El 13 de noviembre de 1968, la recientemente fallecida monarca británica asistió a un clásico universitario, se asombró con la presentación de El Príncipe Feliz, se aburrió con el partido y sintió el cariño de los chilenos.
La única vez que una multitud aplaudió al guanaco de Carabineros, en toda la historia, fue el 13 de noviembre de 1968.
Estaba la Reina Isabel II viendo “El Príncipe Feliz”, representado en su honor en el Estadio Nacional, y cuando llegó el número de las flores del famoso cuento de Óscar Wilde, el vehículo dedicado a terminar manifestaciones violentas recorrió la pista de ceniza del Estadio Nacional lanzando… ¡chorros de perfume! Miles de litros quedaron distribuidos finamente en todo el recinto, que al día siguiente seguía aromatizado.
Su Majestad británica, fallecida este jueves 8 de noviembre, era una hermosa y distinguida mujer de 42 años de edad, y por entonces llevaba 16 años a la cabeza del Reino Unido. Estaba en Chile invitada por el Presidente Eduardo Frei Montalva, y en su programa oficial se incluyó su asistencia al clásico universitario nocturno del campeonato nacional.
La acompañaba su esposo, Felipe de Edimburgo, que por la mañana había depositado una ofrenda floral en el monumento a Bernardo O’Higgins. Juntos habían asistido también a una exhibición ecuestre del Cuadro Verde de Carabineros. Después se irían al sur, para disfrutar de los paisajes de Pucón y de un cordero al palo a orillas del río Trancura.
Se sorprendió la Reina con “El Príncipe Feliz”. Diplomática, se mostró encantada con la presentación. Pero no era tan así. Antonino Vera, por entonces simple redactor de la revista Estadio, lo reflejó en un recuadro que acompañó a su comentario sobre el partido de fútbol disputado por los equipos universitarios:
“No nos parece que S.M y el duque se hayan entretenido mucho con este “Príncipe Feliz”, que conocen muy bien, ni hayan entendido una palabra del hermoso diálogo de Wilde traducido al castellano. La pretenciosa intención fracasó, como tenía que fracasar, porque no correspondía a la oportunidad, porque tratándose de una hermosa historia, no reunía elementos indispensables ni siquiera para entretener”.
Tampoco la Reina -y esto fue más notorio- quedó conforme con el espectáculo futbolístico. Universidad de Chile y Universidad Católica brindaron un partido miedoso, en el que ninguno de los dos hizo algo más que aplicar sus libretos defensivos. La pareja real se retiró mucho antes del final con el marcador en blanco, como se mantuvo hasta el final.
La gente del fútbol sacaba cuentas después, y llegaba a la conclusión de que habría sido mucho mejor que Isabel II hubiese asistido ese fin de semana al clásico de Colo Colo con Magallanes, por el torneo de Promoción, que protagonizaron un partidazo que terminó igualado 2-2.
Lo mejor de la noche fue la actitud del público. 70.000 personas le demostraron respeto y cariño a Su Alteza. Alejandro Jaramillo, fundador y por entonces todavía director de la revista Estadio, le dedicó bellas palabras en su editorial:
“Tanto como en sus títulos mismos, su condición de Reina reside en su natural distinción, en su apostura congénita, en su elegancia innata y en su sonrisa. Estuvo en el Estadio Nacional, y éste se convirtió en un trono más para ella.
El público del estadio, acostumbrado a rendir homenajes a quienes saben impresionarlo exponiendo en el campo del deporte sus virtudes humanas de selección, vibró como nunca con la soberana que lo visitaba. Los miles de pañuelos y las luciérnagas en la noche fueron actos sencillos de homenaje, pero realizados con tanta espontaneidad y, podría decirse, con tanta unción, que resultan de los más inolvidables vividos en nuestro primer coliseo.
Cuando se dejó oír la tierna voz de una muchachita de colegio de cortos años, cuya figura, por contraste con el inmenso óvalo bullente que la rodeaba, cobraba impresionante majestad, el público comprendió de inmediato y reaccionó con prontitud. Surgieron 70.000 palomas blancas batiendo sus alas, como lo deseaba la niña, y miles de estrellas iluminaron la noche titilando en la oscuridad.
Muchos homenajes habrán recibido la Soberana de Gran Bretaña y el Príncipe Felipe en su gira; pero es seguro que han de guardar ambos un emocionado recuerdo de estas escenas vividas en Chile”.
Fotos:
- Revista Gol y Gol