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Un hincha solidario

Por Gino Barducci Amor

Este es el testimonio de un hincha acérrimo del club Audax Italiano, quien cuando era un adolescente, no dudó un instante en aportar a través de su pasión deportiva, un granito de solidaridad para de las familias de las víctimas de la “Tragedia del Humo” ocurrida en el campamento minero de Sewell, ubicado a 53 Km al oriente de la comuna de Rancagua.

Foto N°1: Foto del Campamento de Sewell y de su cancha de fútbol, tomada en 1969, 24 años después de la tragedia.

LA TRAGEDIA DEL HUMO

Considerada hasta el día de hoy como una de las peores catástrofes que se conoce en una mina metalífera en el mundo, esta sucedió en el Mineral de Sewell.

Las noticias ese 19 de junio de 1945 no solo eran alarmantes, sino que ponían los pelos de punta: 355 trabajadores encontraron la muerte en la mina El Teniente a causa de una explosión en una bodega subterránea, la que originó un incendio que liberó grandes cantidades de humo que avanzó por las galerías de la mina, e hizo imposible que los trabajadores pudieran escapar.

Foto N°2: Desesperada publicación de la noticia de la tragedia en el Diario El Rancagüino, el mismo día de la tragedia

Los mineros que se encontraban cerca de la entrada consiguieron salir, pero el resto tuvo que refugiarse en los pasillos de seguridad, cuyos sistemas de ventilación no funcionaron correctamente. El humo que impedía la visión y las salidas de emergencia mal señalizadas, hizo casi imposible que los mineros que quedaron encerrados en la mina salieran con vida.

Los trabajos de rescate se iniciaron cuando el humo se hubo disipado. Al entrar en la galería encontraron a 355 mineros muertos y 747 heridos. Los pocos supervivientes que consiguieron salvarse, escaparon por una de las instalaciones que estaban en desuso…

Al día siguiente, miércoles 20 de junio, toda la prensa escrita y las radios informaban detalladamente sobre la horrible tragedia en el mineral de Sewell, propiedad de la Braden Copper Co.

Foto N°3: El humo se llevó la vida de cientos de mineros en Sewell, siendo la tragedia más grande de su historia. (Pintura de autor desconocido).

LA AYUDA SOLIDARIA

La noticia de la tragedia me impactó profundamente y a los pocos días inicié una colecta en el curso del Liceo Nocturno José Manuel Balmaceda, Liceo que funcionaba al interior del Instituto Nacional. Como consideré poca la colaboración y en vista que los clubes Universidad de Chile y Audax Italiano -del cual hasta el día de hoy soy su hincha- propusieron jugar su partido oficial en Rancagua, donando el ingreso total como ayuda para las víctimas, consideré que no podía faltar.

Partí ese domingo 1° de julio en el tren a Pichilemu de las 8,30 AM, así que llegué pasadito las 10 a Rancagua. Luego de pasear por el centro de la ciudad, comí un par de empanadas bien caldúas y me fui al estadio del América en la avenida de la Alameda, donde a pesar de lo temprano, ya había bastante gente pujando por entrar.

EL MATCH: Ante más de 4.000 personas que pagaron $ 25,410 -se me quedó grabada la cifra pues la repitieron varias veces-, ingresaron al campo de juego verdes y azules siendo recibidos con una prolongada ovación.

Foto N°4: Ante el Estadio Alameda de Rancagua repleto, el Vicepresidente de la Central de Fútbol, don Pedro Foncea, da a conocer los motivos que llevaban al realizar este partido de solidaridad. (Foto de Revista Estadio).

LOS GOLES: A los 8’ un centro largo lo recibe Balbuena (U) que lanzó un fuerte tiro que halló las redes … Iban 43’ cuando una situación de apremio frente a la valla de Ibáñez (U) es despejado débilmente el balón que cae en poder de Varela (AI) y empata a uno. 2° TIEMPO: A los 11’ Hugo Giorgi remata de boleo venciendo al meta azul … A los 17’, García luego de burlar a 2 rivales empata a dos … Iban 33’ cuando Cruche (U) ejecuta un tiro libre que es desviado por un defensa, descolocando al meta Chirino, tanto que adelanta a los universitarios en el marcador… Finalmente a los 37’ nuevamente es Giorgi, quien con un cabezazo desde fuera del área sorprende adelantado a Ibáñez que no esperaba una jugada de tal calidad del centro delantero. Así termina el partido con un entretenido empate a 3, cuya figura fue el meta de Audax que tuvo que soportar una abrumadora tarea.

FICHA DEL PARTIDO

UNIVERSIDAD DE CHILE 3–3 AUDAX ITALIANO

1/7/1945. Fecha 6 Torneo Oficial 1945. Estadio Alameda de Rancagua. Público 4.000. Árbitro Manuel Bonilla Núñez.

UNIVERSIDAD DE CHILE: Mario Ibáñez Paredes; Manuel Matta y Mario Baeza Azócar; Jaime Riera Bauza, José Sepúlveda y Miguel Busquets Terraza; Ulises Ramos Espíndola, Antonio Álvarez, Ubaldo Cruche, Óscar Armando García Arroyuelo y José Balbuena Rodríguez. DT: Alejandro Scopelli Casanova.

AUDAX ITALIANO: Daniel Chirinos Flores; Lautaro Dejeas González y Humberto Roa Guajardo; Carmelo Reynoso, Roberto Cabrera Cano y Roberto Morales, Hugo Giorgi Furlán, José Fabrini, Juan Alcántara Díaz, José Domingo Romo Miranda y Carlos Varela Aguirre. DT: Raúl Marchant González.

GOLES: PRIMER TIEMPO: 8’ Balbuena (U) y 43’ Varela (AI). 2° TIEMPO: 11’ Giorgi (AI), 17’ García (U), 33’ Cruche (U) y 37’ Giorgi (AI).

Foto N°5: Tuvo intensidad y emoción del partido entre verdes y estudiantes. Con golpe de puño Ibáñez logra sacar la pelota de la cabeza de Fabrini. (Foto de Revista Estadio).

Foto N°6: Reynoso y Roa del Audax Italiano posan con un buen número de jóvenes de la localidad, asistentes al partido solidario. (Foto de Revista Estadio).

EL RETORNO A CASA

Al terminar el partido, busque entre los dirigentes e hinchas más copetudos del Audax Italiano para que alguno me trajera en su auto de regreso a la capital, pero rechazaron  no de muy buena manera. Tanto así, que en su propia idioma le manifesté mi descontento por el trato con una respuesta de sus propias filas.

Caminé desde el Estadio hacia el Hotel Santiago en calle Brasil, pues me indicaron que de allí partían los buses a Santiago, sin embargo, los únicos 3 disponibles estaban atestados de gente y no habría más salidas. Fui hasta la estación de ferrocarriles, donde me entero que el próximo tren, si es que venía a la hora, sería el nocturno que pasaba por Rancagua a las 9 de la mañana del día siguiente, y recién iban a ser las 7 de la tarde de un día bastante oscuro y frío. ¡Qué noche me esperaba! Tenía ante mi vista unos lustrosos rieles que brillaban con las luces del andén y postes que indicaban la distancia a Santiago con números descendientes como 82.3, 82.2, 82.1, 82.0, 81.19, 81.18, 81.17, …  Como única solución debía caminarlos, pues si me quedaba detenido ahí, con el frío del mes de julio quizás qué consecuencias tendría.

Los primeros 11 km. hasta Graneros los cumplí en casi 2 horas, el mismo tiempo con los siguientes 10 hasta San Francisco de Mostazal. Llegó la medianoche y aún no salía de la provincia de don Bernardo. A la una estaba en la Angostura de Paine y recién llevaba 31 km recorridos. Había hecho los tramos por medio de la línea y otros por el sendero paralelo a los rieles, donde podía caminar más rápido y darle descanso a mis pies, los que comenzaban a reclamar debido a que los durmientes estaban a menor distancia que mis trancos y por los zapatos Bata, que si bien duraban mucho, a su vez eran demasiado duros. Seguí caminando 5 km más hasta Hospital y otros 5 a Paine, donde la espesa neblina me mantenía despierto.

Estaba esperanzado que al acercarme a San Bernardo podría tomar alguna góndola (bus de la época), cuando al aproximarme a Linderos, diviso 2 luces que pretenden cruzar la línea del tren. Apuré el tranco, y justo cuando llegaba a este paso tapizado de maderos, una rueda delantera del pequeño camión que cruzaba la vía cae fuera de ésta y lo deja atascado. Uní las pocas fuerzas que me quedaban a la de los 2 tripulantes del vehículo, consiguiendo subirlo nuevamente a la vía, previo a haberme tiznado con los sacos de carbón que portaba el camión, y que debimos descargar para aliviar su peso. Dada a mi oportuna ayuda, me llevaron con ellos hasta el Matadero de la calle Franklin en Santiago, donde llegamos un poco antes de las 7 de la mañana. Ahí tomé el tranvía de la línea 36 Matadero Palma que me llevó hasta el centro.

Al llegar a casa, cruzaba los dedos para que mi padre no se hubiera levantado aún, cosa que hacía antes que cantaran las diucas, pero no tuve suerte. Al verme entrar, me dio una andanada de “schiaffi” (bofetadas), por cuanto para esa época era inconcebible que un muchacho de familia, y de apenas 16 años, se quedara toda la noche fuera de casa.

Mi padre jamás entendió, que lo hice con el fin de entregar mi humilde colaboración a las familias de los mineros y por mi querido Audax Italiano.

Fuentes:

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