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Historia mínima del fútbol en América Latina

Por Jaime Rodríguez

Pablo Alabarces, El Colegio de México, Colección Historias Mínimas, Ciudad de México, México, 2018.

El texto que se reseña pertenece a una colección patrocinada por El Colegio de México, prestigiosa institución mexicana dedicada a la investigación, estudio y promoción de las Ciencias Sociales y las Humanidades, y hace referencia a establecer “Historias Mínimas” acerca de temas específicos, en este caso el fútbol en América Latina.

Respecto de su autor, el escritor y sociólogo argentino Pablo Alabarces, es importante detenerse a reconocer en él y su obra, una perspectiva acerca del deporte y del fútbol en particular, la que ha removido a la academia en su relación con el deporte. Con Alabarces quedan atrás los análisis más simplistas y que vinculaban al fútbol con violencia o con afanes políticos. En su obra, la mirada de lo cultural se afianza como un camino de investigación que es recogido y asumido en el texto que se reseña en esta ocasión.

El libro esta distribuidos en tres partes y en 15 capítulos, más un epílogo, todo distribuido en sus 273 páginas.

Alabarces comienza su libro con una provocadora frase: “Ésta es una historia de algo que no existe. Y, sin embargo, es una historia posible.” (p.11). En esta sentencia Alabarces expresa la realidad del continente, la que no es ajena a otras de que, como práctica deportiva, el fútbol en América no existe como un relato unificado, o una realidad univoca, sino que como una multiplicidad de formas, colores y costumbres que enriquecen la identidad regional.

En esto Alabarces no se pierde, una buena parte de la ausencia de un relato “unificado” acerca del fútbol de nuestro sub continente se debe también a la incapacidad de generarlo desde la propia región. El autor señala que esa ausencia determina el modo en que conocemos la historia del fútbol continental.

En lo referido a las tres partes del libro, en la primera de ellas: “Fútbol e imperio”, expresa la, por todos conocida, exportación que hizo el imperio inglés expandiendo al fútbol por todo el orbe. Alabarces, citando a Edward Said, señala: “La historia de todas las culturas es la historia de los préstamos culturales” (p. 31), dinámica en que los deportes modernos juegan un rol esencial, no solo en el proceso integrador de la ciudadanía, sino que también en lo que Norbert Elias llama el “proceso civilizatorio” del deporte inglés hacia el mundo. Se refiere en este apartado principalmente a la lógica expansionista inglesa a través de diversos “productos culturales”, y se hace una revisión breve respecto de lo que se llama “padres fundadores”, es decir, la historia más descrita a través de nombres propios.

Interesante también resulta revisar el análisis que Alabarces realiza a través de la obra de Julio Frydenberg, y la hipótesis de las tres vías de incorporación del fútbol a la cotidianeidad de la América morena.

En la segunda parte, titulada “Las invenciones”, Alabarces presenta una panorámica por la región y los distintos caracteres del fútbol, panorámica en la que asigna al fútbol, de manera implícita, un rol de creador de cultura popular, el que le da una relevancia en la región que no es menor a la hora de indagar en las identidades americanas.

Así, de Brasil, que podría pensarse como un caso fuera de las lógicas de apropiación cultural típicas de la incursión británica en nuestra región, señala Alabarces que: “El esquema es siempre el mismo: la difusión entre los grupos populares de una práctica de élite, generalmente a pesar de esa misma élite, que resiste su expropiación refugiándose en el amateurismo como último refugio de su propiedad” (p. 102). Mención aparte para el autor es el componente de población afroamericana que condiciona la emergente ruptura del racismo reinante y de las elites.

Otra mención interesante hecha en este apartado es a Chile, donde el origen del fútbol como actividad rentada y/o profesional se vincula no solo a una tradición territorial, sino que además a las emergentes clases obreras que vieron en la organización deportiva una extensión de sus intereses socio políticos, tema que le da un tinte bastante original a los orígenes del fútbol criollo.

 

Mención aparte, a mi juicio, la constituye la presencia del “mártir” de Colo Colo David Arellano, hecho que sin duda afianza el carácter popular del club albo, como su pretensión de ser un club con alcance nacional vinculado al ethos del “pueblo chileno”, cuestión que es por todos conocida.

La tercera parte y final, “El juego del pueblo”, aborda el que, a mi juicio, es la parte medular de este estudio, que es la de investigación pura, es decir, la capacidad de formular “problemas para las ciencias sociales”, analizarlos, sintetizarlos y ofrecer hipótesis que las expliquen. En esta sección del libro Alabarces despliega todo el bagaje de un investigador consolidado, mezclando conceptos, ideas y realidad cultural con el trayecto histórico del desarrollo del fútbol en la región, de lo cual aparecen interesantes y sugerentes proposiciones.

Estado, guerra, raza, entre otros elementos conforman las principales ideas sobre las que se sostiene este apartado, dejando entrever las múltiples dimensiones desde las cuales Alabarces enfrenta el fenómeno y, además, cómo es posible entrar en su análisis sin que ello remita solamente a datos descontextualizados.

En el cierre de este texto el lector podrá encontrar no solamente datos y antecedentes de la historia del fútbol en América Latina, sino que también valiosas hipótesis acerca de su importancia en la cultura popular regional, poniendo en discusión no solo conceptos con amplio arraigo, sino que también abriendo nuevas e interesantes vetas de análisis e investigación.

Finalmente es importante rescatar este tipo de literatura especifica, que plantea problemas para abundar en discusiones que, a veces por ser consideradas “triviales” o “sin mayores proyecciones”, son dejadas de lado y con ello dejamos de observar fenómenos que dan vida, dinámica y contenido al estudio de nuestra cultura.

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