El último libro del prestigioso periodista Juan Cristóbal Guarello, “País Barrabrava”, posee una importante declaración de intenciones, ubicada en un vericueto insignificante de sus primeras páginas: “Este texto es apenas una mirada personal, con el aval de miles de horas de vuelo en el estadio. A esta altura creo que puedo desmentir todas las imposturas, las (sic) estetización de la violencia y las visiones románticas, buenistas sobre todo, que las barrabravas provocan en ciertos estudiosos e individuos ajenos al ambiente” (Pág. 11 – 12).
Tal vez hubiese sido una decisión sensata reemplazar por tales letras humildes la pretenciosa afirmación de la contratapa: “En este breve pero contundente ensayo, que da cuenta de un análisis crítico del fenómeno de las barrabravas, protagonistas del estallido social de octubre de 2019 (Guarello) repasa con lucidez -y también con provocación- la historia del fenómeno tanto en Chile como en el extranjero”. La decepción no tarda en aflorar.
Durante la difusión previa del libro sus promotores insinuaron que llegaría a nuestras manos un texto profundo, punzante y, como es propio del autor, plagado de afirmaciones valientes al son de su pluma sobria. Esta vez, Guarello nos quedó debiendo, al menos, la profundidad.
El ensayo resulta simplón, carente de un orden que nos permita escudriñar con rigor lo fundamental: si la visión del autor nos convence o no. No tiene capítulos, títulos ni subtítulos que nos ubiquen en la estructura propia de un trayecto que recorremos atentos a lo que se nos pretende comunicar y, en la medida que a lo largo de todo el texto encontramos descalificaciones, más o menos fundadas, a quienes forman parte del fenómeno que analiza, cuesta bastante asumir que el autor sea objetivo y convencernos de sus mensajes más relevantes sobre las barras bravas en Chile.
La mirada a las expresiones foráneas del tema, no trascienden del reduccionismo clásico: mencionar a los hooligans ingleses, los barrabravas argentinos y, en definitiva, aterrizar en el terreno local asumiendo que hablamos de lo mismo, sin justificar el por qué. Sin dar motivos que nos convenzan de que las reflexiones del Informe Taylor o el análisis profundo de eminencias trasandinas como Pablo Alabarces, son aplicables a nuestra realidad sin más. Y no solo eso, sino que no menciona una palabra del fundacional informe, y a la hora de hacerse cargo de la exposición de los detonantes de la crisis del espectáculo del balompié inglés, incurre en imperdonables errores fácticos(1). Tampoco aborda seriamente la evolución de la normativa nacional; ni una palabra sobre contenidos de la ley de violencia en los estadios, muy distinta hoy a su texto original surgido en un entorno interesantísimo asociado a la discusión sobre la privatización del fútbol de la mano de las sociedades anónimas deportivas.
Continuando con las carencias del libro, el autor no se hace cargo de una cuestión central: si podemos llamar barrabravas a aquellas hinchadas poco masivas, poco organizadas y alejadas de la interacción con equipos rivales clásicos, solo por el hecho de desplegar un lienzo con un nombre pintoresco y tener participación en algún evento noticioso, más o menos violento, más o menos atractivo; o si, por el contrario, el fenómeno del barrabravismo en Chile existe en términos similares a los argentinos, pero restringido a las barras masivas que menciona con mayor avidez y frecuencia: Las de Colo-Colo, Universidad de Chile y, en mucho menor medida, de Universidad Católica.
Así, Guarello abusa del supuesto, de la generalización, del argumento de autoridad y se centra, en buena parte del texto, en descripciones detalladas de los crímenes, delitos y faltas cometidos por integrantes de barras, sin mostrar interés por entender la configuración interna de cada barra, ni siquiera en torno a aquello que permita una distinción clara para comenzar el análisis. De hecho, le parece más interesante o necesario hablar sobre el hostigamiento del que ha sido él mismo víctima en ciertas ocasiones. Pero no podemos quejarnos, nos advirtió de ello al principio, casi con un susurro. Para Guarello “…difícilmente se puede diferenciar, salvo por el color de la camiseta a los integrantes de una u otra barra” (pág. 25) y no nos entrega antecedentes suficientes, sólo anécdotas, como para convencernos de tal apreciación. Sin duda su pilar argumentativo es que en Chile existen barras bravas, como fenómeno masivo, que no podemos encontrar en ellas más que disvalores(2), que se sienten cómodas en un entorno neoliberal y no tendrían vocación de solidaridad social(3). ¿Por qué no mencionar la labor social de las barras? ¿Por qué mencionar sin valorar en lo más mínimo que Los de Abajo reunían enseres para ayudar a los damnificados en el gran incendio de Valparaíso de 2014 cuando ocurrió un hecho delictual? ¿Por qué menospreciar los cantos tildandolos de monocordes? ¿Será que entiende que solo negando del todo lo positivo de las barras se puede apreciar aquello que queremos desterrar de nuestras canchas y calles? .
Pues eso es Guarello, nada de medias tintas. El comunicador pone especial énfasis en que lo que denomina despectivamente “Neobarrabravismo Antifa”, esto es, el surgimiento de sectores de las barras que aprovechan su cohesión para coordinarse con otras tradicionalmente rivales para hacerse escuchar en torno a demandas sociales propias del “Estallido Social”. En tal sentido, afirma categóricamente que “no resulta creíble que estos grupos sin ideología, sin dios ni ley, en menos de un mes y como un acto de magia se hayan convertido en conscientes luchadores sociales” (Pág. 97) Al servicio de tal premisa, nos satura con anécdotas, varias de ellas dudosas en cuanto a su exactitud; por ejemplo afirma, que en las elecciones que enfrentaron a René Orozco y Rafael Fazio en 1998, (para respaldar su tesis de que el nefrólogo habría sido un mero protector de los violentistas) que “Los de abajo ejercieron un duro control el día de la votación que se realizó en el Teatro de la Universidad de Chile” (Pág. 51) en circunstancias que la elección tuvo lugar en el Caracol Azul.
Ahora, si prestamos atención a su relato sobre aventuras y desventuras de protagonistas capitales de las barras, también extrañamos a varios de los imprescindibles, como Mario Montoya, el “Chirola” (Colo-Colo) o Walter Zagal (Universidad de Chile) tal vez los líderes más relevantes y simbólicos en los orígenes de cada gran barra.
En síntesis, el libro puede entretener, pues buena parte de los eventos tratados y maltratados, conforman un texto que permite pasar el rato en tiempos de cuarentena. Tal como el “Anecdotario del fútbol chileno”, que construyó, también con varias pifias y errores en la presentación de los episodios, junto a Luis Urrutia O’Nell “Chomsky”. Pero si espera cultivarse y entender de mejor manera el complejo fenómeno de las barras y las barras bravas en el fútbol y en especial en el criollo, mejor mire en otra dirección.
Ficha Técnica:
País Barrabrava
Debate, Penguin Random House Grupo Editorial
Primera edición: abril de 2021
ISBN 978-956-6042-43-3
1 El autor ubica a los barristas del Manchester United, en vez de los del Liverpool, tanto en la tragedia de Heysel y en la de Hillsborouhg (pág. 39 – 40).
2 Cuestión ampliamente controvertida en la medida que el paradigma predominante supone que las barras, incluso las más violentas tienen tanto una dimensión positiva como negativa. Ver: Metiffogo, Decio y Martínez, Víctor “Las Barras Bravas del fútbol. Su cultura, prácticas, expectativas sociales y orientaciones” 1994; Reyes, Gabriela. “Las barras bravas en Chile: caracterización de un fenómeno social”. 2013.
3 Son numerosas las referencias a la cercanía de líderes emblemáticos a la dictadura de Pinochet (Pág. 24, 54, 63, 78, 83, 94 entre otras).