El domingo 10 de septiembre de 1978, a las 10:45 am, Nelson Oyarzún no resistió más. La lucha palmo a palmo que mantenía contra el cáncer gástrico que lo aquejaba la perdió, pero más que el resultado, quedó en la retina de todos los ñublenses la épica de su lucha, su rebeldía contra la muerte. Como un partido de fútbol, donde el derrotado cae digno frente a su rival, Oyarzún perdió el juego de su vida dignamente, tras luchar con todas sus fuerzas frente a un poderoso rival.
Aquel mismo día Ñublense debía recibir en la cancha del Estadio Municipal de Chillán a Colo Colo, que estrenaba en la banca como DT a Alberto Fouillioux.
Ante el desenlace fatal de Nelson, rondó la idea de suspender el partido. Así lo deseaba en particular el cuadro visitante, que insistía en la idea. Mario Avendaño recuerda en una entrevista del 14/03/2016, que se encontraba en los baños turcos cuando llegó Mario Cerendero a darle la noticia: “Mandrake, murió Nelson”, recordando que el defensor lo llamaba por aquel apodo.
Lo que ocurrió en aquella negociación sobre la posibilidad de suspender o no el lance de aquella triste tarde tuvo varios ingredientes.
En primera instancia, al conocer la situación, el presidente de Ñublense, y alcalde designado por la dictadura, Pedro Guzmán, había acordado suspender el partido. Fue entonces cuando los dos Mario, Avendaño y Cerendero, gerente y capitán del equipo respectivamente, dieron a conocer los deseos de Nelson Oyarzún.
El gerente recuerda que Nelson le había dicho el día anterior: “Marito, pase lo que me pase hoy día, el partido de Colo Colo no se suspende”, intuyendo que probablemente vivía sus últimas horas.
El moreno defensor, en tanto, explica en una entrevista del 30/08/2019 que: “La enfermera que lo cuidaba me entregó un mensaje, Nelson había querido conversar conmigo en la noche. Entonces, como no pudo contactarme, le dejó el mensaje: ‘Díganle al capitán que deben jugar si o si’”. Al conocer los deseos de Oyarzún, capitán y gerente, pujaron para que se cumpliera su última voluntad y, en pleno Gran Hotel de Chillán se discutió acaloradamente con la delegación alba.
Colo Colo apostaba por suspender el partido, y ofrecía cubrir todos los gastos que significaba la reprogramación. Avendaño desclasifica: “El que mandaba el lote era Caszely”, y que Pedro Guzmán conversó con él manifestando su inicial intención de acceder a la suspensión, no conociendo aún lo que había solicitado Nelson en su lecho de muerte. Ante esto, Avendaño le indicó, según él mismo señala: “Pedro, hay un compromiso. Nelson me pidió que se jugara y tú como presidente tienes que respetar eso. El partido se juega, se gane o se pierda, pero se juega”.
Cuando Guzmán comunicó la decisión a la delegación visitante, confidencia Avendaño que irrumpió enfurecido el ‘Rey del metro cuadrado’, Carlos Caszely, reprochando la decisión: “Pero ¡cómo presidente! ¿Manda más el gerente?”, cuestionando la influencia de Avendaño en la decisión final. Ante eso habría intervenido ‘Tito’ Fouillioux calmando los ánimos del delantero albo. “Jugamos y ganamos 2-1”, concluye Mario Avendaño, quien reflexiona en aquel momento sobre su vínculo con Oyarzún, con quien después de comenzar una relación con muchos roces en Deportes Concepción, terminaron siendo hombres de confianza. “Después de comenzar mal la relación, terminamos siendo amigos”, concluye, recordando que en la tienda lila renunció por los altos costos en hotelería y alimentación que exigía Nelson, como parte de sus innovaciones que iban más allá del mero trabajo físico y táctico, sino que se involucraban una visión integral del futbolista como deportista profesional, incluida la alimentación. De hecho, es en la ‘Perla del Bío Bío’ donde se adjudica el apodo de ‘Consomé’.
Previo al encuentro, el presidente de la rama de fútbol de Ñublense, Fernando Chesta, se reúne con el plantel para entregarle el último mensaje dejado por Nelson, el que lo habría entregado a su hermano Gastón la tarde del día previo.
Reunidos todos los jugadores, Fernando Chesta, también Capitán de Carabineros, entregó el mensaje que decía: “Pídele al plantel que, si mañana algo me pasa, luchen con el mismo corazón y voluntad que tuvieron en todos los partidos. Dile a ‘Pancho’ Cuevas que haga de la cancha todas las locuras que él sabe. Que Bonhomme juegue como un tanque, que Cerendero continué siendo la muralla impasable en la defensa y que Abayay corra con sus siete pulmones…” (sic). El mensaje, según relatan los que estuvieron en aquel momento, no alcanzó a ser entregado íntegramente, pues la emoción se apoderó de todos en aquel momento, nublando la vista pero dejando muy clara la idea de Nelson: salir a ganar el partido.
Ocurrido el deceso de Nelson Oyarzún, la ciudad entera vivió el congojo por el desenlace de la lucha que habían seguido de cerca, la que habían sentido como propia. Cerendero rememora: “Fue una cosa desbordante, eso causó conmoción especial a nivel provincia, porque toda la provincia estaba al tanto de cómo él encaró su enfermedad”.
Ñublense saltó a la cancha con un nudo en la garganta ante 8.238 espectadores controlados, que según las estimaciones superaban las 14.000 en realidad, los que con los ojos vidriosos esperaban que los jugadores de Nelson le rindieran un homenaje aquella tarde, el más hermoso que pudiese esperar Oyarzún: un triunfo.
En el camarín, previo al partido, la pizarra de las instrucciones tenía la inscripción: “Nelson, tú estás presente”, y el público, con un nudo en la garganta, entonaba recurrentemente un cántico que se expandía por todo el estadio: “Y ya lo ve, y ya lo ve, es el equipo del Consomé”, alternándose con la consigna: “¿Quién es el Rey? ¡Oyarzún!”.
El partido se inició con un minuto de silencio y los ‘diablos rojos’ saltaron a la cancha con los ojos empañados, la garganta apretada y una cinta negra en el pecho. En ese momento, Pedro Guzmán Álvarez, en calidad de alcalde, según reproduce La Discusión del 11/09/1978, informó a toda la comunidad: “A partir de esta fecha, el recinto deportivo llevará el nombre de ‘Estadio Municipal Nelson Oyarzún’” (p. 1), dando al coliseo de la avenida Pedro Aguirre Cerda, al que por entonces se le construía una marquesina en la tribuna oficial, su actual nombre.
Tras el toque del clarín, el árbitro Víctor Ojeda dio por iniciadas las acciones. A los 18’, tras recuperar un rebote de un tiro libre servido por él mismo, Francisco Cuevas abrió el marcador para los locales. Finalizaba el primer tiempo y, a los 41’, Pacheco fue expulsado en los albos por cortar una jugada de peligro conducida por Óscar Roberto Muñoz. En la trifulca fueron expulsados además Mario Cerendero y Raúl Ormeño. El defensor de Ñublense recuerda aquel episodio desclasificando que quiso cobrarle una grosera entrada al volante de corte del cuadro popular, conocido por manchar recurrentemente sus estoperoles con la sangre de sus rivales. En aquella ocasión, en instantes previos: “En la mitad de la cancha le pegó una patada a Óscar Roberto Muñoz, del pecho para abajo (…) Cuando me acerco a encararlo, me pega un empujón y le devolví un mangazo y lo tiré al otro lado”, narra Cerendero con cierto dejo de orgullo en su mirada.
Tras volver del entretiempo, Ñublense se fue en demanda de la portería de Adolfo Nef y, a los 54’, el veloz Óscar Roberto Muñoz es derribado en el área, decretando el juez penal para el cuadro de luto. El cobro fue muy discutido por los albos, pero nada podría revertirse. Se paró frente al balón Sergio Abayay y, con el aliento de todos los ñublenses presentes y la fuerza del espíritu del ‘Consomé’, logró enviar la pelota al fondo del arco. A los 70’ descontó Caszely y, tras cartón, Ñublense pudo aumentar en varias ocasiones, pero la efectividad del ‘Gringo’ Nef dijo otra cosa. El partido finalizó 2-1 para Ñublense, pero la alegría no fue total. ‘Pancho’ Cuevas se arrodilló en la cancha y comenzó a rezar, otros compañeros imitaron su gesto y Mario Cerendero, emocionado, logró hilar algunas palabras para, según describe Urrutia y Guarello (2005) en Historias secretas del fútbol chileno, dedicar el triunfo a Nelson. La parcialidad local lloraba de tristeza y emoción en las tribunas del estadio. El debutante técnico de Colo Colo confesó tras el pitazo final: “Me hubiera gustado debutar contra cualquier otro equipo” (p. 71), según cita el Premio Nacional de Periodismo Deportivo de 2008 y el periodista de radio y TV.
Tras el término del encuentro los derrotados, masticando la rabia, se retiraron silenciosos, respetuosos del acongojado clima que se vivía en el campo chillanense. Entre los jugadores de ambos equipos, según relata la revista Foto Sport del 16/09/1978, un niño emocionado pidió el balón del partido y solicitó que fuese firmado por todos los protagonistas, de ambos equipos. Ese niño era Cristián Oyarzún, hijo del consomé. “Muchos de esos rudos y atléticos hombres lo firmaron mientras las lágrimas humedecían sus mejillas” (p. 49), relató la revista.
Todas las críticas de los albos apuntaban al árbitro, a quien acusaron de haber influido directamente en el resultado, dejándose llevar por la emoción del particular momento vivido por la escuadra local. La principal crítica era sobre el penal, que consideraban no había sido falta. La revista Estadio, en su síntesis de la fecha, concluyó que el penal fue inexistente. Se atribuía, en la edición del 13/09/1978, el triunfo diablo a su entusiasmo y motivación, agregando: “Ñublense, simple y profundo en su juego, aprovechó su superioridad en mediocampo para poner en zozobra constante a Nef”, (p. 9).
ÑUBLENSE 2-1 COLO COLO
10/09/1978. Fecha 23 Primera División 1978. Estadio Municipal de Chillán. Público: 8.238. Árbitro: Víctor Ojeda
ÑUBLENSE: Antonio Muñoz; Hernán Salazar, César Reyes, Mario Cerendero, Héctor Salinas, Francisco Cuevas, Sergio Abayay, Leonardo Montenegro, Óscar Roberto Muñoz, Patricio Bonhomme (Rodolfo Herrera 58’) y Jaime Fonseca (Víctor Ulloa 46’). DT Juan Abel Gangas.
COLO COLO: Adolfo Nef; Gabriel Rodríguez, Marcelo Pacheco, Atilio Herrera, Daniel Díaz, Raúl Ormeño, Eddio Inostroza, Francisco Valdés (Héctor Pinto 46’), Ramón Ponce, Julio Crisosto (Juan Carlos Orellana 61’) y Carlos Caszely. DT Alberto Fouillioux.
GOLES: Cuevas 18’, Abayay 54’ (p) y Caszely 70’.
Rojas: ÑUB: Ceredero 41’; CC: Pacheco 41’ y Ormeño 41’.
Los colocolinos se sintieron perjudicados e interpusieron, días más tarde, un reclamo por el deficiente arbitraje de Ojeda. No obstante, el resultado quedó en la historia.
Germán Rojas y Mario Cerendero recuerdan que fue muy intenso emocionalmente todo lo vivido aquella tarde. El capitán, hoy avecindado en la comuna de María Pinto, evoca que el partido: “Fue muy tenso, emotivo por la situación que se estaba viviendo. El futbolista, cuando entra al campo de juego, puede botar la tensión, la rabia y desahogarse. Ese partido fui expulsado”. Por otra parte, el defensor oriundo de Coquimbo, en entrevista otorgada en 2018, valora el haber jugado pese a la atmósfera que se vivía por el deceso de Nelson: “Era fácil haber suspendido el partido, pero él (Nelson Oyarzún) no quería, quería que jugáramos y ganáramos. Por eso, de ninguna manera se pensaba en suspender el partido”, agregando que: “El estadio estaba repleto por todos lados, más aún con los dichos de Caszely, que decía que el árbitro poco menos que se emocionó con la situación. El partido fue increíble”, recordó.
El fantasma de la Polla Gol
Años más tarde se conocería la investigación de Urrutia y Guarello, quienes reparan que el premio de la Polla Gol de aquella jornada tuvo un solo ganador, acreedor de $ 17.956.338, con los ajustes inflacionarios, equivalentes a unos $ 300.000.000 en la actualidad. La coincidencia no podía ser mayor: la agencia donde se hizo la apuesta de la cartilla ganadora, la N° 562.023, era según detallan los periodistas, de propiedad de ¡Víctor Ojeda! Con el correr de la semana, la polémica crecía. Pronto se supo que el ganador no era uno solo, sino que una sociedad de apostadores, usuales por aquellos años.
El premio, aseveran Guarello y Urrutia, no fue cobrado públicamente en las oficinas de la Polla Chilena de Beneficencia, sino que en secreto, acrecentando los rumores que especulaban sobre los anónimos afortunados, los que se pensaba podían ser un grupo de trabajadores cercanos a la Estación Central, donde se ubicaba la agencia. Tiempo después se conoció el seudónimo que anotaron en la cartilla los ganadores: OREMA, lo cual no tenía mayor relevancia, porque el premio se pagaba al portador de la cartilla.
Años después, un reportaje de Informe Especial de TVN, encabezado por Guillermo Muñoz y emitido el 12/08/1986, se internó en el mundo del arbitraje chileno. Allí, entre varios testimonios apareció el de Rafael Hormazábal, árbitro al igual que su padre homónimo. El hombre de negro relató ante las cámaras: “El año que murió Oyarzún hubo un arreglo en la Polla Gol por parte de algunas personas ligadas al arbitraje. El 95 % de los árbitros conocen esto, y no solo a nivel del arbitraje: hay periodistas que lo saben”. Cuando el periodista Guillermo Muñoz le pregunta directamente si había sabido de árbitros que hubieran recibido sugerencias para arreglar partidos, el severo exclamó: “Prefiero no responder esa pregunta”, según reproducen Guarello y Urrutia en el capítulo Polla Gol: Los árbitros se llevan el premio gordo, del libro antes mencionado.
Volviendo a 1978 y al seudónimo de la cartilla ganadora de uno de los tres premios más grandes entregados por el concurso de apuestas deportivas, Urrutia y Guarello aseveran que correspondería a las iniciales de los integrantes de aquella sociedad de apuestas: Ojeda, Reginato, Martínez: O-RE-MA. Víctor Ojeda, el árbitro de aquel encuentro y dueño de la agencia; Adolfo Reginato, presidente del Comité de Árbitros, y Alberto Martínez, árbitro y miembro del mismo comité.
Sobre la forma de operar, cuentan los periodistas: “Elaboraban una cartilla con tres triples para tener asegurados tres resultados de 13. En cuanto a los otros diez, siete partidos los jugaban con lógica y se reservaban tres ‘batacazos’, como hacer perder a Cobreloa en Calama, o a Colo Colo con un colista, a la ‘U’ en el Nacional, y así” (p. 86). En aquel encuentro del 10/09/1978 Ñublense habría dado el batacazo, pero ¿Cómo se aseguraban de que ocurrieran? El contar con la participación del presidente del Comité de Árbitros les daba la posibilidad de designar árbitros de acuerdo a sus particulares intereses, y así lo hacían. Designaban árbitros de confianza o miembros de la misma sociedad, como habría ocurrido con Ojeda en Chillán.
¿Si los árbitros no querían participar de la maraña? La dupla Reginato-Martínez en el Comité de Árbitros se encargaba de calificarlos deficientemente, siendo a la postre marginados de la actividad del silbato y las tarjetas.
El defensor diablo, Germán Rojas, hace memoria y recuerda que no vio nada raro ni diferente en aquel encuentro. Es más, describe que era muy usual que se beneficiara a los equipos grandes con un arbitraje más laxo, pero al preguntarle si sintió que Víctor Ojeda fue más benevolente con Ñublense, asegura categóricamente: “En cuanto a ese partido, no hubo nada”.
Pese a las polémicas, todas las crónicas de aquel partido destacan la superioridad de Ñublense que doblegó al ‘cacique’, que venía en una irregular campaña, en todas las líneas, transformando al ‘Gringo’ Nef en la figura del encuentro y en un activo protagonista.
Para todo Ñuble, el resultado y la épica de Oyarzún estuvo en aquel partido, como una despedida a la medida de un hombre que en menos de cinco meses dejó una huella imborrable en la ciudad, por su espíritu de lucha del porte de un estadio.
Agradecimientos a Renato Andreuzzi por colaborar con algunas fuentes para la redacción de la nota.
Fuentes:
- AVENDAÑO, Mario. Entrevista. Chillán, 16 de marzo de 2016.
- CERENDERO, Mario. Entrevista. Cerrillos, 30 de agosto de 2019.
- ROJAS, Germán. Entrevista. Chillán, 15 de agosto de 2018.
- URRUTIA, Luis; GUARELLO, Juan. 2005. Polla Gol. Los árbitros se llevan el premio gordo. En: Historias Secretas del Fútbol Chileno. Santiago, Ediciones B. Quinta edición 2008, pp. 68-88.
- REVISTA Estadio.
- REVISTA Foto Sport.
- DIARIO La Discusión.