El fútbol llegó a Coquimbo a fines del siglo XIX y, con él, nació una de las hinchadas más fieles y singulares de Chile. Desde aquellos primeros partidos en la cancha de El Estanque o cancha Mac Aullife, ubicada en el mismo lugar donde ahora está el Sánchez Rumoroso, el hincha porteño se ganó la fama de apasionado, bullicioso e incondicional. No eran pocos los marineros ingleses que, al recalar en el puerto, quedaban sorprendidos al ver cómo multitudes acudían a presenciar a los aguerridos coquimbanos, como si en cada encuentro se jugara mucho más que un simple resultado.
Con el paso del tiempo, la galería del Municipal, nombre con el cual se comenzó a conocer el estadio desde la década del 50, se transformó en escenario de personajes inolvidables. Entre ellos brilló Juan Gustavo Moyano, conocido por todos como “Tres Chauchas”. Extrovertido, pícaro y creativo, convirtió cada partido en un carnaval de risas y ocurrencias. Con pescados colgando, patos pintados de rojo y carteles burlones, encendía la rivalidad frente a los papayeros, mientras al otro lado respondía Jerjes Bustamante, caudillo de la barra granate. La historia recuerda aquel día memorable en que ambos, en vez de enfrentarse, se fundieron en un abrazo en mitad de la cancha. El público ovacionó de pie: fue la demostración más clara de que la pasión podía convivir con la nobleza.
Pronto, otros comenzaron a sumarse a la fiesta. El 3 de junio de 1959, el diario El Regional dejaba constancia del entusiasmo: “Con singular brillo debutó el domingo pasado la barra de Coquimbo Unido, ofreciendo un llamativo espectáculo a base de notas de humor, para finalizar con una animada cueca”. Era la primera vez que se hablaba de la barra como un colectivo organizado, una señal de que el fervor popular iba tomando forma.
El crecimiento no se detuvo. En 1963, cuando Coquimbo Unido jugó su primer torneo en la división de honor, la prensa resaltó la presencia de los “Machueleros”, que se hicieron sentir entre más de diez mil personas en un recordado duelo ante Colo Colo en el puerto. La hinchada ya no era un grupo pintoresco: se había convertido en un símbolo de identidad para toda la ciudad.
Incluso en tiempos difíciles, la pasión no claudicó. En 1965, con apenas un triunfo en 34 fechas, los ánimos estaban por el suelo. Pero allí estaba “La Chunega”, arrancando carcajadas con su humor desbordante, y hasta el alcalde Eduardo Pizarro se vio obligado a reforzar la esperanza, llevando a la cancha a la Banda Municipal Los Mena y al Orfeón del Regimiento Arica para animar a los jugadores. La derrota dolía, sí, pero la fiesta popular nunca desaparecía.
Con los años, nuevas figuras tomaron la posta. A mediados de los 70 irrumpió Arturo Díaz, “El Palito”, quien inmortalizó la imagen del pirata aurinegro acompañando al equipo desde la salida a la cancha. Su entusiasmo y fidelidad dejaron una marca imborrable que trascendió generaciones.
Tras su fallecimiento en octubre de 2012, su hijo Luis Díaz continuó con la tradición bajo el nombre de Palito Junior. Lamentablemente, en 2017 una enfermedad lo llevó al palco celestial, dejando el legado en manos de su hijo Luis Yeans Díaz, quien en abril de 2019 fue presentado entre bombos y platillos en la previa de un partido como Palito Junior II, el continuador de este patrimonio inmaterial tan coquimbano.
Hoy, Palito Junior II se encuentra en una especie de exilio, y quien ocupa su lugar es un juguetón, simpático y bailarín corpóreo: “El Barbón”, encargado de mantener viva la chispa antes del partido y especialmente en el entretiempo. Seguramente, más temprano que tarde, la dinastía de los Palitos volverá a recuperar su trono, recordándonos que la pasión por Coquimbo Unido no solo se lleva en el corazón, sino que se transmite de generación en generación con alegría, ingenio y un toque de espectáculo.
En los 80 apareció el suplementero Gastón Ponce de León, que anunciaba su fidelidad recorriendo la ciudad en su moto embanderada de aurinegro. Surgieron también por aquellos años, pequeñas barras, como la “Barra Juvenil de Coquimbo”, la de “Tribuna Socios” y la “Canilla” Díaz. Todas ellas prepararon el camino para lo que ocurrió el 5 de septiembre de 1988, cuando nació “Al Hueso Pirata”, la primera barra brava del país nacida en una región distinta a la Metropolitana. Desde entonces, ser hincha de Coquimbo Unido ya no fue solo un acto individual: se transformó en una hermandad con nombre, bandera y memoria.
Los del Hueso Pirata, la mayoría estudiantes del Colegio Bernardo O’Higgins, comenzaron como pequeños grupos dispersos en distintos sectores de la comuna: en El Llano, en La Covico, en la Sindempart… en cada rincón donde hubiese un corazón aurinegro dispuesto a alentar. Poco a poco la barra creció, se organizó y empezó a recorrer el país de norte a sur, llevando consigo no solo bombos y banderas, sino el orgullo de representar a todo un puerto.
Hoy, más de treinta años después, ya nadie en el fútbol chileno desconoce su nombre. Al Hueso Pirata y Coquimbo Unido son parte de un mismo latido, inseparables como la tierra y el mar que dan vida al puerto. Su emblema ondea siempre en alto, recordando que la hinchada aurinegra no es solo una barra: es identidad, es memoria y es herencia, una pasión que se transmite de generación en generación como el tesoro más preciado.
Coquimbo Unido desde la distancia
La distancia y el tiempo, lejos de apagar la pasión, han hecho que el amor por Coquimbo Unido crezca aún más. Ser hincha del club es también un acto de memoria: una manera de expresar cariño por la tierra que nos vio nacer. Por eso, desde los primeros años, fueron surgiendo grupos de coquimbanos en distintas ciudades del país, con la misión de mantener vivos los colores aurinegros y reunir a quienes no podían estar en el puerto.
En los años 60, nació la filial barrista de Santiago, ubicada en la Alameda Bernardo O’Higgins 767, presidida por el ferviente hincha Mario Araya. En la misma década, un grupo de porteños formó otra filial en La Calera, organizándose para viajar juntos a los partidos por la quinta, sexta y séptima región, llevando siempre consigo la pasión del puerto.
A mediados de los 70, con la llegada de muchos coquimbanos a Santiago, se fundó la Filial Santiago, liderada por un señor de apellido Chandía, que se reunía en el Club Palestino, en Mac-Iver con Esmeralda. Allí se creaba un verdadero refugio aurinegro: un lugar donde la camiseta y los recuerdos del puerto unían a familias, amigos y trabajadores.
El año 1977 fue decisivo. Coquimbo Unido logró un histórico ascenso a Primera División tras vencer a Rangers por 2 a 1. Ese triunfo consolidó la unión de los coquimbanos en Santiago y dio origen a la legendaria Barra Cuéllar Hermanos, en Puente Alto. Así lo recuerda Humberto Cuéllar, el famoso contertulio de Show de Goles que baila al ritmo de “La Gallina no”: “Éramos familia, vecinos, compañeros de trabajo… todos con un mismo corazón aurinegro. Desde ese día supimos que la distancia no nos separaría de Coquimbo Unido”.
Más de 40 años después, los Cuéllar siguen activos, no solo alentando al club desde la capital, sino también desarrollando un fuerte trabajo social: entregan alimentos y abrigo a quienes más lo necesitan, manteniendo viva la filosofía de solidaridad que caracteriza a la hinchada.
El ejemplo se replicó en los 90 con la Filial Arturo ‘Canilla’ Díaz de Valparaíso, fundada el 8 de agosto de 1991 por René Lillo. Durante años, su histórica sede en calle Condell se convirtió en un centro de encuentro y organización. Cada jueves, entre 10 y 15 personas planificaban actividades, y en las celebraciones de fin de año se reunían más de cien coquimbanos, compartiendo recuerdos, canciones y el inconfundible espíritu aurinegro. La filial también contó con su propia escuela de fútbol, dirigida por el ex defensor del club, Roberto Barraza.
Con el paso del tiempo, la filial fue disminuyendo su actividad, sobre todo tras la partida del empresario naviero Ian Taylor MacAuliffe, fallecido en 2013, cuyo apoyo era vital para mantener viva la agrupación. Hoy, las filiales han dado paso a comunidades virtuales, donde los coquimbanos siguen reuniéndose, evocando y compartiendo historias.
El tiempo pasa, cambian los formatos, los estadios, los cánticos y los personajes que llenan las gradas, pero ese amor por Coquimbo Unido, forjado en el crisol de fuego, se mantiene intacto. Vive en cada historia que se cuenta en la previa de un partido, en cada recuerdo compartido entre amigos y familias, en cada gol celebrado como si fuera el primero. Trasciende generaciones, atravesando ciudades y fronteras, llevando consigo la esencia del puerto: la fuerza, el coraje y el orgullo de pertenecer a algo más grande que uno mismo. Porque ser hincha de Coquimbo Unido no es solo alentar; es sentir, recordar y transmitir, como un legado que nunca se extingue.
Fuentes consultadas:
- Diario El Regional de Coquimbo, año 1959.
- Diario La Región, de Coquimbo, año 2005
- Libro Personajes e imágenes de Coquimbo, autor Juan Ramírez Portilla.
- Libro Historia de Coquimbo Unido, autor Felipe Fernández.
- Tradiciones y Sucesos de Coquimbo, autor Pedro Álvarez Pavez.
- www.alhuesopirata.cl
