Los jugadores cantan. También corea en la tribuna un grupo de chilenos. Son estudiantes de la “U” en gira de estudios.”[11] A los 22 minutos Juan Soto marca el 1-0 a favor de nuestros colores, Estadio recoge aquel momento: “QUEDAN uno a cero y la multitud enmudece. Solo se escucha de vez en cuando el incansable ¡CEACHEÍ!… de los estudiantes chilenos. Nadie los hostiliza. Gritan a su antojo. Y sus voces se pierden en la primaveral tarde de Stuttgart como un jirón viviente que no se olvida.”[12]
Una semana más tarde los chilenos enfrentan a Irlanda en Dublín, una nueva derrota por 0-2. Luego viajaron a Suiza donde también encontraron la derrota por 2-4, en ambos países la barra chilena sigue acompañando a la selección: “En Dublín resultó extraño no encontrar el infaltable grupo de chilenos que aparecen en los rincones más impensados. Pero en Basilea surgió nuevamente CEACHEÍ, y también vimos algunas banderas en la tribuna.”[13]
Estas manifestaciones serían el preámbulo para que lo que sucedería durante el Mundial de 1962.
1962: El Mundial y el hombre de la trompeta
Tras la aparición del ceacheí en Europa, el grito acompañó a la roja en todos los partidos preparativos. Tal era la popularidad del grito de los Universitarios, que la canción de Los Ramblers “El rock del Mundial” lo incluyó en su estribillo:
Tómala, métete, remata
Gol, gol de Chile
Un sonoro C-H-I
Y bailemos rock and roll
En paralelo a su aparición por Europa, el ceacheí comenzó a popularizarse en Chile gracias a un desconocido personaje. El VIII Campeonato Sudamericano de básquetbol de 1960 fue el escenario donde hizo su aparición un furibundo hincha albo: “Un hincha colocolino está resultando figura indispensable en las reuniones del sudamericano de basquetbol. Antes de comenzar los partidos del team chileno baja a la orilla de la cancha y dirige vítores del público, enfrentándose a cada uno de los cuatro costados de las tribunas. Los “ceacheí” parciales estremecen las paredes del local y, para finalizar la faena, organiza un “ceacheí” general que es la culminación. Este hincha sin lugar a dudas, se ha ganado mención en la orden del día del campeonato.”[14]
Corría diciembre de 1960 y Jorge Yureidini había comenzado a cimentar lo que sería una eterna carrera como animador de la barra chilena.
El Mundial de fútbol de 1962 encontró a Yureidini listo y preparado para la historia, fue sin lugar a duda el alma de la barra chilena, Revista Estadio da cuenta de su papel: “Se ha hecho ya popular la figura de ese hincha que levanta y dirige al público en las contiendas internacionales. Un colocolino de ascendencia árabe, que está en el basquetbol, en el futbol, en el atletismo, en fin, en todas partes. El partió con los primeros ¡Ceacheí! … en el Mundial y como el escenario era grande, concurrió premunido de una corneta… Y a trompetazo limpio ordenaba y dirigía las huestes con los resultados ya conocidos. En el partido con Yugoslavia, se encontraba detrás del arco de Godoy cuando de pronto se produjo un contragolpe europeo. Y junto con escapar el wing izquierdo vino el toque de corneta: ¡Taratari!… ¡Cuidado, Eyzaguirre!… ¡Cuidado, niños!… ¡Taratiri!… Así es que también le sirvió para dirigir al equipo.”[15]
En el estadio Nacional había nacido “El hombre de la trompeta”, quien acompañará a los hinchas chilenos por espacio de tres décadas.
Jorge ‘el turco’ Yureidini
Jorge Anis Yureidini Rabani (Raswani), nació en Siria el 10 de enero de 1919, sus padres eran Tufic y Carmela. Se nacionalizó chileno en 1963.
Llegó a Chile en la década de 1950s junto con sus hermanas Alejandra y Virginia. Su arribo a nuestro país coincidió con una buena racha de éxitos de Colo-Colo, convirtiéndose en hincha fanático.
Destacó siempre por su veta artística, su hija Sandra desde Parral nos cuenta algunos detalles de la vida de su padre: “Cantaba en iglesias católicas y parroquias franciscanas, además participaba en coros, tenía buena voz. Trabajó por largos años como cuidador de la fábrica de ropa Labán, ligada a unos de los dirigentes de Colo-Colo. Conoció a mi madre Juana Retamal acá en Parral y nos visitaba constantemente. Era un acontecimiento cada una sus visitas, llegaba lleno de regalos para su familia y amistades.”
Tras convertirse en el jefe de la barra chilena luego del mundial de fútbol, Jorge se erigió en toda una celebridad: “Ha sido muy elogiado el “hombre de la corneta”, que en el partido Chile y Ecuador se encargó de animar al público y organizar el aliento con gestos y voces de mando desde la cancha. El amigo Yuraidini -ese es su apellido- tiene su historia, pues también ha hecho lo mismo en Nataniel, y una vez que el silencio cundía en una contienda de básquetbol femenino que se presentaba desfavorable, tomó al público por su cuenta, organizó el vocerío, y Chile terminó ganando el match importante y difícil. Se trata de un hincha macanudo, que a la vez ha sido dirigente de Colo-Colo porque es albo hasta los huesos. Por eso alguien apuntaba el otro día que Colo-Colo tenía dos hombres en la selección: José Gonzalez… y Yuraidini.”[16]
Según algunas fuentes, fue Jorge Yureidini fue quien modificó el ceacheí clásico de Universidad de Chile, cambiando el final por el “Viva Chile” en el ya mencionado campeonato de basquetbol de 1960. Lo cierto es que dicho cambio ya se había escuchado en 1951. De lo que no hay dudas, es que Yureidini fue quien lo popularizó y lo transformó en un mantra del deporte chileno.
‘El Turco’ acompañó a la selección chilena y Colo-Colo por un espacio de 30 años, recordado es su apoyo al cacique en su campaña por conquistar América en 1991. El diario Fortín Mapocho en su edición del 22 de mayo de 1991 y en vísperas del partido más importante de la campaña de la Libertadores frente a Boca Juniors, recordó a Yureidini como parte esencial de la historia del Club: “Yuraidini el famoso “Turco” de la trompeta. Trabaja en la industria Labán, y en Colo-Colo se matriculó con el basquetbol femenino, el del equipo que encabezaba Ismenia Pouchard. Y de allí saltó al fútbol, llegando en el Mundial del 62 a hacer gritar ordenadamente a los 60 mil espectadores.”
Fallece en Santiago producto de una bronconeumonía el 1 de mayo de 1996, sus restos descansan en el Cementerio General de Santiago.
Casi un siglo del ceacheí
Desde su creación en 1927 por Osvaldo Vera y tras la apropiación por parte de los universitarios, el ceacheí formó parte del deporte chileno.
El ceacheí es sin lugar a duda, el grito más popular de Chile, escapando inclusive al ámbito deportivo, se ha convertido en una expresión de chilenidad y parte de la cultura de nuestro país.
Una muestra de la importancia de nuestro grito de guerra se dio en la reciente incorporación de Ben Brereton Díaz a la selección de fútbol, parte del rito de “chilenización” fue entonar el ceacheí: “Ya hace un par de días, Mauricio Isla, mediante un Live de Instagram, trató de inculcarle un par de palabras chilenizadas, las que el chileno-inglés replicó a duras penas por su nulo conocimiento del idioma.
Esta vez, fue el mismo Isla quien instó a Brereton Díaz a que hiciera el clásico cántico de los hinchas de la Selección Chilena: el C-H-I.
El nacido en Stoke-On-Trent de madre chilena se sacó su mascarilla y entonó un chi chichi, le lele, viva Chile bajo los aplausos de sus compañeros de equipo que lo alentaron y aplaudieron por su chilenización.”[17]
Referencias:
[1] Los Sports N°220, 27/05/1927
[2] Los Sports N°214, 29/04/1927
[3] Los Sports N°214, 29/04/1927
[4] Estadio N°1694, 27/01/1976
[5] Match N°11, 14/03/1929
[6] La Nación, 08/07/1932
[7] La Nación, 29/04/1938
[8] Estadio N°1862, 18/04/1979
[9] Estadio N°408, 10/03/1951
[10] Estadio N°802, 10/10/1958
[11] Estadio N°879, 31/03/1960
[12] Estadio N°879, 31/03/1960
[13] Estadio N°881, 14/04/1960
[14] Estadio N°914, 01/12/1960
[15] Estadio N°997, 05/07/1962
[16] Estadio N°1162, 02/09/1965
[17]https://bolavip.com/cl/seleccionchilena/El-primer-ceachei-del-delantero-de-la-Seleccion-Chilena-Ben-Brereton-Diaz-en-la-Copa-America-20210623-0013.html, Consultado el 08/10/2021