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Con la fuerza y coraje del ‘Canilla’ Díaz

Por Felipe Fernández

Quizás a nivel nacional el nombre de Arturo Díaz no evoca grandes recuerdos, pero en Coquimbo, la cosa es muy distinta. El popular ‘Canilla’ Díaz está inmerso en lo más profundo del corazón de los coquimbanos. Fue aquel jugador que todos querían ver, el que expresaba con su juego el sentir, la pasión, el sacrificio y la humildad de toda la hinchada aurinegra. Dio alegrías sublimes como aquella del gol en el ascenso de 1962 y nos regaló sacrificio, entrega, viveza y un profundo amor por la camiseta. Pero de un momento a otro, lo perdimos, nunca más supimos de él. ¿Qué pasó con el ‘Canilla’?, ¿En qué momento el jugador se trasformó en leyenda? Acá su historia.

Arturo del Carmen Díaz Muñoz, hijo de Floridor Segundo Díaz Navea y Clementina Alicia Muñoz Ávalos, nació un 4 de noviembre de 1940 en Coquimbo. Vivió desde siempre en la parte alta del puerto, específicamente en la casa 705 de la calle Vicuña, en el barrio del mismo nombre, lugar en el que actualmente viven unos sobrinos del popular ariete coquimbano.

Recorriendo las interminables escaleras que llevaban hasta la que era su casa, no es difícil imaginar donde curtió su estado físico y su espíritu aguerrido. Tampoco cuesta entender su aspecto humilde y sacrificado. La vida no es fácil ahí ahora y menos en aquellos años. Así mismo lo recuerda Isolina Peralta, quien en los años 60 fue vecina de la familia Díaz: “Para nosotros era un orgullo vivir ahí y ser vecinos del ‘Canilla’”. Conocí a toda la familia, mientras jugaba en la casa de ellos con su hermana Lilian. Era una familia humilde, de mucho trabajo y sacrificio para mantener a sus ocho hijos (Jery, Arturo, Mario, Carlos, Lilian y Magaly, más Alicia y ‘Tito’ que fueron sus nietos, pero criados y reconocidos legalmente como sus hijos por el matrimonio)”.

El padre del ‘Canilla’ trabajaba en el puerto como cargador de barcos, mientras que su madre durante algunos años tuvo un puesto ambulante en el que vendía té y sándwiches para los trabajadores portuarios. Así lograban darles sustento económico a sus hijos, de los cuales actualmente sobreviven Alicia, Tito y Carlos. Este último hasta hace muy poco trabajaba como guardia de seguridad en la Plaza de Armas de Coquimbo y atesora algunos recuerdos junto a su famoso hermano: “Yo era el más pequeño. Cuando el Arturo jugaba en Coquimbo yo tenía seis o siete años, pero recuerdo que la gente lo quería mucho, y cuando estuvo lejos de Coquimbo mantenía contacto por carta con la familia. Mi padre era waterpolista, jugaban en el muelle. Siempre nos incentivó en el deporte y disfrutaba mucho junto a mi mamá cuando iban a ver a mi hermano al estadio”.

El ‘Canilla’ jugaba desde pequeño junto a sus amigos de la calle Vicuña. Así lo recuerda un vecino que aún vive en el mismo lugar y que lo conoció de niño. Actualmente don Arturo Aros tiene 84 años y basta con ingresar a su hogar para darse cuenta que es amante del fútbol. Sus paredes están tapizadas con antiguas fotografías de su querido Independiente Vicuña, el equipo de fútbol amateur de esa calle, donde el mítico ’Canilla’ Díaz hizo sus primeros goles: “Al ‘Canillita’ lo conocí de niño, siempre destacó. A mi me tocó entrenarlo varias veces. Creo que acá le enseñamos a jugar al fútbol. Íbamos a entrenar en el sector de Shangri-La. Después se fue al Unión Farola. Allá siguió convirtiendo goles, así que se fue haciendo conocido y Coquimbo Unido puso los ojos en él.

En Coquimbo Unido debutó un primero de agosto del año 1959 frente al Deportivo San Fernando. Dos fechas más tarde anotó a Green Cross su primera diana con la camiseta aurinegra. Fue haciéndose cada vez más querido entre la fanaticada porteña. Destacaba su enorme pundonor, su atrevimiento frente a los defensores rivales, y su habilidad y velocidad con la pelota pegada al pie. Encarador hasta el hartazgo y sin temor frente a corajudos defensores.

Manuel Díaz, más conocido como el ‘Ñurdo’ Díaz, era el compañero de ataque del ‘Canilla’ por esos años. “El ‘Canillita’ era un tremendo jugador, tenía mucha potencia, a pesar de su físico ligero y piernas delgadas, que fueron las causantes de su apodo. Me hubiese gustado tener un poco de ese carácter. Era un verdadero chango coquimbano, no se le achicaba a nadie. Iba directo al arco, nada de irse para los lados, recuerda el ‘Ñurdo’.

Arturo Díaz se había ganado el cariño de la exigente parcialidad porteña, más aún con la tremenda campaña de 1962 que terminaría con Coquimbo Unido en Primera División gracias al solitario gol del ‘Canilla’. Ese inolvidable 9 de diciembre, miles de coquimbanos llegaron al estadio de la Universidad Técnica del Estado en la capital, para presenciar el partido más importante en la corta historia del club hasta ahí. Ese mismo club que 5 años antes luchaba sin éxito por conseguir un cupo en el fútbol profesional, ahora de la mano de este joven de 22 años lograba que los piratas tocaran la gloria. Ahora se podría ver a Coquimbo Unido jugando entre los grandes, y ya no habría que mirar más de reojo a la ciudad vecina para ver a los ídolos del Mundial de 1962, como Leonel, Tobar, Fouillioux, Toro o Eyzaguirre.

El popular ‘Canilla’ celebra el ascenso junto a la hinchada de Coquimbo Unido que llegó hasta Santiago (foto revista Estadio).

Desde ese 9 de diciembre de 1962 el ‘Canilla’ se clavó profundo en el corazón y el alma de todo el pueblo coquimbano, más aún cuando siguió demostrando en Primera División (de 1963 a 1965) su misma valía como peligroso delantero. Lograría convertirle goles con la camiseta coquimbana a Colo Colo, la Universidad de Chile, la Universidad Católica y, por cierto, en los clásicos.

Partido frente a Colo Colo por el torneo de 1963. El insigne ‘Canilla’ va en dirección al arco rival mientras Humberto ‘Chita’ Cruz lo persigue y Hugo Lepe observa la maniobra del coquimbano (foto revista Estadio).

La figura del ‘Canilla’ llamó la atención de los cronistas de la capital, incluso el prestigioso Julio Martínez le dedicó una columna en la revista Estadio del 22 de agosto de 1963 con elogiosos comentarios, destacando su calidad humana, su origen humilde, su fútbol aguerrido y su olfato de gol: “Caso interesante en lo deportivo y en lo humano, porque se trata de un muchacho humilde que llegó al club porteño en busca de alero material y también en procura de un roce solidario que la vida le había negado. Y allí, en las filas del regazo futbolístico, el pequeño encontró estímulo, compañerismo y razón de vivir”.

Continúa JUMAR: “¿No es hermoso en todo aspecto el caso de ‘Canilla’ Díaz? Es la razón de su modestia agradecida y del cariño que le profesa Coquimbo a través del dirigente cordial, el obrero comprensivo y la esforzada gente de las tareas portuarias. Y el responde así, a punta de goles, progresando mes a mes, capitaneando al cuadro con dignidad e insinuándose ya como uno de los mejores 10 del campeonato”.

Tiempo después, en la edición 1.063 del 10 de octubre de 1963, Estadio le dedica íntegramente la portada de su revista, causando gran revuelo en todo Coquimbo, ya que no era habitual que un jugador de un club de provincia, recién ascendido, adquiriera tal protagonismo en un medio de circulación nacional.

Arturo ‘Canilla’ Díaz, portada de revista Estadio del 10 de octubre de 1963

Arturo Díaz fue vendido a comienzos de 1966 a la Unión Española en $ 43.000 escudos, y sería refuerzo de Colo Colo en los famosos torneos internacionales de verano que jugaba el ‘Cacique’ y las universidades frente a potencias del fútbol mundial. No tuvo el mismo éxito en los hispanos, así que en 1967 emigró a Ferroviarios para finalmente, en 1968, tomar sus maletas y continuar su carrera en Honduras bajo las órdenes del exitoso entrenador hondureño Carlos ‘Zorro’ Padilla, dejando huellas imborrables en el Atlético Indio, uno de los 3 grandes de Tegucigalpa, la capital hondureña, luego en Federal y finalmente en Campamentos, donde fue entrenador y jugador a la vez, siendo goleador del equipo con ocho goles el año 1976.

Eran otros tiempos. Arturo Díaz triunfaba en Honduras, pero en Coquimbo se le perdió casi por completo la pista. Su figura fue quedando en el recuerdo y, a su vez, fue creciendo como mito en la memoria de los porteños. La escasa información, las noticias confusas sobre su situación en el extranjero y la nostalgia de tiempos mejores, para un Coquimbo Unido que a mediados de los 70 volvía al fútbol amateur, convertían al ‘Canilla’ en un ícono, casi en un ser mítico que no se podía olvidar fácilmente.

El octogenario Luis Rivera es un coquimbano que se junta cada día con sus amigos en la Plaza de Armas del puerto, y quien recuerda que, en su calidad de marino mercante, pasó varias veces por Tegucigalpa y, por supuesto, no perdía la oportunidad de visitar a su amigo ‘Canilla’: “Lo vi jugar uno de sus últimos partidos a fines de los años 70. Mantenía sus mismas características. Era muy querido y respetado allá. Cuando terminaba el partido nos íbamos a un bar y recordábamos nuestra infancia en Coquimbo”.

José Domingo ‘Yuyo’ Tróchez es actualmente un reconocido comentarista deportivo en Honduras, pero en sus tiempos de juventud fue futbolista profesional y compañero de Díaz en el Atlético Indio. “Fuimos muy amigos con Arturo, incluso una vez, ya retirado del fútbol, seguíamos compartiendo en distintos lugares. Acá en Tegucigalpa fue muy conocido y respetado, lo quería todo el mundo. La gente lo saludaba en la calle y él siempre respondía con alegría, con la broma a flor de piel. Nunca lo vi triste. Recuerdo que me decía: “Tira pa´rriba poh compadre”, hablando con su característico acento chileno, y cada vez que podía, recordaba con cariño a su Coquimbo y su gente. Arturo vivía con lo que necesitaba, no era de lujos, le gustaba lo sencillo, lo necesario para vivir bien. En la cancha fue el jugador con más potrero que vi, el que tenía más barrio. Era aguerrido como ninguno, un tipo difícil, bravo, muy guapo, atrevido, con decirte que era más fácil matarlo que quitarle la pelota, recuerda en tono de broma Tróchez.

Arturo ‘Canilla’ Díaz y José Domingo ‘Yuyo’ Tróchez jugando por el Federal previo a un partido frente a Olimpia (foto cedida por José Domingo Tróchez)

Una vez retirado del fútbol, Arturo Díaz se dedicó a entrenar un equipo amateur del ejército hondureño, pero lamentablemente su carrera como entrenador terminó súbitamente.

“Fue todo muy repentino. Un martes 12 de noviembre de 1985 se sintió mal. Mi madre lo ingresó de urgencia al Hospital Escuela a las 8 de la noche y al día siguiente falleció. Yo tenía 14 años” Recuerda su hijo Francisco Segundo, desde Tegucigalpa Honduras.

A los 45 años, a causa de una meningitis fulminante, pasó a la eternidad el querido “Canilla”, dejando a su esposa Francis Galo y a sus hijos Cristian Arturo (QEPD), Francisco Segundo y Francis Jackeline.

“Nosotros lo velamos en nuestra casa y como él era entrenador del primer, tercer y cuarto equipo del batallón de artillería del ejercito hondureño, ellos se hicieron cargo de las gestiones con la funeraria y de hacer su funeral.  Lo despidieron con honores. El traslado de su ataúd hacia el cementerio Santa Anita fue escoltado por las Fuerzas Armadas y al momento del entierro lanzaron cañones de salva en memoria de él. Fue muy emocionante y muy concurrido, prácticamente todos los medios de Tegucigalpa lo cubrieron”.  Rememora su hijo Francisco.

Alicia Díaz, la menor de sus hermanas, vive actualmente en Coquimbo y recuerda cuando supieron de la sorpresiva muerte de Arturo: “Nos enteramos por Radio Riquelme, realmente no sé cómo ellos supieron, pero antiguamente ese era nuestro único nexo con informaciones, sobretodo si eran del extranjero. Aunque no nos conocimos nunca personalmente con mi hermano, cuando yo era chica, él me enviaba regalos desde Honduras. Enviaba cartas, etc. Nunca se olvidó de nosotros”.

Cuando en Coquimbo se supo sobre el fallecimiento del popular, recordado y querido jugador, el mito del ‘Canilla’ se transformó en leyenda, quedando vivo para siempre el legado de su fuerza y coraje entre todos los coquimbanos.

Fuentes:

  • Revista Estadio
  • Diarios: El Regional de Coquimbo, El Día y La Región
  • Entrevistas: Isolina Peralta, Alicia Díaz, José Domingo Tróchez, Manuel Diaz, Carlos Diaz y Arturo Aros.

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