Han pasado los años y la década del 80 se ve lejana para quienes vivieron de cerca el fútbol con pasión, sacrificio y pasando las vicisitudes propias de aquellos tiempos, cuando las Sociedades Anónimas Deportivas no irrumpía como ahora en los estamentos de las instituciones deportivas.
Sin embargo, para nosotros y especialmente para los futbolistas, actores principales dentro del rectángulo de juego que destacaron en esa época, el tiempo se detuvo y en cada reencuentro afloran los recuerdos, anécdotas y tantas situaciones que marcaron su carrera profesional.
Aquello sucede hace 40 años, cada 25 de julio, cuando un grupo de jugadores del plantel de Everton de 1984, que obtuvo el título de campeón de la Copa Chile-Polla Gol de Primera División se dieron a la tarea de estrechar el compañerismo más allá de la cancha o el camarín, ahora como ex jugadores del cuadro viñamarino, organizando año tras año un encuentro fraterno de camaradería, lleno de nostalgia después de un buen tiempo sin verse.
Con presencia de ex dirigentes y amigos, se refuerzan los vínculos, afloran las anécdotas, las bromas y travesuras propias de camarín, más el recuerdo de aquel épico partido que los llevó a ser campeones en el Estadio Nacional, el 25 de julio de 1984, ante Universidad Católica, en una época de contrastes deportivos, marcados por los problemas económicos del club viñamarino y del fútbol chileno en general, en la que nacieron la unión y amistad entre estos deportistas.
Para este grupo de ex jugadores de Everton, dirigidos por el técnico Fernando Riera Bauzá, es un torneo que resulta inolvidable, aunque la memoria del medio futbolístico sea frágil y para algunos no tenga el real significado que representa ser campeón. Para muchos es el campeonato olvidado de Everton.
Parte del plantel 1984 en la actualidad. De pie: Luis Alberto ‘Fiera’ Ramos, Jorge ‘Chicho’ García, Leonel Contreras, Manuel ‘Chino’ Quezada, Francisco Eulogio, Jaime Baeza y Domingo Sorace. Agachado, el ex portero Marco Antonio Órdenes. (Foto: colección del autor).
Hace 40 años
Como contábamos anteriormente, los años 80 para las instituciones de fútbol de la región de Valparaíso están marcados por una constante irregularidad en sus campañas, alternando momentos buenos y no tan buenos, con descensos a Segunda División incluidos. Everton de Viña del Mar no estuvo exento de aquello, dado principalmente por la crisis económica y/o por las determinaciones apasionadas de sus dirigentes-hinchas, muchas veces erradas.
La historia nos narra que en Everton, tras haber obtenido el título de campeón de Primera División en 1976 y ser protagonista estelar de los torneos siguientes, en los años 1977 y 1978, bajo la administración del empresario Antonio Martínez Ruiz, con la llegada la nueva década, las cosas comenzaron a cambiar, lamentablemente para mal, a pesar de los intentos por mantener el protagonismo entre los mejores equipos del país.
En 1981, tras armar un plantel competitivo, con nombres consagrados, se descendía por segunda vez en su historia. Si bien se asciende de inmediato, en 1982, bajo el mando técnico de Ricardo Contreras, la temporada 1983 sirvió para consolidarse en la división mayor, al ubicarse en el octavo lugar con la llegada del técnico Fernando Riera, quien, al año siguiente, conduciría exitosamente al equipo a la final del torneo Copa Chile-Polla Gol, la que se adjudica venciendo a Universidad Católica por 3-0 en el Estadio Nacional, volviendo así a la primera escena del medio nacional.
Dicha campaña reposiciona a la institución viñamarina y permitió reencontrarse con su fiel hinchada en tiempos difíciles, donde la economía nacional, en especial en el fútbol, pasaba por momentos de incertidumbre ante las deudas millonarias de los clubes llamados grandes, que hicieron incluso temer por la continuidad de la actividad profesional.
En 1983, de retorno a la Primera División, el equipo queda eliminado del torneo Polla Gol, mientras la crisis económica sigue ahondandose, tornándose incontrolable, por lo que en 1984, la Asociación Central de Fútbol (ACF) interviene a la institución, decidiendo el cambio de directiva, asumiendo en propiedad una Comisión de Fútbol, cuya presidencia se le confiere a Antonio Martínez Ruiz, quien, como decíamos anteriormente, llega avalado por su experiencia y buena gestión directiva entre los años 1976 y 1978, además de ser un exitoso empresario y concesionario del Casino Municipal de Viña del Mar, entidad que en ocasiones destinaba ingresos frescos para paliar en parte el gran déficit económico del club.
Su misión era intentar sanear a la institución viñamarina. Se define el cambio de razón social, pasando el club deportivo a constituirse en Corporación Deportiva Everton de Viña del Mar, se gestionan acuerdos con los acreedores, mientras la Asociación Central de Fútbol se hace cargo de las deudas, incubando la denominada deuda histórica de la institución viñamarina, la que fue anexada a las que mantenían Universidad de Chile y Colo-Colo, entre otros clubes, siendo absorbida por la Asociación Central de Fútbol y más adelante por la creada Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP).
Su cancelación se gestionó a través de préstamos bancarios otorgados por el Banco del Estado, sin embargo, la estadía de Martínez Ruíz en la presidencia sería breve, ya que le esperaban nuevos e importantes desafíos para levantar al entonces aproblemado fútbol chileno.
Llegada del ´Tata’ Riera
Durante el torneo de 1983, Everton tuvo un comienzo vacilante con Ricardo Contreras en la banca, lo que precipita el arribo del experimentado Fernando Riera, quien llegaría a Viña del Mar a través del dirigente Eduardo Gaete, quien mantenía contactos con el exjugador de Universidad de Chile, Alberto Quintano. Así, Riera aceptó hacerse cargo del plantel ‘ruletero’ cuando las cosas no caminaban bien en el arranque del torneo nacional de aquel año.
El ‘Tata’ debuta en la conducción del equipo en la 11ª fecha del torneo oficial, el 11 de septiembre de 1983, y, tras luchar gran parte del certamen en la zona baja de la tabla, Everton cambia su impronta de juego los jugadores ganan confianza, especialmente los formados en casa, y logra afirmarse rematando en el octavo lugar de las posiciones, con 44 puntos. Entre el término del Campeonato Nacional de 1983, el 1 de abril de 1984, y el comienzo del Torneo Polla Gol de 1984, el 13 de mayo, Riera tenía como plazo apenas cuatro semanas para conformar y preparar a un plantel que asumiría un rol protagónico, tal vez impensado para la mayoría de sus aficionados.
Parte por reorganizar al grupo y ejecuta algunos cambios. Dejan la institución Luis ‘Tanque’ Araneda, Sergio ‘Charola’ González, el defensor Leonardo Belmar, Miguel González, Heriberto Martínez, Pedro Brante, Luis Olivares y Leonardo Zamora. Con antelación había partido el arquero Oscar Wirth, por ser considerado un jugador de alto valor.
Eso sí, contaba con una base de valores jóvenes surgidos en las divisiones inferiores del club, los que ya habían acumulado cierta experiencia en Primera División durante la larga temporada anterior y, además, contaban con la identificación y cariño que sentían por la enseña viñamarina. En este grupo estaban Leonel Contreras, el golero Jaime Zapata, Sergio Navarro, Manuel Quezada, Jaime Baeza, Francisco Eulogio, Sergio Araya, Ricardo Bravo, Rody Peña, José ‘Flaco’ Pérez, Claudio Muñoz, Marco Antonio Órdenes, David Núñez, Marcos Macaya y Eduardo García, entre otros noveles canteranos subidos al plantel superior, quienes sumados a los experimentados Belisario Leiva, Johnny Ashwell, Domingo Sorace, Pedro Pablo Díaz, Luis Alberto ‘Fiera’ Ramos, Jorge ‘Chicho’ García y Lionel Gatica serían la base del plantel ‘ruletero’.
A ese contingente se le refuerza con las llegadas del goleador uruguayo Washington ‘Trapo’ Olivera, codiciado por los cuadros llamados grandes y el ex seleccionado argentino Jorge Luis ‘Vitrola’ Ghiso, de pasado en River Plate y Universidad de Chile, entre otros equipos. También se logra la incorporación del joven mediocampista formado en Santiago Wanderers, Juan Domingo Rojas, con lo que el técnico Riera conformaría un equipo al que le imprimiría un sello característico de disciplina táctica, orden y equilibrio en sus líneas, pero sin dejar de lado el buen fútbol. Además, el experimentado entrenador impondrá respeto, don de mando y estrictez sobre sus dirigidos, tanto dentro como fuera de la cancha.
El técnico Fernando Riera junto al portero Jaime Zapata. (Foto: Diario La Estrella).
Copa Chile – Polla Gol 1984
La Copa Polla Gol 1984 correspondía a la 25ª edición de Copa Chile y llevaría por nombre el juego de pronósticos deportivos auspiciador de los campeonatos nacionales organizados por la entonces Asociación Central de Fútbol desde 1979.
Basados en la normativa establecida por la ACF, para su realización se entregan una serie de condiciones de carácter económico, dada la precaria situación financiera por la que atraviesan las instituciones participantes.
Dentro de estas disposiciones, una que resultaría novedosa es que cada club se haría dueño del espectáculo y fijaría los valores de las entradas, eso sí, en un rango establecido entre 100 y 1.000 pesos (cerca de 1.800 y 18.000 pesos en la actualidad).
En lo estrictamente competitivo, el torneo se programa entre el 12 de mayo y el 25 de julio, con 26 equipos divididos geográficamente en cuatro grupos durante su primera fase. De esta manera, los equipos se distribuyen en Zona Norte, Zona Sur, compuestas por seis equipos cada una, y Zona Centro y Zona Metropolitana, formadas por siete cuadros, quedando libre uno en cada fecha, por lo que se establece que jueguen un encuentro interzona.
El reglamento establecía que al concluir las dos ruedas del torneo, los conjuntos que alcanzaban el primer lugar de cada zona accedían a la fase semifinal, enfrentándose en encuentros de ida y vuelta para determinar los finalistas, los que disputarían en partido único el título de campeón del ‘Apertura’.
El cuadro campeón, junto con recibir el trofeo, accedería a un premio en dinero. También, en cada partido la Asociación Central de Fútbol retendrá el 2% de la recaudación, con la finalidad de hacer caja para cancelar los premios a los dos cuadros finalistas de manera proporcional. El campeón percibirá un premio equivalente al 60% y el vicecampeón el 40% del total recaudado.
Ya en competencia, al concluir la primera fase, Cobresal se adjudicó el grupo Norte; Universidad Católica, el Metropolitano; Green Cross de Temuco, la zona Sur; y Everton, el Centro.
El elenco viñamarino compartió el grupo Zona Centro junto a Santiago Wanderers, San Luis de Quillota, Unión La Calera, Unión San Felipe, Trasandino de Los Andes, Coquimbo Unido y Deportes La Serena. Además, jugó sus encuentros de intergrupo ante Universidad de Chile, integrante del grupo Metropolitano, alcanzando el primer lugar con 17 puntos, tras 13 partidos jugados, con siete victorias, tres empates y tres perdidos, con una diferencia de gol a favor de +6, merced a 14 goles a favor y 8 en contra. Le siguieron en la tabla Unión San Felipe (14 puntos) y Santiago Wanderers con 12.
Como anécdota se debe señalar que en este grupo quedaron sin jugarse cuatro encuentros, los que fueron suspendidos por mal tiempo y luego fueron considerados intrascendentes, ya que no incidían en el puntaje final de los equipos, por lo que no se jugó el clásico porteño de revancha entre Everton y Santiago Wanderers, el que debía disputarse en el estadio Sausalito.
El arranque
Para el debut en Sausalito, ante el cuadro de Coquimbo Unido, el técnico Fernando Riera durante la semana ordena prácticas en doble jornada, trabajando por la mañana con los arqueros en la cancha dos y con el resto del plantel una sesión de cross en los alrededores del estadio, bordeando la laguna. Por la tarde, el trabajo se centraliza en la práctica de fútbol en la cancha principal.
El domingo 13 de mayo, por la 1ª fecha del torneo Copa Chile-Polla Gol 1984, Everton alcanzaba el triunfo por 1-0 ante el elenco pirata, con espectacular gol con golpe de taco de Luis Alberto Ramos, ejecutado a la entrada del área grande en el arco que daba hacia el antiguo tablero marcador de goles del sector cerro del estadio Sausalito de Viña del Mar, considerado además como el gol del año, simbolizando, tal vez, el exitoso torneo que alcanzaría el cuadro de Everton.
Para los ‘ruleteros’ arrancar con dos puntos era un buen síntoma para cimentar la confianza dentro del plantel. En la segunda fecha, el elenco viñamarino jugaría de visitante, nada más y nada menos que ante el clásico rival, Santiago Wanderers, en el estadio Valparaíso de Playa Ancha. Los ‘caturros’, amparados por su hinchada, vencen por la cuenta mínima con anotación de Eduardo ‘Gino’ Cofré, quien años más tarde se identificaría marcando goles con la casaquilla oro y cielo.
Por la tercera fecha, se vuelve a la localía en Viña del Mar para enfrentar a San Luis de Quillota, dirigido por el ex técnico viñamarino Ricardo Contreras. El triunfo quedó en casa por 2-0, con anotaciones de Sergio ‘Gato’ Navarro y Luis Alberto ‘La Fiera’ Ramos.
A la semana siguiente, 30 de mayo de 1984, por la cuarta fecha, el desplazamiento es hasta el valle del Aconcagua para enfrentar al siempre complicado Unión San Felipe, cuadro que derrota al elenco de Riera por 2-1. Llegada a la quinta fecha, jugando en Sausalito, iguala sin goles ante Deportes La Serena.
El 6 de junio, nuevamente como local en Sausalito, pero esta vez en un encuentro interzonal, mide fuerzas con Universidad de Chile, volviendo a igualar 0-0, trayendo preocupación a la dirigencia y a la hinchada. Lo anterior se acrecienta cuando cae 1-2 ante Trasandino de Los Andes como visitante.
Al cabo de la primera rueda, el cuadro viñamarino, jugados siete encuentros, sumaba seis unidades en la tabla, alejado de los lugares de avanzada para optar a clasificar como primero del grupo a la etapa siguiente.
La segunda rueda sería crucial para las pretensiones del equipo dirigido por Fernando Riera. Comenzó de visitante en Quillota ante San Luis, el 17 de junio, igualando 1-1 con anotación de Jaime Baeza. La victoria por fin llegó ante Unión San Felipe tres días después, en Sausalito, por 1-0 con gol del uruguayo Washington ‘Trapo’ Olivera. Al fin de semana siguiente ratifica su alza como forastero, derrotando por la cuenta mínima a Deportes La Serena en el estadio La Portada, con solitario gol de Luis Alberto Ramos.
A esa altura, el equipo mostraba una fisonomía de juego acorde a los planteamientos tácticos del técnico Riera. Lo anterior quedaba de manifiesto enfrentando a Universidad de Chile en Santa Laura, por la interzona, donde nuevamente con anotación de ‘La Fiera’ Ramos, le basta para ganar el partido por 1-0 y encaramarse en la parte alta del grupo centro.
Se venía una prueba de fuego ante Santiago Wanderers en Viña del Mar. Al interior del plantel existía ánimo de revancha por la derrota de la primera rueda en Playa Ancha. Sin embargo, la inclemencia del tiempo reinante en la zona conspira para el mal estado de la cancha, obligando a la Asociación Central de Fútbol a suspender el partido y postergarlo para día y hora a definir, encuentro que a la postre nunca se jugaría.
El torneo sigue su curso, la cancha del Sausalito recupera su estado y Everton recibe a Trasandino de Los Andes el 3 de julio y lo doblega por 3-1, con goles de Luis Alberto Ramos, en dos ocasiones, y Washington Olivera, afianzándose en la punta de la zona centro.
A la fecha siguiente, Everton se desplaza hasta el puerto de Coquimbo, donde vence al elenco local por 2-1. Los héroes de la jornada son los canteranos Francisco Eulogio y Sergio Araya, autores de los goles viñamarinos.
Con la victoria, el elenco oro y cielo ratificaba su calidad de líder, haciéndose inalcanzable para el resto de los rivales. De ahí que la Asociación Central de Fútbol determina que el partido pendiente ante Santiago Wanderers era innecesario jugarlo, lo que daba el avance de los viñamarinos a ronda de semifinales, debiendo definir el paso a la final ante Cobresal, ganador del grupo norte, en partidos de ida y vuelta.
Ante el cuadro minero, en la ida, jugada en el estadio El Cobre de El Salvador el 15 de julio, Everton cae por la cuenta mínima, con gol del uruguayo Nelson Pedetti a los 38 minutos de juego.
Derrota ajustada apostando desde un principio por el empate con un plan de juego más defensivo que de costumbre, ante un rival que, en la altura de El Salvador, hacía tambalear a cualquiera, pero que a los viñamarinos le otorgaba la opción de dar vuelta la serie jugando como local.
En la revancha del Sausalito, jugada a mitad de semana el miércoles 18 de julio, los dirigidos de Riera vencen 2-0 a los nortinos, con anotaciones de Luis Alberto Ramos y Washington Olivera, accediendo a la final del certamen. Por la otra llave, Universidad Católica dejaba fuera de carrera a Green Cross de Temuco con un resultado global de 3-2 .
Finalistas
El cuadro ‘cruzado’, dirigido por Ignacio Prieto (ex discípulo de Fernando Riera), era el campeón vigente de Copa Chile (a final de temporada sería campeón del torneo oficial de Primera División) y en sus filas tenía varios seleccionados nacionales como Jorge ‘Mortero’ Aravena, Miguel Ángel Neira, Marco Cornez, René Valenzuela, Osvaldo ‘Arica’ Hurtado y el paraguayo Juan Ramón Isasi, por mencionar a algunos.
Viñamarinos y estudiantiles llegaban a enfrentarse en la final del torneo Polla Gol en partido único, el día miércoles 25 de julio, a las 19.00 horas, en el Estadio Nacional, ante 13.500 espectadores, decisión que no dejó de sorprender a las huestes viñamarinas, porque en un principio se estableció que debía jugarse en partidos de ida y vuelta.
Con anterioridad al encuentro por el título, el técnico Fernando Riera había dispuesto jugar con un equipo alternativo ante Trasandino de Los Andes por la primera fecha del campeonato nacional, cayendo estrepitosamente 0 a 6 en condición de visitante, lo que trajo consigo ciertas críticas de parte de los hinchas.
Jaime Zapata, Sergio Araya y Domingo Sorace, entre otros, se abrazan tras el triunfo. (Foto: Diario La Estrella).
Caravana de hinchas
El hincha evertoniano, tal como había sido en 1976, se volcó para acompañar al equipo hasta el reducto capitalino. Desde tempranas horas de ese miércoles 25 de julio los hinchas se agolparon en Plaza Parroquia, Errázuriz y en calle Ecuador, a la vuelta de la sede del club en calle Viana, para abordar los buses que los trasladarían hasta el Estadio Nacional, esperanzados en regresar victoriosos y con la preciada copa a Viña del Mar.
Las cifras estadísticas indicaron que del total de asistentes, 655 socios corresponden a Universidad Católica, 908 a otros clubes y 1.119 de Everton, quienes viajaron en caravana de buses y automóviles con destino a la capital. La recaudación fue de $1.980.590 (más de 37 millones de pesos al año 2024).
Existía expectación de parte de la hinchada y ansiedad en el plantel por el partido de la final, en especial entre los jugadores más jóvenes.
El partido
El encuentro era difícil para Everton, porque al frente tenía a un equipo sólido, que por momentos jugaba de memoria, pero la sapiencia del técnico Fernando Riera le indicaba que tenía que salir a disputarle el mediocampo y no dejar armarse a los ‘cruzados’.
Para ello, dispuso el tradicional esquema 4-3-3 con Jaime Zapata en al arco; Domingo Sorace y Sergio Navarro en los laterales, y Johnny Ashwell y Manuel Quezada como centrales. Belisario Leiva, Francisco Eulogio y Jorge ‘Chicho’ García en la zona de marca y creación del mediocampo; y en ofensiva aparecen Luis Alberto Ramos como centrodelantero, quien se engancha para apoyar y asociarse a los volantes ofensivos, mientras que por las orillas atacan Pedro Pablo Díaz, por derecha, y Washington Olivera por el flanco izquierdo.
Desde el arranque el cuadro viñamarino toma la iniciativa, lo que le rinde réditos tempranamente. Se cumplían los 6 minutos cuando ‘La Fiera’ Luis Alberto Ramos empalmó con un remate rasante un centro atrás de Pedro Pablo Díaz, quien desbordó en velocidad por el sector derecho, para establecer el 1-0 a favor de Everton.
Universidad Católica sintió la estocada, esbozando una levantada. Sin embargo, tras una corrida desde mitad del terreno por el sector izquierdo de Jorge ‘Chicho’ García, éste remata a portería, dando rebote el meta Marco Antonio Cornez, para que Pedro Pablo Díaz, libre de marca por el medio, impulse el balón al fondo del arco, cuando el reloj marcaba apenas los 16 minutos del primer tiempo. Era el 2-0, resultado parcial con que ambos elencos se irían al descanso.
Reanudadas las acciones, el complemento muestra a un Everton macizo, dispuesto a mantener su ventaja y, en lo posible, aumentarla. Fue así como a los 55 minutos, una nueva corrida de Pedro Pablo Díaz, encuentra recepción en el uruguayo Washington ‘Trapo’ Olivera, quien estampa el 3-0 y, de paso, sella tempranamente la victoria.
En ese momento, la hinchada viñamarina comenzó espontáneamente a celebrar con el grito de “¡campeón!” y el partido bajó en intensidad, con un Everton manejando las acciones y con una Universidad Católica entregada ante la superioridad del adversario y el marcador en contra. Llegaba el pitazo final del árbitro Juan Silvagno y la algarabía se apodera de los jugadores viñamarinos y de la fiel hinchada que los acompañó en gran número (se estima en unas 5 mil personas) hasta la capital, con la ilusión de regresar como campeones.
En la cancha seguía la algarabía, porque tras los abrazos, las celebraciones y los vítores por la victoria, vendría la ceremonia oficial de entrega de la Copa Chile-Polla Gol, la que, por esas raras casualidades que se dan de tarde en tarde en el fútbol, fue entregada al capitán Domingo Sorace por el directivo Antonio Martínez Ruiz, el mismo que había estado al frente de la institución viñamarina hasta hace un par de semanas en una comisión directiva y había sido el timonel y artífice del título de campeón de 1976. Ahora lo hacía en calidad de presidente de la Asociación Central de Fútbol.
Ya con la copa en sus manos, el plantel oro y cielo emprendió la vuelta olímpica sobre la pista atlética y césped del Estadio Nacional.
La formación de la recordada final. De pie, de izq. a der.: Jaime Zapata, Domingo Sorace, Sergio Navarro, Johnny Ashwell, Belisario Leiva y Manuel Quezada. Agachados, en el mismo orden: Pedro Pablo Díaz, Francisco Eulogio, Luis Alberto Ramos, Jorge García y Washington Olivera (Foto: colección de autor).
EVERTON 3-0 UNIVERSIDAD CATÓLICA
25/07/1984. Final Copa Chile-Polla Gol 1984. Estadio Nacional. Público: 13.500. Recaudación: $1.980.590. Árbitro: Juan Silvagno Cavanna.
UNIVERSIDAD CATÓLICA: Marco Cornez; Gastón Cid, Luis Abarca, René Valenzuela, Alberto Valenzuela; Patricio Mardones, Miguel Ángel Neira, Jorge Aravena; Juan Ramón Isasi, Juvenal Vargas y Alexis Noble. DT Ignacio Prieto Urrejola.
EVERTON: Jaime Zapata; Domingo Sorace, Johnny Ashwell, Manuel Quezada, Sergio Navarro; Belisario Leiva, Francisco Eulogio, Jorge García; Pedro Pablo Díaz, Luis Alberto Ramos y Washington Olivera. DT Fernando Riera Bauzá.
CAMBIOS: Lionel Gatica por Francisco Eulogio (EV), Sergio Araya por Jorge García (EV); Osvaldo Hurtado por Juvenal Vargas (UC), Gino Valentini por Alexis Noble (UC).
EXPULSADO: 88’ Gastón Cid (UC)
GOLES: 6’ Luis Alberto Ramos (EV), 16’ Pedro Pablo Díaz (EV) y 55’ Washington Olivera (EV).
Celebraciones en Viña del Mar
Al retorno a Viña del Mar, el plantel y dirigentes traían consigo una réplica de la copa, más un cheque por 900 mil pesos, otorgado como premio al título de campeón.
En tanto, en el centro y parte alta de la ciudad se organizaban espontáneamente los festejos para recibir a los campeones, tal como había sucedido ocho años antes, con la obtención del título de Primera División de 1976.
Mientras que en el Casino Municipal, el plantel y cuerpo técnico era esperado para ser agasajado con una cena de camaradería junto a sus familiares cercanos.
Al año siguiente, los mismos jugadores estuvieron muy cerca de tocar el cielo al terminar segundos en el Campeonato Nacional de Primera División 1985.
Fuentes:
“Everton y una Copa inolvidable”, Carlos Campos Castro, 2024.
Diario La Estrella de Valparaíso
Diario El Mercurio de Valparaíso
Revista Deporte Total
“Historia de Everton 1909-2009”, Ricardo Gatica Labra, Pablo Diez Bennewitz, 2009
“Centenario Historia Total del Fútbol Chileno. 1895-1995”, Edgardo Marín Méndez
“La Historia de los Campeones. 1933-1987”, Edgardo Marín Méndez, 1ª Edición, diciembre, 1988