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El Fútbol a Sol y Sombra

Por Rino Curotto

El libro El Fútbol a Sol y Sombra es un imperdible en cualquier biblioteca futbolera que se precie de tal, independiente de los gustos personales en cuanto a fútbol y a libros, tal como el disco Legend de Bob Marley lo es para cualquier colección de un melómano, independiente de los estilos que más le gusten. Fue mi primer libro de fútbol, y el encargado de abrirme ese mundo y dejarme pidiendo con ansias más libros de fútbol para leer.

El libro homenajea al fútbol y todo lo que lo envuelve, especialmente al fútbol de antes, y denuncia las estructuras de poder que lo transformó de uno de los negocios más lucrativos del mundo, por lo que no pierde ni pareciera que dejará de tener vigencia.

Su primera edición de 1995 es española (Siglo XXI Editores), y ha tenido varias reediciones, las que han ido anexando nuevas reseñas de los Mundiales que se han ido disputando. La última, antes de la muerte de Galeano, incluyó el Mundial de Brasil en 2014.

Su autor, Eduardo Germán María Hughes Galeano (Montevideo 3/09/1940, Íbidem 13/04/2015), fue un talentoso periodista y escritor uruguayo, de gran influencia en la cultura latinoamericana, con obras traducidas a 20 idiomas. En general, sus trabajos son una mezcla de periodismo, ficción, documentalismo, análisis político e historia. Entre sus obras más reconocidas están Las venas abiertas de América Latina (1971), Memoria del Fuego (1986) y el libro que aquí comento.

Los capítulos independientes que conforman el libro tienen de todo, desde análisis aislados de jugadores y equipos hasta hechos concretos importantes en la historia del fútbol, los que resultan trascendentes para entender cómo ha ido cambiando el fútbol, y la vida en general. Incluso anticipándose, como con los escándalos de corrupción que sacudirían a la F.I.F.A. y sus Confederaciones. Galeano ya alertaba sobre el mercantilismo en el fútbol y la corrupción en sus esferas de poder, además de criticar el excesivo poder del dinero, contraponiéndolo al fútbol puro y libre de la infancia. También critica la obsesión por la victoria y la cada vez mayor dificultad en ver el fútbol como un juego.

Fue en 1996 o 1997 cuando, perdiendo tiempo, o ganando vida mejor dicho, en una librería del Panorámico me topé con su portada. La palabra Fútbol al centro de su título, la colorida carátula y la oncena como de plastilina que la adornaba, como pocas veces acompañada del entrenador, me atrajeron intensamente y fue imposible no tomarlo y comenzar a ojearlo.

Quizás el hecho de que el equipo de la portada incluyera al técnico en la formación, pudo haber sido un anticipo de su contenido, el que respeta, como se debe hacer siempre, al fútbol de antes, ese que nos enamoró de la pelota y su mundo circundante. ¿O acaso han visto muchas fotos de oncenas actuales con el respectivo entrenador acompañándola? Seguro que no, si eso era antes, contradictoriamente cuando el técnico no tenía tanta influencia como hoy, como si mientras más importancia adquiría, más fotos individuales provocaba mientras se alejaba de la foto con sus pupilos.

Bastó la única frase que encontré en la primera página para terminar de convencerme que ese libro sería mío. Esa frase, que me llevó inmediatamente a mi niñez, decía: “Las páginas que siguen están dedicadas a aquellos niños que una vez, hace años, se cruzaron conmigo en Calella de la Costa. Venían de jugar al fútbol, y cantaban: Ganamos, perdimos, igual nos divertimos”. Fueron unos $ 8.000 de esa época, los que fueron muy bien gastados, invertidos mejor dicho, los que me introdujeron a la literatura futbolera, algo que nunca he abandonado, dando inicio a mi colección que hoy supera los 300 libros futboleros, todo por “culpa” de este primer libro.

Personalmente no conocía a Galeano, pero con el tiempo he notado que sus palabras tienen alma, y este libro lo refleja muy bien, en el que un gol puede ser transformado casi en un pasaje de la biblia. El autor logra plasmar con sus manos lo que no pudo hacer con sus piernas, tal como lo revela en el arranque del libro, en la honesta “Confesión del autor”.

El resultado del libro es breve en páginas pero extenso en sensaciones y recuerdos. La obra es un compendio de 152 relatos o historias cortas con un cierto orden cronológico, cargados de imágenes evocadoras y de adoración casi religiosa por el fútbol. Su estructura en pequeños artículos da la sensación de estar ante un libro de poemas. En las 269 páginas de su edición chilena de 1996, la que afortunadamente tengo, se pueden leer, por ejemplo, historias tituladas como: el gol, el hincha, el Mundial del 34, gol de Heleno, fervor de la camiseta, la maldición de los tres palos, el Mundial del 82, Romario, el pecado de perder, y un largo etc. Al final, aparte del índice principal, tiene un índice de los nombres que aparecen en sus páginas.

De tanto gozar las historias del libro, no me fue raro leer algunas dos veces seguidas, y así prolongar el placer producido al leerla por vez primera, por lo que lo recomiendo a ojos cerrados, incluso para quienes no se han declarado abiertamente futboleros, quién sabe por qué razón.

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