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“Gracias a la Vida” de Walter Montillo

Por Roberto Rabi González

“Y ahí estaba yo, pisando el césped con Santino bien apretado en mis brazos”

El fútbol es un fenómeno social que trasciende a la pelota y a los peloteros. Los futbolistas siempre se mueven en la cancha, con mayor o menor destreza, llevando sobre sus espaldas una mochila compleja de vivencias y preocupaciones. Así, es imposible hablar de Maradona sin referirnos a su adicción por las drogas, de George Best sin referirnos a sus excesos con el alcohol, de David Beckham sin terminar hablando de farándula.  En el caso de Walter Damián Montillo, sin duda, su carrera como jugador profesional estuvo atada a sus dificultades y éxitos como padre de un niño especial: Santino; tanto que, en algún momento, en palabras de ‘la Ardilla’, para la hinchada “ya no era el hijo de Montillo, sino que yo era el papá de Santino” (pág. 121).

El texto de “Gracias a la vida”, asumiendo tal realidad, nos entrega varios enfoques de su trayectoria como futbolista y padre de familia, y lleva al lector a formarse su propio juicio sobre valores y disvalores en torno a una vida ligada al balompié. Con un lenguaje sencillo y sin aspavientos, alterna su exposición con los relatos de personajes que fueron determinantes en su carrera, como el pediatra Eduardo Moreno, Víctor Doria (entrenador de San Lorenzo), Alexi Stival (entrenador de Cruzeiro), Néstor Gorosito (entrenador de Tigre), Pablo ‘Cholo’ Guiñazú (compañero en la Selección Argentina), Sergio Irigoitía (su representante), Zhou Yuling ‘Honey’ (profesora de Santino) y, a lo largo de todo el libro, de Melina, su esposa.

El pitazo inicial lo sitúa en una experiencia especialmente imborrable para todo extranjero que decidió venir a probar suerte a nuestro país, en aquella oportunidad en medio del terremoto de 27 de febrero de 2010. Su mirada, plagada de detalles, asocia tal desastre con el nacimiento de Santino días después. Nos ilustra sobre el devastador golpe que significó enterarse que su hijo padecía Síndrome de Down, además de las patologías asociadas como la enfermedad de Hirschpurg y de los problemas cardíacos, que motivaron sucesivas intervenciones quirúrgicas de pronóstico dudoso, en medio de sus desafíos futbolísticos con la Universidad de Chile.

Antes de llegar a la “U”, Walter era visto como un “diez” talentoso, rápido y escurridizo con una muy desarrollada visión de juego, pero fue en el club azul donde su carrera despegó para llevarlo a lo más alto del fútbol sudamericano. Sin embargo, los orígenes son siempre importantes y, por lo mismo, Montillo en sociedad con el periodista Daniel Frescó, decide revisar con cierto detalle los suyos en el barrio de Lanús; páginas en que se muestra como un niño con “unos kilitos de más” (pág. 42) un “alumno aplicado” (pág. 41), que en el colegio pretendía ser periodista. No sin decepciones, se le fueron abriendo puertas en el mundo del fútbol para llegar a lo más alto. Así logró ser seleccionado Sub 20 y debutar profesionalmente en San Lorenzo de Almagro.

Tras un fugaz paso por el Morelia de México, decidió probar suerte en Universidad de Chile. En el cuadro azul tuvo “la suerte de compartir plantel con el “Matador” Marcelo Salas en su último año como profesional” (pág. 77),  comenzando a generarse un lazo afectivo trascendente con la hinchada del equipo laico, mientras su vida familiar, de la Mano de Melina, su hijo mayor Valentín y Santino, le exigía lo indecible.  El crack terminó de forjar su temple ante la adversidad, consiguiendo un campeonato nacional en 2009 y una épica campaña en la Copa Libertadores de 2010. En el partido de vuelta con Flamengo, por cuartos de final del certamen sudamericano, convirtió el mejor gol de su carrera: “recibí la pelota y con un toque suave de derecha, el famoso control orientado, desacomodé a Juan que me salió a marcar, y enfilé en diagonal a toda velocidad hacia el arco. Levanté la cabeza y vi a Olivera posicionado dentro del área y al arquero que estaba adelantado. Y como ninguno de los tres defensores que tenía por delante se acercó a interceptarme, cuando estaba llegando al borde del área grande tomé la decisión de que la iba a picar… y la piqué” (pág. 87). Así demostró que estaba para desafíos capitales y captó la atención de los grandes. Uno de ellos era Neymar, quién además de colaborar con el prólogo del libro, se nos presenta como un amigo que siempre quiso compartir camiseta con Walter, lo que se hizo efectivo un par de años después en el club Santos de Brasil.

El traspaso de Montillo a Cruzeiro, es el primer episodio en que nos invita a reflexionar sobre la disyuntiva del jugador profesional que se encariña con el club para el que se desempeña. Montillo insiste que el equipo siempre será más importante que el individuo (págs. 11, 120,199 y 299). El respaldo que fue recibiendo de las fanaticadas, conscientes de las dificultades que el jugador tenía con Santino, fue un caldo de cultivo propicio para la generación de lazos afectivos especialmente fuertes, que en cada oportunidad le costó cortar. En tal sentido fue muy complicado su traspaso a Santos, motivado especialmente por su deseo de compartir camiseta con Neymar, que significó la decepción de parte de la hinchada de Cruzeiro. El jugador enfatiza que “el presidente (de Cruzeiro) instaló la idea de que mi motivación era el dinero y muchos me tildaron de mercenario, algo tan habitual en el mundo del fútbol” (pág. 134). Para Montillo, pese a ser una meta individual, la expectativa de desarrollarse profesionalmente en los términos que estimó idóneos, fue algo muy distinto que haberse conducido en función del dinero. De tal modo, nos muestra códigos habituales en el fútbol, que hoy generan opiniones con límites y distinciones difusos; más es la convicción del jugador de estar haciendo lo correcto, lo que tiñe de buena fe su historia de transferencias.

Aquellos fueron futbolísticamente sus mejores años, en que fue “durante tres temporadas el mejor centrocampista de Brasil” (Alexi Stival, pág. 114) recibiendo sendos reconocimientos, y pudo jugar también por su selección en las eliminatorias del Mundial de 2014. Por otro lado, su hijo Santino fue dejando atrás sus más rudos padecimientos, comenzando la tremenda tarea de ayudarlo a ser un niño independiente y feliz.  Por lo mismo, su traspaso al fútbol chino no estuvo exento de inseguridad. Consciente de que para Santos la millonaria transferencia era conveniente, y que el desafío les ofrecía la oportunidad de vivir en una ciudad moderna y pujante como Jinan; el choque cultural era intimidante. Y la realidad superó la imaginación, con múltiples incomodidades que nos relata logrando entretener y conmover.

También logra compenetrar al lector en el sufrimiento de las lesiones, que comenzaron a aparecer en la recta final de su vida como jugador profesional, en torno a la difícil decisión de abandonar el fútbol, que rondó en su cabeza en Botafogo, luego en Tigre y que finalmente se haría realidad tras el regreso a la “U”; lo que, según Walter, fue su proyecto desde que abandonó el Club en 2010. En esta parte, las dificultades familiares se circunscriben a dar la batalla a los prejuicios y limitaciones a la hora de encontrar  establecimientos educacionales para Santino, cuestiones que, como todas las duras pruebas que debió superar, examina asumiendo, que como profesional del fútbol de primer nivel fue un privilegiado, más tiene un sentido especial contar su experiencia “para visibilizar la lucha por los derechos, la aceptación de la diferencia y la inclusión de las personas con discapacidad” (pág. 23). El periodo de la pandemia cambiará los supuestos básicos para todos, y lo golpeará duramente con la muerte de su padre, haciendo de su retorno un proceso agridulce.

Finalmente, Montillo relata sus dificultades con la dirigencia azul y en especial con el director técnico Rafael Dudamel. Respecto del entrenador venezolano, afirma que su gestión frente al equipo se caracteriza “por un desconocimiento técnico y un manejo retorcido con los jugadores que no había visto en mi larga carrera profesional” (pág. 298). No duda en culpar a Cristián Aubertde de su retiro, por su falta de fidelidad a la palabra empeñada; afirmado que le dijo en su cara “cada vez que me veas en la tele vas a decir “yo lo retiré a Walter” (pág. 296)

En síntesis, el libro tiene todos los condimentos para ser atractivo para diversos lectores, futbolizados o no. Recorre parajes exóticos de la geografía universal y sectores en penumbras del alma humana. En su exposición no escatima en parabienes para quienes admira, ni en duras críticas a sus enemigos.  Nos recuerda que somos frágiles, por lo que nunca podemos dar el futuro por sentado. Nos enseña a valorar el esfuerzo, la honestidad, la consecuencia y el valor de la familia. 

 

Ficha Técnica:

  • Gracias a la vida. Walter Montillo.
  • Planeta S.A.
  • Primera edición: mayo de 2021
  • 320 páginas.
  • ISBN 978-956-360-922-6

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