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El arquero de la “U” que fundó la Teletón

Por Sebastián Núñez Mardones

Hablar de Carlos Urrutia es hablar de la rehabilitación de los niños en nuestro país, pero también de la historia del Club Universidad de Chile. Tal vez su carrera deportiva es una anécdota dentro de la vida del Dr. Urrutia y su valioso aporte a la sociedad chilena. Durante 13 años fue activo jugador y dirigente del club universitario, lo que sin duda ayudó a forjar su temple y determinación.

Carlos Urrutia Urrutia nació en Talcahuano el 26 de octubre de 1899. Su padre fue Leónidas Urrutia Zárate, agricultor y comerciante, y su madre, Cleofás Urrutia Paiva. Realizó sus estudios primarios en varios establecimientos entre Cauquenes y Ercilla, donde las carencias económicas fueron parte de la infancia del doctor Urrutia, con su madre en el rol de sostén del hogar, mientras su padre era reconocido como un gran lector y un hombre culto.

En 1912 y gracias a sus excelentes calificaciones, Carlos postula a la beca estatal para estudiar en el Internado Barros Arana, uno de los establecimientos más prestigiosos del país y que además abría las puertas para ingresar a la Universidad de Chile, una oportunidad reservada para muy pocos privilegiados, y en mucho menor medida para niños de provincia de escasos recursos.

Antes de terminar 1912 llega la gran noticia: Carlos estaba entre los seleccionados para continuar los estudios en la capital. El decreto N°4158 del 9 de abril de 1913 da cuenta de este momento: “Concédase becas en el Internado Barros Arana de esta capital a los siguientes señores:”[1], su nombre estaba entre los elegidos. Su vida cambiaría para siempre.

El joven se trasladó a Santiago y comenzó su vida al interior del establecimiento. La rutina escolar tenía un fuerte componente deportivo gracias al afamado profesor de gimnasia, Leotardo Matus, quien era reconocido como una eminencia de la disciplina: además de ser redactor deportivo en el diario La Unión y dirigente, contaba a su haber con varios trabajos publicados en el ámbito deportivo. Hacía apenas dos años, en el seno del Internado, se había formado un club para competir en la primera división de la capital. Aquel 25 de marzo de 1911 se dio vida al Club Atlético Internado (actual Club Universidad de Chile). Por entonces el club militaba en la Asociación de Football de Santiago (A.F.S.) y contaba con tres equipos en las diferentes categorías, formado por ex alumnos del Internado y estudiantes universitarios, siendo su gran semillero los escolares provenientes del Barros Arana.

Carlos Urrutia 1935, Gentileza familia Urrutia Arestizábal

El futbolista

Carlos demostró rápidamente sus grandes aptitudes como arquero, lo que le significó ser reclutado por Matus para la selección del colegio y al año siguiente fichado por el Club Atlético Internado.

El rito de iniciación en el club consistía en ser bautizado con un apodo. Su nieto Alejandro De la Maza Urrutia cuenta el origen del sobrenombre que lo acompañará inclusive en su vida profesional: “Probablemente lo bautizaron en su época escolar con el sobrenombre de churro, no por ser buenmozo sino, por tener las piernas chuecas”. Desde aquel momento será conocido como el “Churro” Urrutia y se convertirá en uno de los baluartes de los universitarios.

En 1914 Carlos es inscrito en el “Internado II” que compite por la Copa Independencia, una especie de segunda división de la A.F.S., y en paralelo forma parte de la selección del Internado Barros Arana, que participa en la Asociación Escolar.

En 1915, 1916 y 1917 el Internado II obtiene la Copa Independencia de la A.F.S., derrotando a todos sus rivales, y demostrando que la cantera universitaria tenía enormes proyecciones. En 1917 el mismo grupo de estudiantes obtiene de forma invicta la Copa de la Asociación Escolar, siendo destacados en el Diario La Nación: “En la temporada que termina el Internado ha ocupado nuevamente el puesto de honor, terminando en el cómputo sin ningún punto en contra”.[2]

Internado Football Club 1917 (escolar), Estadio N°486, 6/09/1952

En 1917, Urrutia termina sus estudios secundarios y se le otorga el grado de bachiller en humanidades. En 1918 ingresa a la Universidad de Chile a estudiar Medicina y Farmacia.

En la temporada de 1918 Urrutia accede al primer equipo. El presidente y fundador del club Carlos Fanta pasa al segundo equipo y cede la portería a la nueva estrella de los universitarios. Aquel año el Internado obtiene el primer lugar de la Copa Chile, en igualdad de puntos con el Instituto Nacional, con Urrutia como titular indiscutido.

En 1921 Urrutia recibe el grado de bachiller de Medicina y Farmacia. En aquella temporada el Internado vuelve a conquistar la Copa Chile y Carlos se consagra como uno de los arqueros más destacados de la capital, inclusive manteniendo su valla intacta durante cuatro partidos consecutivos.

La temporada 1923 consagra a Carlos Urrutia como uno de los mejores arqueros de la época amateur del club universitario, siendo titular indiscutido en el Internado, seleccionado de la Federación Universitaria de Deportes (F.U.D.) —entidad rectora de los deportes al interior de la Universidad de Chile —, y también parte del equipo de la Escuela de Medicina, que fue campeón sin contrapeso durante gran parte de los años 20 en las competencias inter-facultades. También ocupó cargos directivos en el Club en su época de jugador. La Nación lo describía así: “Urrutia. – Guarda vallas. El popular arquero del Internado, conserva intactas todas las espléndidas cualidades que siempre han arrebatado el entusiasmo del público. Sereno y decidido a la vez, se precipita sobre el balón con una exhalación, sin reparar en los peligros de ninguna especie”.[3]

En 1926 Urrutia alcanza su máximo nivel, siendo seleccionado de Santiago y convirtiéndose en el mejor portero de la capital, el mismo año de su retiro de las canchas.

Selección Asociación de Football de Santiago de 1926, Los Sports

La revista Estadio recordó en 1952, la carrera de futbolista de Carlos Urrutia: “Pienso en estos momentos en el viejo Internado F.C. y en su arquero: “El Churro” Urrutia. Lo recuerdo dejando la valla del team Escuela de Medicina, cuando él estaba en el primer año y ya tenía varios años de arquero en el Internado. Nadie creía, al verlo de improviso, que Carlos Urrutia pudiera ser un deportista activo. Y múltiple como lo fue. Había comenzado en el Internado en 1913, cuando aún era el arquero del team el que más se distinguió como árbitro internacional: Carlos Fanta.

Eran tiempos en que el Internado (precursor del Club de la Universidad de Chile) estaba formado por un grupo de estudiantes que jugaban con mucha calidad. Allí estaban además del ‘Churro’, Hugo Vicuña, Guillermo Ahumada, ‘El Pollo’ Galán, Gabriel Fagnilli, ‘El Quimba’ Ramírez, Marcial Baeza, Germán Worm, Telmo Osorio, etc. Linda base para esta institución que hoy es orgullo de los estudiantes de la Universidad de Chile y de los liceos de Santiago.

Desgarbado, grueso, con tendencia a la gordura, ‘El Churro’ realmente asombraba. Era un arquero de reacciones rápidas y buena colocación. Un arquero que se movía poco., pero que atajaba bastante. Y llegó a defender los colores de la Asociación de Santiago en aquellos clásicos encuentros con la Liga Metropolitana”.[4]

Internado Football Club 1925, Los Sports

 

El tenista

En paralelo a su éxito en los campos de futbol, Urrutia destacó como tenista, deporte que comenzó a practicar en 1913 en su ingreso al Internado.  Su talento lo llevo inclusive a representar a Chile en la edición de la Copa Mitre de 1926 jugada en Buenos Aires, torneo en el que competían los países sudamericanos. Fue contemporáneo de grandes jugadores de tenis, como los hermanos Torralva y Elías Deik.

Revista Estadio da cuenta de su carrera como tenista: “Futbolista y atleta. Pero también tenista. En los tiempos del pantalón largo. De Vicente Molinos, de los Torralva, de Fritz Bierwitz. Comenzó en el Internado y luego pasó al Club Olimpia, que estaba en el interior de la Quinta Normal. Los tenistas de entonces, se comprende, no pueden resistir una comparación con los de hoy. El deporte blanco ha progresado enormemente en Chile y en Sudamérica. Pero no podía pedirse más a quienes no podían dedicar al tenis nada más que algunas de sus horas libres. “El Churro” comenzó a jugar tenis cuando era arquero del Internado y lanzaba la jabalina en los campeonatos escolares. Uno a uno fue dejando el futbol y atletismo y prolongó su vida de deportista en los “courts”. Había comenzado como arquero en 1915 y en sus últimos partidos de tenis oficial los realizó en 1935, veintidós años más tarde.

Jugó contra los mejores de su época y fue especialista en dobles. En 1926 alcanzó su máxima distinción en su campaña tenística: formó en el equipo que jugó ese año por la Copa Mitre. Junto a Bierwitz, Vicente Molinos y Doren, actuó contra Uruguay en un match que se perdió por 2-3.

Portada revista Los Sports 24/09/1926, equipo chileno para la Copa Mitre

Han pasado muchos años de todo esto y ahora el doctor Carlos Urrutia casi ni se acordará de sus hazañas deportivas. Pero de tarde en tarde, cuando se reúnen dos o tres muchachos que allá por los años 20 al 23 fueron alumnos de medicina, surge el recuerdo del “Churro” Urrutia, junto a ese grupo de entusiastas futbolistas que, en los patios del Internado, sembraron la semilla de ese club macizo y prestigioso que es hoy la “U””.[5]

27/02/1931, Los Sports

 

El médico

En 1921 Urrutia se matricula en la carrera de medicina, titulándose de médico cirujano en 1926. Comienza su labor como médico en el Hospital Manuel Arriarán, siendo colaborador del Dr. Agustín Inostroza, y por espacio de cinco años ejerció como médico de la asistencia pública, cirujano del cuerpo de Carabineros y jefe del servicio de cirugía del Hospital de Niños Manuel Arriarán. En 1936 viaja a Italia para estudiar en el Instituto Rizzoli de Bologna, donde se perfecciona en los estudios de ortopedia, traumatología y cirugía infantil, siendo alumno aventajado del Dr. Vitorio Putti, eminencia de la especialidad.

Urrutia rumbo a Italia en el vapor Virgilio, La Nación 21/10/1936

Presidente de la Sociedad de cirujanos en 1942, en 1944 se convierte en el primer jefe del servicio de cirugía del Hospital Luis Calvo Mackenna, cargo que ocuparía hasta su jubilación en 1954. Su gran trabajo lo llevó a crear con gran tenacidad el primer Banco de Huesos del país en 1949. En 1950 funda el Departamento Ortopédico del recinto, comenzando la elaboración de prótesis y aparatos ortopédicos.

La Historia del Hospital Luis Calvo Mackenna, documento realizado por la Biblioteca del Ministerio de Salud “Dr. Bogoslav Juricic Turina”, lo menciona dentro de sus páginas dando cuenta de su importancia para la institución: “Otro hito importante en el desarrollo de la Cirugía en el Hospital, lo constituye la organización del IV Congreso Latinoamericano de Ortopedia y Traumatología realizado en Santiago entre el 29 de noviembre y el 5 de diciembre de 1959, el que fue presidido por el Dr. Urrutia y actuando como Secretario General, el Dr. Alfredo del Río. Prácticamente toda su organización, que fue brillante en calidad de asistentes, de expositores y organización intachable, estuvo a cargo del Servicio del Hospital Luis Calvo Mackenna, gracias a lo cual fue incluido en el temario, entre otros temas importantes, “La protección y Legislación del Niño Lisiado”.

Los progresos materiales y formación de nuevos Departamentos no fue la única preocupación del Dr. Urrutia, nunca abandonó ni dejó de lado el progreso científico de sus ayudantes, ni abandonó la docencia tanto entregada a los alumnos y becados que llegan al Hospital como a quien deseara profundizar esta materia; así colaboró intensamente en la Sociedad Chilena de Ortopedia y Traumatología. Organizó cursos de postgrado en Concepción, Valdivia, Osorno y otras ciudades del país. Las publicaciones en revistas nacionales y extranjeras de la especialidad sumaron varios cientos de trabajos”.[6]

 

En ayuda de los niños

En 1947 nace uno de los grandes proyectos del doctor Urrutia: “La Sociedad Pro-Ayuda al niño lisiado”. Su hija Ana Mari recuerda los orígenes de esta institución: “Mi padre junto a un equipo médico inició la Sociedad Pro Ayuda al Niño Lisiado (SPANL) en 1947, tras un brote de poliomielitis bastante grave. Trabajaban en el Hospital Luis Calvo Mackenna y atendían a los enfermos hasta en los pasillos. Fue una epidemia bien tremenda, como la que hemos vivido, siento, con el coronavirus. En esos años, se impresionaron mucho y crearon la sociedad Pro Ayuda al niño Lisiado, con colegas médicos y amigos del Rotary Club de Providencia, aunque él no pertenecía al Rotary”.[7]

La Revista Médica Clínica Las Condes también da cuenta de los antecedentes de esta organización: “Esta historia comienza el 8 de mayo de 1947, cuando en el Hospital Luis Calvo Mackenna, un grupo de personas se reúnen para formar un “Comité Pro-Ayuda al Niño Lisiado”, motivados por los estragos de la epidemia de poliomielitis infantil y sus graves secuelas. Este Comité es liderado por el Dr. Carlos Urrutia, destacado médico traumatólogo y ortopedista quien se constituye en su primer presidente. Este Directorio acordó redactar los estatutos, como también iniciar los trámites para conseguir la Personalidad Jurídica de este Comité. El 14 de agosto de 1947, en el mismo hospital, se lleva a cabo la primera Asamblea de Socios, que deciden la creación de la “Sociedad Pro-Ayuda del Niño Lisiado”.

Los estatutos de la naciente institución manifiestan claramente los objetivos y la orientación del trabajo a realizar con niños discapacitados entre 0 y 16 años. La rehabilitación es la preocupación básica de la Sociedad: medicina, educación, alimentación, transporte, inserción laboral y ayuda ortopédica. Además, contemplan estimular la gestión de leyes de protección al discapacitado”.[8]

Su primer directorio fue el siguiente:

  • Presidente:                       Dr. Carlos Urrutia Urrutia
  • Vice-Presidente:             Dr. Helmut Jaeger Lunecke
  • Secretaria General:        Sra. Olga Romero Sepúlveda
  • Secretaria de Actas:       Sra. Laura González Díaz
  • Tesorera:                          Sra. Regina Lillo Quezada
  • Pro-Tesorero:                   Dr. Alfredo del Rio Martínez
  • Directores:                        Sr. Carlos Gaete Darbó, Sra. María Mardones de Martin y Dr. Sebastián Narváez López

Directorio SPANL, año desconocido

La situación de la entidad siempre fue precaria. Su hija Ana María, quien más tarde quedaría al frente de la institución tras la muerte de su padre, relata el funcionamiento antes de la creación del programa televisivo Teletón: “Teníamos recursos humanos, pero escasos recursos económicos. Gracias a don Ernesto Rosenfeld, que era muy talentoso, pudimos pasar esa etapa, pero todo era voluntario, teníamos un sorteo de beneficencia y dos carreras de caballos que nos ayudaban. Con eso, hacíamos maravillas.

Afiche Polla Chilena, década de los 70: sus recursos iban en ayuda de SPANL. Archivo de la Biblioteca del Congreso Nacional

Un día llegó Mario Kreutzberger, Don Francisco, al instituto de rehabilitación, y le abrí la puerta porque estaba cerca. Lo ubicaba, no veía mucha tele porque no tenía tiempo, pero quedé plop. La primera persona que conoció fue a mí.

Le mostré las dependencias porque quería conocer, y luego nos invitó a Don Ernesto y a mí a su casa a comer. En esa oportunidad nos contó que había visto en el norte un niño con discapacidad amarrado a un árbol, eso lo había conmovido, y nos comentó que le interesaba el tema y la causa, quería ayudar. Yo diría que él se enamoró de la institución.

Ana Mari Urrutia, foto teletón.cl

Con la primera Teletón juntamos dos millones de dólares, una cosa que nunca soñamos, pudimos construir un edificio, pagar a los voluntarios, y contratar personal médico. Como directora de la entonces, Sociedad pro Ayuda al niño Lisiado, fui la primera profesional en dirigir el nuevo Instituto Teletón de Santiago que se inauguró en 1979, gracias al evento solidario”.[9]

Teletón 1978, foto Teletón.cl

 

Esposo, padre e hincha azul

Carlos Urrutia se casó en Santiago en 1933 con Marta Arestizábal, con quien tuvo tres hijos: Ana María (1934), Gonzalo (1940) y Amanda (1941). Sus hijas lo recuerdan por su sentido del humor, y las bromas a familiares y amigos que marcaron la crianza, como también el cariño y complicidad con su esposa, con quien compartía el placer del baile y la fiesta.

Amanda Urrutia recuerda con claridad la rutina del fin de semana para el doctor, que debido a sus ocupaciones compartía su labor profesional con la crianza: “Como mi padre llegaba muy tarde a la hora de almuerzo y de comida por razones de trabajo, nosotros lo veíamos muy poco. Mi madre decidió que nosotros (Gonzalo y yo) debíamos acompañarlo para “ir de paseo” con él, en las mañanas de los sábados y domingos. Este empezaba con la típica visita al Hospital Calvo Mackenna. Allí nos quedábamos en auto, porque, claro, en el Hospital no se podía jugar ni hacer ruido, además del hecho de que los niños enfermos podrían contagiarnos. Una vez terminada esa visita de más o menos una hora, partíamos a la siguiente escala: la Clínica Moneda, igual de apasionante… encerrados en el auto. La tercera y última escala y final, ya que estábamos cerca del mediodía, era el Instituto de Rehabilitación Infantil en Huérfanos. Allí se nos permitía bajarnos y jugar a lo que se pudiera con los niños víctimas de la Polio, la pandemia de la época”.[10]

Tras dejar el fútbol, el doctor Urrutia continuó ligado al equipo universitario siendo hincha furibundo del club laico. Su hija Amanda lo recuerda como parte de la rutina del fin de semana, tras sus visitas médicas: “Dormía una pequeña siesta y se preparaba para ir al Estadio Nacional, Santa Laura o al del Ferrobádminton, que eran los únicos que existían entonces, a ver a su adorada U. de Chile. Allí partíamos todos, con primos, mamá y hasta secretaria. Su pasión por la U era tal, que siempre terminaba en ardientes discusiones con aquellos que nos rodeaban, llegando inclusive a los golpes, situaciones que a mi hermano y a mí nos aterrorizaban. Pero él terminaba muerto de la risa y para consolarnos nos compraba distintos tipos de maní”.[11]

Muerte y homenajes

Solo un ataque al corazón detuvo la labor del doctor Urrutia. Falleció en Santiago el 30 de diciembre de 1964, sus restos descansan en el mausoleo familiar del Cementerio General. Al momento de su muerte fue homenajeado en el Congreso Nacional por su labor incansable por los niños de Chile. El por entonces senador y médico Salvador Allende hace un hermoso discurso en su honor en el hemiciclo del Congreso Nacional: “Señor Presidente, señores Senadores: pocas veces se rinde un homenaje más justo que ahora a un hombre que ejerció su profesión de médico con la responsabilidad y altura con que lo hizo el doctor Carlos Urrutia.

En esta oportunidad, cumplo el doloroso y honroso deber de decir algunas palabras, interpretando el sentimiento de mis estimados colegas los Honorables- señores Isauro Torres y Hermes Ahumada. Los Senadores médicos sabemos perfectamente cuán justas han sido las palabras de los Honorables señores Jaramillo y Gómez, y cómo las fuerzas políticas que ellos representan han hecho bien en destacar, por su intermedio, en párrafos precisos y claros, lo que fue la vida y el ejemplo del profesor, el médico y el hombre: Carlos Urrutia.

Los médicos, que sabemos de la dureza del trabajo hospitalario y hemos aprendido a aquilatar en la universidad de la vida la entrega del individuo a la defensa de lo que más vale: la propia existencia; los que sabemos cuán difícil es trabajar cuando faltan medios e innovar y romper los viejos cartabones, podemos apreciar la amplitud que tuvieron la vida y la actitud visionaria del profesor Carlos Urrutia. Desde estudiante, se destacó como hombre que, además de saber cumplir sus obligaciones, tenía amplio sentido de la vida. Para sus compañeros era “el Churro Urrutia”, el deportista, el hombre alegre, sencillo, jugador de fútbol y tenis y, sobre todo, el gran compañero. Como cirujano, fue jalonando paso a paso el prestigio que alcanzó en plenitud cuando la Facultad de Medicina le otorgó el título de Profesor Extraordinario de Cirugía Infantil y Ortopedia.

Señalar sus actividades científicas, los cargos que desempeñó, las instituciones que dirigió, ocuparía mucho tiempo. Fue presidente de la Sociedad de Cirugía y Ortopedia e inspirador del Instituto de Ayuda al Niño Lisiado. Me correspondió formular indicación, en el Senado de la República, para dedicar los fondos de un sorteo de la Polla de Beneficencia a financiar ese instituto. Por largas horas supe, junto con los Honorables señores Torres Cereceda y Ahumada, de las preocupaciones de Carlos Urrutia por un problema brutal, cuya amplitud se desconocía en nuestra patria: el del niño lisiado que no podía rehabilitarse.

¡Para qué decir del dolor que representaba para las familias modestas y humildes no poder recuperar la salud de un niño enfermo por carecer de recursos para efectuar un tratamiento largo y difícil! Pero ahí estaba Carlos Urrutia, en el Hospital Calvo Mackenna, en el Instituto de Rehabilitación Infantil, enseñando, trabajando.

Una vez jubilado, no dejó de ser el médico que iba a entregar su experiencia para formar otros cirujanos, a fin de que otros ortopedistas se preocuparan del niño lisiado y castigado físicamente.

Por eso, como se ha dicho, no sólo fue un médico, sino hombre con sensibilidad, con profundo contenido humano. Indudablemente, su muerte ha causado hondo pesar en los más vastos sectores y en las distintas clases sociales.

Me correspondió cumplir el deber de ir a sus funerales. Allí se congregó, tal vez, más de un millar de médicos, estudiantes, viejos maestros, médicos maduros y hombres ya jubilados. Todos demostraban el dolor que significaba despedir a un colega, a un médico que puso tanto contenido humano en su alta y excelsa labor profesional.

Por eso, esta tarde, en nombre de mis Honorables colegas Senadores y médicos, doctores Isauro Torres y Kermes Ahumada, y en el mío propio, rindo homenaje a este hombre excepcional en su técnica, en su espíritu de superación, en su capacidad profesional y, sobre todo, en su gran contenido humano.

En lo personal, fui su amigo. Además – nunca lo olvidaré-, tuvo para una de mis hijas esa devoción que siempre entregó a quienes reclamaron y pidieron de su ciencia y de su arte la posibilidad de mejorarse. He dicho”.[12]

Carlos Urrutia en su escritorio, gentileza familia Urrutia Arestizábal

En 2007 el centro Teletón de Santiago cambió su nombre a Doctor Carlos Urrutia U. Este renombramiento se enmarcó en la conmemoración de los 60 años de la Sociedad Pro Ayuda del Niño Lisiado (SPANL), institución madre de la actual Teletón, la que refleja 60 años de trabajo en pro de la rehabilitación infantil.

Placa instalada en el Centro Teletón de Santiago, foto teletón.cl

En 2021 la Corporación de Antiguos Deportistas galardonó al doctor Carlos Urrutia como personaje antiguo destacado del deporte y en calidad de socio de la institución hasta el momento de su muerte. Dicho premio será entregado en diciembre próximo, en la cena de aniversario de esta institución.

 

La mística del arco azul

El puesto de guardavallas siempre ha estado reservado para grandes figuras. Desde sus orígenes los universitarios tuvieron grandes exponentes bajo los tres palos. En 1912 el club debuta en el fútbol federado y el encargado de la valla es su primer presidente y activo dirigente, Carlos Fanta Tomaszewski (ver nota), quien se mantiene en el puesto entre 1912 y 1917. Al año siguiente toma la posta Carlos Urrutia, quien se mantiene en la titularidad hasta 1926. Tomará una década para que el club tenga bajo los tres palos a otro crack: en 1936 hace su aparición en las canchas el estudiante de ingeniería Eduardo Simián Gallet, quien conducirá al club a la Primera División del fútbol chileno y también a su primera estrella en el profesionalismo en 1940, convirtiéndose en el primer ídolo de los universitarios. Tras el retiro del “Pulpo”, toma la portería el médico Mario Ibáñez, el cual defenderá los colores por 15 temporadas hasta 1955. En 1957 hace su aparición el joven Manuel Astorga, quien será amo y señor del arco azul durante 12 temporadas, hasta 1967, y regresa al club en los años 70 para su retiro definitivo. Otros grandes arqueros del chuncho son Hugo Carballo (1975-1982), Sergio Vargas (1992-2002) y Johnny Herrera (1999-2005 y 2011-2019).

Carlos Urrutia en 1926, Los Sports

Referencias
Agradecimientos:
  • Alejandro De la Maza Urrutia
  • Vanessa Vargas Rojas
  • Nicolás Sandoval

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